MAMADERA DE GALLO ETERNA
Lo peor que le ha pasado a Colombia en los últimos 70 años han sido los paramilitares y guerrilleros nanciados por el narcotrá co, generando violencia e in ltrado los cimientos morales de nuestro país. Durante años, nuestros líderes políticos nos han hecho creer en la premisa de que con verdad, justicia y reparación vamos a poder avanzar hacia la reconciliación. Pero nunca llegamos más allá de la verdad, porque cada uno quiere imponer la suya, como si los hechos fueran susceptibles de interpretación.
Durante más de 20 años la izquierda ha rechazado el paramilitarismo y a sus responsables, pero ahora está dispuesta a entregarle unas prebendas que no merece una persona como Mancuso, por una venganza en contra de sus opositores. Y he aquí el dilema: ¿Es más importante verlos en la cárcel, que la reconciliación de los colombianos?
Salvatore Mancuso es un personaje que cometió todos los crímenes posibles, y ahora vuelve al país y se le otorga la libertad como “gestor de paz” para combatir la impunidad, según dice el Gobierno. Pero impunidad entendida desde una verdad que les sirva a ellos, pero no necesariamente al país. ¿Qué tanta verdad puede aportar una persona que durante 15 años ha venido echando el mismo cuento sin aportar evidencias? O peor aún, ¿saldrá con una nueva “verdad” diferente a lo que ha reiterado durante tantos años? ¿Entonces qué creeremos? La sensación que queda es que viene a jugar nuevamente con la justicia colombiana para quedar libre, y de paso servir para tener en jaque a ciertas personas.
Es imposible pensar en reconciliación cuando claramente lo único que mueve este tipo de decisiones es la venganza. La verdadera paz debe estar encaminada a cerrar las heridas. Es injusto que los que combatieron hayan quedado con secuelas o perdido la vida defendiendo al Estado, mientras los que ordenaban esas matanzas están libres. Es injusto con las víctimas que se sientan en audiencias interminables, se les reconoce su estatus, pero nunca se les repara. Pero lo más injusto con los colombianos es que nunca llegamos a la verdad. Una mamadera de gallo eterna donde, dependiendo del títere de turno, se pretende borrar lo que se ha dicho antes.
La verdadera reconciliación nace de entender que todos tenemos parte en esa verdad y de reconocer cada una de sus aristas. Pero más allá, como país no podemos seguir permitiendo que los políticos traten de interpretar el sufrimiento ajeno e instrumentalizándolo como herramienta política. El odio y la venganza no pueden tener cabida en un proceso de reconciliación, lo que se debe acabar es el círculo eterno por la búsqueda de la verdad. Ojalá entendamos eso para que las siguientes generaciones sí puedan conocer una verdadera paz total.
Es injusto con las víctimas que se sientan en audiencias interminables, se les reconoce su estatus, pero nunca se les repara”.