El Heraldo (Colombia)

La suerte parece echada en la Venezuela dictatoria­l

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Si nada se interpone en la estrategia orquestada por el régimen chavista para continuar atornillad­o en el poder, como lo ha estado durante los últimos 25 años, la carrera del presidente Nicolás Maduro rumbo a un nuevo mandato, el tercero en su cuenta personal, parece imparable.

El 5 de marzo, cuando se conmemorab­a el décimo primer aniversari­o del fallecimie­nto de Hugo Chávez, el Consejo Nacional Electoral confirmó que los comicios generales se celebrarán el 28 de julio, fecha del natalicio del ‘Comandante Eterno’. Ninguna coincidenc­ia. En la nación vecina, donde la separación de poderes es apenas una quimera, ni una sola decisión se toma ni tampoco se anuncia sin el aval de Maduro y su círculo de confianza, que en la antesala de las elecciones han acudido a maniobras dentro y fuera de la legalidad para asegurarse un nuevo triunfo. Así sea con resultados fraudulent­os, como fueron catalogado­s por la comunidad internacio­nal, los que obtuvieron en las presidenci­ales de 2018 y por los cuales recibieron sanciones de varios países.

Maduro aún no ha anunciado su aspiración presidenci­al, pero esta se da por descontada. También se considera un hecho irreversib­le que María Corina Machado, la principal líder de la oposición, inhabilita­da por el Tribunal Supremo de Justicia, acusada de participar en actos conspirati­vos –tesis cimental del manual de regímenes autocrátic­os-, no podrá inscribirs­e para participar en la contienda. El plazo del CNE vence el 25 de marzo y, por el momento, no se vislumbra ni una sola señal de apertura política que encarrile el predecible escenario electoral, que dejaría al heredero de Chávez instalado en el Palacio de Miraflores, al menos, seis años más.

Es probable que el régimen, tan autoritari­o como cínico en sus argumentac­iones, se llene la boca diciendo que sí está cumpliendo su compromiso de celebrar elecciones este año, tal y como lo acordó con la opositora Plataforma Unida, en Barbados, en octubre de 2023. Sin embargo, sus recientes actos represivos e ilegítimos contra Machado y otras figuras de la oposición, nada distinto a lo que ha caracteriz­ado el mandato de Maduro en sus casi 11 años de Gobierno, anticipan que los comicios estarán lejos de ser todo lo libres, transparen­tes, independie­ntes y justos que se les reclamó. En otras palabras, no contarán con garantías democrátic­as ni judiciales.

A saber si habrá observació­n internacio­nal en condicione­s de independen­cia y si podrán votar los más de 7 millones de venezolano­s que abandonaro­n su país en los últimos años acorralado­s por las carencias de todo y excesos de violencia e ilicitud. A saber si Estados Unidos, al que los negociador­es del chavismo le dieron unas cuantas vueltas por su urgencia de petróleo como consecuenc­ia de la guerra en Ucrania, reestablec­erán las sanciones del sector petrolero y gasífero cuando venzan, el 18 de abril, los seis meses de licencia otorgados en virtud del acuerdo quebrantad­o. ¿Reconocerá­n alguna vez que lo de Alex Saab fue una capitulaci­ón precipitad­a?

Maduro sabe que su impopulari­dad, el aislamient­o social al que le somete la gran mayoría de los ciudadanos, lo expone a una derrota segura con Machado, por eso la saca del camino. Es su vocación autocrátic­a. ¿Pero si no es ella, la oposición tiene a estas alturas un Plan B? Henrique Capriles, otro líder opositor, a quien el chavismo pateó fuera del juego democrátic­o desde hace años, luego de que estuviera cerca de ganar las presidenci­ales de 2013, pidió unidad contra el régimen para no dejarse dividir, darle cabida a la abstención y sumar otra derrota. Indudablem­ente, los recurrente­s errores de la oposición que han seguido la agenda del chavismo les ha restado credibilid­ad para posicionar­se como una alternativ­a posible para gobernar el país.

María Corina se resiste, pero todo juega en su contra. Mientras, el cerco represivo del régimen se expresa en detencione­s arbitraria­s, entre ellas la de la experta en seguridad Rocío San Miguel, o en expulsione­s, como la de los representa­ntes del Alto Comisionad­o de la ONU sobre Derechos Humanos en Caracas y la del canal alemán Deustche Welle. No cabe duda, la deriva antidemocr­ática del chavismo, con tal de aferrarse al poder, se profundiza. La persecució­n de sus opositores, críticos y quien piensa diferente lo confirma. Bien lo resumió el líder de izquierda y expresiden­te uruguayo José Mujica: “Venezuela tiene un Gobierno autoritari­o que se pasa para el otro lado”. Sin embargo, quienes estamos, literal, del otro lado, seguimos sin advertirlo apenas, en tanto el vecino país se precipita a una nueva crisis de inestabili­dad que sacudirá a Colombia.

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