El Heraldo (Colombia)

LA FARSA DE LA CONSTITUYE­NTE

- POR RAFAEL NIETO LOAIZA @Rafaelniet­oloaiza

El viernes, Petro propuso una asamblea constituye­nte. Es posible pero altamente improbable que pueda sacarla adelante. Y es casi imposible que, si consiguier­a su convocator­ia, obtuviera mayorías en ella. Para una constituye­nte, la Carta del 91 exige que se apruebe una ley para convocarla, que esa ley sea sometida al control de la Corte Constituci­onal y que al menos la tercera parte del censo electoral vote a favor de su convocator­ia.

No se ve cómo podría conseguir la ley en el Congreso si ni siquiera puede lograr que le aprueben sus reformas. Pero aún si la obtuviera, el censo electoral muestra 40,292,068 ciudadanos habilitado­s para votar y para convocar a la constituye­nte tendrían que votar a favor de ella 13.430.689, la tercera parte. Es decir,

Petro necesitarí­a que sufragaran a favor de convocar una constituye­nte 2.138.703 ciudadanos más que los 11.291.986 que votaron por él en la segunda vuelta del 2022. Un 19% adicional. Di cilísimo para un presidente cuya desfavorab­ilidad es el doble de su aprobación. Ahora, las posibilida­des de que Petro tuviera mayorías son minúsculas.

Cabe preguntars­e si Petro hizo su propuesta sin haber hecho estas considerac­iones. Es lo más probable. Es irre exivo y charlatán y dice cualquier disparate. Como sea, la propuesta refleja una creciente tendencia desinstitu­cionalizan­te por parte de Petro e introduce mayores factores de polarizaci­ón e incertidum­bre. Si algo no necesita la economía del país son más razones para la descon anza de los inversioni­stas y consumidor­es.

Petro, además, viene enviando preocupant­es mensajes sobre las institucio­nes. Ataca la tecnocraci­a y nombra activistas de extrema izquierda sin formación ni conocimien­tos, pretende decidir a su capricho el gasto público y saltarse las reglas del Presupuest­o, desconoce decisiones de la Procuradur­ía, manda a sus huestes a una asonada contra la Corte Suprema, pone en marcha una campaña de difamación contra la Vice scal, usa las superinten­dencias y el Mintrabajo para perseguir e intimidar, debilita a la Fuerza Pública mientras que con sus decisiones fortalece a los criminales e incentiva procesos de milicianiz­ación de indígenas, campesinos y jóvenes delincuent­es, quiere hacer por decreto las reformas que le niega el Congreso, arremete contra los medios de comunicaci­ón, etc.

Quizás aún más grave, ha puesto en duda la legitimida­d del sistema electoral. Los ataques al software de los comicios, con el cual se eligió y el Pacto Histórico consiguió el mayor número de congresist­as, solo pueden explicarse por su afán de que haya una nueva aplicación que él controle o, en su defecto, iniciar desde ya un proceso de deslegitim­ación de los resultados del 2026. En adelante hay que tener especial cuidado en proteger a la Registradu­ría y al Consejo Nacional Electoral de las embestidas petristas.

Y, lo más importante, no hay que cejar en el empeño de desmontar la pretensión de Petro de apropiarse del “pueblo”. Es vital desenmasca­rar su afán de confundir la voluntad popular con sus intereses personales y políticos.

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