OBRA PÓSTUMA
Este libro no sirve. Hay que destruirlo». La sentencia, tan clara como luz de mediodía, se impuso en la voz del nobel. Y años después de la muerte del autor, en lo que sus propios hijos han llamado un “acto de traición”, la novela fue publicada. Desde el pasado seis de marzo, fecha de su salida al mercado y del natalicio de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos ha navegado en un océano tan desprovisto de verdades absolutas como cargado de desenfrenados juicios éticos y estéticos que, pertinentes o no, suscita la obra póstuma del hijo de Luisa Santiaga.
El debate moral ha trascendido a otras latitudes que van de lo existencial a lo trivial, y viceversa. La idea de leer a un García Márquez cuya ingeniosa cabeza fue apagándose de a poco por el alzhéimer mientras intentaba seguir poniéndole piso a través de un teclado a lo que en su imaginación de titán se alzaba en forma de relato quizás no resulta convincente para aquellos que, tal vez sin saberlo, creen fervientemente en que un escritor en sí mismo es una obra. «Una vez que hago en mis novelas la última lectura ya no me interesan, el libro es como un león muerto», dijo el pensador de Aracataca en 1989. ¡Qué podemos decir hoy nosotros!
Pero ¿es el compendio de textos de un autor lo que determina su grandeza? ¿O puede ser una sola obra lo que le otorgue o le reste fuerza a su legado? No se puede negar que la aparición en marzo de 2024 de En agosto nos vemos, un libro del que ya se hablaba en los últimos años del siglo XX, es un invaluable destello del brillo que habitó en García Márquez. Y eso está más allá de cualquier consideración que pretenda quitarle peso a la novela o al escritor o a sus hijos por haber hecho posible lo que la editorial Penguin Random House ha denominado “El acontecimiento literario de la década”.
El debate apenas inicia. Habrá millones de discusiones más alrededor de la última novela de García Márquez e incluso alrededor del nobel mismo, ante la exposición de su genialidad vulnerada por los despiadados achaques de la desmemoria. «Escribo para que quieran más. Creo que es una de las aspiraciones fundamentales del escritor», dijo en 1977. De los doscientos cincuenta mil ejemplares que salieron como primera edición de En agosto nos vemos para España y Latinoamérica, de seguro que queda poco o nada. La razón es obvia. Durante toda su vida, García Márquez se aseguró de escribir «para que quieran más» y, a casi diez años de su muerte, está claro que el deseo de leerle sigue vivo.
Durante toda suvida,garcía Márquez se aseguró de escribir «paraquequieran más»y, a casi diez añosdesumuerte, el deseo de leerle sigue vivo”.