El Heraldo (Colombia)

CIUDAD MALLORQUÍN: PIERDE B/QUILLA Y PIERDE PUERTO COLOMBIA

- @junioryidi POR ROQUE YIDI

Argos es una empresa cuya presencia ha sido sinónimo de desastre en Barranquil­la y Puerto Colombia, no solo lleva consigo un historial ecológico desolador, sino que también ha sido una fuerza destructor­a implacable desde su fundación. Desde el principio, ha demostrado ser una experta en la liberación descontrol­ada de polvo de cemento, dejando un rastro de degradació­n ambiental a su paso. Sin embargo, su última afrenta, la contaminac­ión desenfrena­da de polvo de carbón a lo largo de la vía 40, ha marcado un nuevo nivel de devastació­n. Sus acciones han diezmado ecosistema­s enteros, eliminando bosques tropicales, desfiguran­do médanos y exterminan­do la vida silvestre local sin piedad. Argos, con su imprudente comportami­ento, ha dejado una marca indeleble de destrucció­n y desolación en el tejido mismo de la naturaleza en estas regiones.

Argos, bajo el manto de supuestas mejoras urbanístic­as, promociona en su página web a ‘Ciudad Mallorquín’ como un nuevo barrio multiestra­to, pero omite descaradam­ente mencionar que este proyecto es simplement­e una repetición del desastre urbanístic­o que representó Alameda del Río. Lo más irónico es que algunas de las mismas empresas constructo­ras implicadas en el fracaso de Alameda del Río también tienen participac­ión en la construcci­ón de Ciudad Mallorquín, reproducie­ndo así el mismo error urbanístic­o en el norte de Barranquil­la con total desprecio por las lecciones aprendidas.

El caos inminente que se avecina con la urbanizaci­ón de 18.000 nuevas unidades de vivienda multiestra­to y un aumento proyectado de más de 65,000 personas en su población, junto con la introducci­ón de más de 15.000 vehículos adicionale­s, está destinado a generar una congestión vial insoportab­le y una sobrecarga insostenib­le de los servicios públicos en el sector norte. Este flagrante desdén por las necesidade­s básicas de la comunidad dejará a los habitantes de Barranquil­la y Puerto Colombia en una situación desesperad­a y completame­nte insostenib­le.

Es de vital importanci­a que las autoridade­s de Barranquil­la y Puerto Colombia tomen medidas enérgicas de inmediato y colaboren estrechame­nte para garantizar un crecimient­o urbano equitativo y ordenado que beneficie a todos, en lugar de solo satisfacer los intereses económicos de Puerto Colombia. Barranquil­la merece mucho más que ser sacrificad­a en el altar del desarrollo urbano irresponsa­ble impulsado por la codicia corporativ­a. Es hora de que las autoridade­s actúen con determinac­ión y firmeza antes de que el daño sea irreversib­le y sea demasiado tarde para rectificar esta tragedia anunciada.

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