El Heraldo (Colombia)

BASURA NÁUFRAGA

- POR EDUARDO ORTEGA DEL RÍO @eortegadel­rio

Caminar por las playas del Atlántico además de un disfrute de brisa fresca y atardecere­s dorados, la acumulació­n de basuras enredadas en palos y tarulla, convierte lo que debería ser un plácido paseo en una carrera de obstáculos.

La Triple A, en una reciente investigac­ión que realicé, me contó que recoge un promedio de 300 toneladas mensuales de basura orgánica e inorgánica que cada día amanece en el litoral del municipio de Puerto Colombia.

¡Qué cochina que es esta gente, destruyen su propio patrimonio! Exclamó con indignació­n un amigo cachaco que me escuchó la historia.

Si bien es cierto que en materia de cultura ciudadana todavía tenemos mucho que aprender, la indignació­n de mi amigo debería ser propia. Durante la caminata me propuse analizar la basura que encontraba. Y entre chancletas raídas enredadas en taruya muerta, lo que sobresalía era empaques de mecatos, envases plásticos y latas. Muchas de ellas, con marcas que no se venden en nuestra región.

El río Magdalena tiene una longitud de 1.525 kilómetros, de los cuales 886 son navegables, atraviesa Colombia de sur a norte. Y a sus aguas van a parar casi todos los alcantaril­lados, desechos industrial­es y botaderos ilegales de basura. Según un estudio del “Observator­io del Río Magdalena de la Universida­d del Norte”, puede arrastrar hasta 900 toneladas continuas de residuos otantes a una velocidad de 2 metros por segundo. Esto significa que una botella arrojada en el río Bogotá, en menos de una semana podría aparecer atollada en el amante nuevo muelle de Puerto.

¿Cómo es posible? Me preguntó mi amigo cachaco.

La respuesta exacta me la dio un ingeniero hidráulico-ambiental, el río arrastra la basura que viaja desde el interior dejando una estela de desgracia en todas las cuencas. Y la que se desprende y logra seguir su curso, llega hasta Bocas de Cenizas. Al enfrentars­e a las corrientes del mar Caribe, es arrastrada la mayoría hasta las playas de nuestro departamen­to.

La indignació­n de mi amigo debería ser colectiva, tenemos una culpa compartida que merece nuestra atención urgente. Invito a todos los colombiano­s a que elevemos la voz y clamemos por nuestro río. Los que vivimos junto a él en su desembocad­ura y los que viven río arriba. Estamos contaminan­do el agua que bebemos y nos bañamos. Estamos ensuciando el azul de nuestra bandera, tenemos en el descuido y en el olvido la arteria principal de progreso y desarrollo de la nación.

Estámos ensuciando el azul de la bandera, tenemos en el descuido y en el olvido la arteria principal de progreso y desarrollo”.

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