LOS NUEVOS DIRECTORES
Poco a poco, el Gobierno va prescindiendo de los servicios de sus funcionarios públicos más capacitados para reemplazarlos por personas afines a sus principios ideológicos y partidistas. Eso, en sí mismo, no es malo. Ya sabemos que cada torero trae su cuadrilla y que con cada cambio de administración se produce un relevo en los cargos directivos de más importancia. Lo inquietante es que aquellos que están siendo designados no parecen contar con los conocimientos y habilidades necesarias para dirigir las entidades que se les han encargado, y que da la impresión de que empieza a valer más la lealtad que la idoneidad. Una posición que empieza a coquetear con el fanatismo y que ha sido puesta en evidencia con los nombramientos más recientes.
El Departamento Nacional de Planeación tiene responsabilidades muy importantes para el funcionamiento del Estado. Entre otras, coordinar, diseñar y apoyar la planificación de políticas públicas y del presupuesto de los recursos de inversión del país. Desde hace 24 años, sus directores han sido economistas con buen nombre y sobrada preparación y experiencia. Sin embargo, esta semana se posesionó como director un profesional con un perfil diferente: un abogado con dos especializaciones, senador y expresidente de Sintraemcali (el sindicato de las empresas públicas de esa ciudad), que acaba de renunciar a la presidencia del Polo Democrático Alternativo para asumir su nueva responsabilidad.
Algo similar sucede con la dirección del Departamento de Prosperidad Social, una entidad que cuenta con un presupuesto de 10,7 billones de pesos para este año. Por estos días fue nombrado como director un reconocido novelista y redactor de libretos para el cine y la televisión, ex candidato a la Alcaldía de Bogotá y exsenador. En la misma línea, para dirigir la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), también con un presupuesto billonario, fue nombrado un diseñador industrial, cuya experiencia más relevante consiste en ser ex concejal de Bogotá.
Es evidente que el presidente ha decidido rodearse de personas de su círculo de confianza y apegados a sus ideas, una decisión respetable. Lo malo, insisto, es que no lucen idóneos para las responsabilidades que tendrán ¿Acaso el presidente no tiene gente con conocimientos y preparación en los que pueda confiar? ¿Ya se le agotaron las opciones? Ese sería un triste panorama.
Ojalá que les vaya bien a los nuevos directores y acierten con sus decisiones, que se imponga la transparencia y la honestidad. Que no terminen empeorando las cosas por querer mejorarlas a su modo.
Ojalá que les vaya bien a los nuevos directores y acierten con sus decisiones, que se imponga la transparencia y la honestidad”.