NO SOY LUDITA
Estoy de regreso en el tema de la tecnología, la inteligencia arti cial y su significado para la vida, porque Germán Medina, el Big Bróder que fue capaz de armar un chat con los exalumnos de la Universidad del Cauca, y en una chateada en la que estábamos lloviendo sobre lo mojado, preguntó si yo era ludita, por mi posición frente a estos temas del desarrollo tecnológico y en mi condición de médico. Él es ingeniero electrónico y la de ende.
Le dije que no, por supuesto, porque mi actitud no es la de Ned Ludd, el joven que, supuestamente, rompió dos telares en 1779, acción que sirvió de base para la creación del Ludismo, movimiento de destrucción de máquinas de los artesanos ingleses que protestaron entre 1811 y 1816 contra las nuevas máquinas que amenazaban con dejarlos sin empleo.
Esa no es mi intención, no estoy en contra de la tecnología, como médico, no puedo negar sus bondades y el notorio avance que se dio a nivel de la comprensión de la enfermedad a niveles subatómicos y la creación de estrategias y más aparatos para conocer mejor el origen de los síntomas.
Uno de mis puntos de vista hacia la tecnología es el distanciamiento con el paciente, es inevitable, o atiendes un aparato o lo miras. Los médicos que nos formamos en la vieja escuela de medicina seguimos haciendo diagnósticos sin tantos aparatos. Fuimos formados en la medicina clínica que venía funcionando bien después de varios siglos en los que se constituyó la semiología, la unión de los signos y síntomas de la enfermedad para diagnosticar el trastorno e iniciar el tratamiento.
La tecnología aumentó la precisión diagnóstica en altísimos porcentajes, no se puede negar; permitió la creación de más aparatos según necesidad, para el abordaje de patologías complejas que requieren la creación de nueva tecnología para las nuevas dificultades. De la misma manera, impactó en la farmacología para la fabricación de nuevos medicamentos, que antes eran solo una posibilidad.
Pero no ha aportado mucho a la cosa humana para la relación médico-paciente, que es el pilar de la atención médica en una ecuación de solidaridad ética hacia el padecimiento del paciente, pero con distancia técnica para diferenciar los roles de cada uno. Esto es un punto crítico en las especulaciones acerca de si la máquina puede llegar a sentir como sentimos los humanos, lo cual representaría una competencia muy seria a nuestra condición, y se perdería el sentido del acto médico.
Capítulo aparte es la eterna discusión acerca de quién tiene en su poder el uso de la tecnología y para qué sirve en sus manos. Es el principal motivo de preocupación.