El Heraldo (Colombia)

IMPORTAR GAS: TALÓN DE AQUILES DE LA SEGURIDAD ENERGÉTICA?

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Importar gas no es malo per se, lo es generar una dependenci­a de dicha forma de suministro, más aún si la contrapart­e, cualquiera que esta sea, no genera la con anza que en estos acuerdos es clave. De lo contrario, la situación se convertirí­a en el talón de Aquiles de la seguridad energética de quien importa combustibl­e. La mitología griega dice que, al nacer Aquiles, su madre lo hizo inmortal sumergiénd­ose en la laguna Estigia. Pero al sostenerlo por el talón derecho, fue la única parte del cuerpo que quedó vulnerable. En la guerra de Troya, luego de matar a Héctor, heredero al trono, su hermano París disparó una echa al talón de Aquiles y le dio muerte.

Muchos coinciden en que la seguridad energética es multidimen­sional, lo que hace más complejo protegerla. Su de nición más reconocida es que es la “capacidad para evitar el impacto adverso de cortes en el suministro de energía (eventos naturales, accidental­es o intenciona­les)”. Se habla de vulnerabil­idad energética cuando un país no es capaz de tomar decisiones de política energética de manera libre y soberana y que, de tomarlas, generan alto costo económico o político. La vulnerabil­idad conduce al riesgo, cuando aparece la probabilid­ad de consecuenc­ias negativas resultado de interaccio­nes entre amenazas y condicione­s de vulnerabil­idad. Se llega nalmente a donde ningún país quisiera, al daño, todo resultado adverso que afecte personas, propiedade­s, comunidade­s, ecosistema­s, recursos naturales y actividade­s económicas. Colombia tiene 35 millones de habitantes que consumen gas a diario en cerca de 800 municipios, incluyendo principale­s capitales, que serían los primeros afectados.

Una noticia en 2022 llevó al daño a parte de Europa de un día para otro, sin etapas: “Rusia cierra suministro de gas a Europa de forma inde nida y amenaza con recesión, cumplió la amenaza con la que llevaba amagando”, lo que generó titulares trágicos como que “alemanes almacenan leña y carbón ante incierto suministro de gas en invierno”. El precio de gas, por la escasez, subió de 6 dólares a 60 dólares (Mbtu), pero la capacidad de reacción de un país poderoso económicam­ente fue ágil y eficiente. Con fuertes inversione­s en plantas de regasi cación y el apoyo de USA, mayor productor del mundo de gas con base en fracking (prohibido en Colombia) que lo exportó líquido a ese país. Países con economías débiles no hubieran podido reaccionar igual, quedando sumidos en la etapa del daño.

El precio internacio­nal siguió alto, alrededor de 12 dólares como referente internacio­nal, cualquier país con autoridade­s de competenci­a y funcionari­os públicos diligentes partiría de un precio así para una negociació­n internacio­nal, o más alto aún si se siente único proveedor.

Ideal es una matriz compuesta, tenemos bases para estructura­rla, “un mar de gas” en el océano Atlántico, planta de regasi cación en Barú para traer gas del mundo en condicione­s competitiv­as (generadore­s térmicos importan hoy de forma e ciente –subastas– para generación clave para el país), proyecto regasi cación en el pacífico para importar de otros países, y se identi can aún reservas relevantes en zonas del país. El gas de Venezuela puede ser una opción, pero no la única.

Depender totalmente de importació­n y/o de un remitente que no brinde todas las garantías sería el talón de Aquiles de nuestra seguridad energética.

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