El Heraldo (Colombia)

MI YO CONFRONTAD­O

- POR FABRINA ACOSTA

Hay tantos temas para escribir; sin embargo, he decidido hacer una pausa de temas académicos, sociales, políticos, culturales, para hacer esta columna desde una orilla personal sin el miedo a traspasar la frontera de lo íntimo, porque hasta lo más privado es político y ejerce un efecto en todo.

Hace unos días estoy viviendo un estremecim­iento existencia­l, que ha confrontad­o hasta lo más recóndito de mi ser, son tiempos complejos dicen muchos, yo lo único que sé es que son tiempos de cambio de piel, de crecimient­o, de desa íos, en los cuales mis emociones me juegan muy malas pasadas transitand­o sin aviso de un estado a otro.

La salud mental es el enemigo oculto que cuando aparece lo hace con estruendo, nada sigue igual, se siente soledad, aunque tengamos compañía; se siente agonía, aunque se tengan motivos para la alegría; se reabren heridas, se activa la nostalgia, se siente un desamor y se pierde el dulce de todo.

Mi YO confrontad­o re exiona sobre el estar bien, aprender a pedir ayuda, a decir te necesito y a dejar el personaje de la activista que tiene todo para dar aun hasta lo que no tiene, por el de la sujeta vulnerable con derecho a parar, a no estar bien, a decir no puedo seguir jugando a estar bien. Pienso que es cuando el amor, la bondad, la compasión deben activarse, es cuando se necesita estar rodeado y silenciar la auto ageladora para no tener las muertes chiquitas (mentales), porque la mente se vuelve enemiga (letal) cuando no se gestionan pensamient­os de bien para consigo misma.

Esta columna solo quiere llamar la atención sobre agudizar nuestros sentidos para entender nuestros procesos, arroparnos, querernos y no ser nuestra propia enemiga, que se fatiga entre pensamient­os opresores y denigrante­s hacia el propio YO. Es preciso renunciar a todo lo que nos haga daño, por eso mi YO confrontad­o quiere aprender a decir necesito ayuda, a ser menos rabiosa y más serena, a abrazar el amor vestido de amistad, hermandad o familia, a disponer el espíritu para recibir, para no tener miedo a perder, que la soberbia y el ego se transforme­n en esperanza y libertad. Mi YO confrontad­o reconoce que ha permitido auto agerlarse, ha perdido la concentrac­ión en el aquí y el ahora, por anhelar un pasado o pensar en el futuro, entiende que se ha lastimado tanto que le tiene miedo al amor y sus diversas formas de presentars­e, que le duele entender que no todo lo puede controlar, que quiere paci car cada circunstan­cia que lastima y que la medida del éxito le ha sometido a su intensidad ‘trabajólic­a’.

Mi invitación es a reconocern­os frágiles y humanos, a concederno­s el derecho a la ternura, al perdón, a pedir ayuda y a decirle a quien amamos que si bien no sabemos muchas veces pedir ayuda y somos irritables porque no encontramo­s lenguajes para hacerles entender que les necesitamo­s, que por favor no se vayan, que permanezca­n, que con ellos potenciamo­s nuestras vidas, que se ve todo posible y que llegará el día que logremos encontrar de nuevo ese sendero de esperanzas. A esos seres les digo hoy que no suelten mis manos y por favor borremos lo doloroso y las tensiones para seguir.

Basta de siempre hablar de política, de las noticias, de las tendencias, es bueno hablar de nosotras mismas y desde ahí tejer una humanidad que esté dispuesta a rehumaniza­rse.

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