CONTROLAR EL CABILDEO
El cabildeo, o lobby, es una práctica inherente al entorno político. Su definición comprende cualquier intento de un grupo de interés por in uenciar las decisiones del Gobierno, usualmente mediante proposiciones o ajustes a leyes y normas que los bene cien. En una democracia fuerte, esta costumbre puede fortalecer la calidad de las políticas públicas, además de fomentar el debate y la libertad de expresión. Lo malo es que eso no siempre es así, y si no están vigentes unas salvaguardas apropiadas, el cabildeo desmedido puede minar la con anza en las instituciones públicas y terminar favoreciendo a quienes tienen poder económico, en contra del bien común.
A veces el cabildeo cuesta vidas. Los problemas que actualmente enfrenta Boeing, la principal empresa aeronáutica de los Estados Unidos, han vuelto a centrar el foco sobre sus tácticas y estrategias para lograr el favor de los legisladores. Antes de los dos catastró cos accidentes de sus nuevos 737 8 Max, en el 2019 y el 2020, Boeing había logrado la aprobación de una serie de leyes que disminuían el papel del Gobierno en el proceso de aprobación del diseño de nuevas aeronaves. Unas medidas que la Administración Federal de Aviación (FAA, el ente que, entre otras cosas, se encarga de asegurar la calidad de la aviación civil), había advertido que “no eran lo mejor para la seguridad”. Vale la pena recordar que esos dos accidentes no fueron causados por errores humanos, sino por un software defectuoso que había sido instalado sin el conocimiento de los reguladores –FAA– y que tampoco se mencionaba como correspondía en el manual de vuelo de las naves.
También ha sido divulgado que una parte de los salarios que reciben los funcionarios de la FAA son pagados por Boeing, que, además, tiene la potestad de hacer recomendaciones sobre las remuneraciones que reciben dichos funcionarios. Es decir, por medio de su gran influencia sobre el poder público, Boeing fue poco a poco ganando un dominio significativo sobre las decisiones concernientes a la seguridad aérea, propiciando un escenario de libertad de controles que eventualmente causó 346 víctimas mortales.
En Colombia no nos libramos de esos fenómenos. Hemos aceptado que quienes aportan dinero a las campañas luego vean compensado su apoyo mediante significativos contratos, y que, en algunos casos, fabriquen leyes a su medida. Ha pasado desde siempre y probablemente seguirá pasando. Como lo mencioné anteriormente, lo malo no es el cabildeo como práctica, lo malo es que se salga de control o que se limite a ser un intercambio monetario. En ese sentido, me temo que nuestra regulación todavía se queda corta.
Lo dije anteriormente. Lo malono es el cabildeo como práctica, lo malo es que se salga de control ose limi tea serun inter cambio monetario”.