El Heraldo (Colombia)

ESE MAN NO ES REY

- POR ALBERTO LINERO @Plinero

Me preocupa cuando la gente afirma que Jesús es rey, porque creo que lo están entendiend­o desde la perspectiv­a de los reyes que han conocido en la historia de la humanidad. Líderes llenos de poder que someten a los demás y viven para ser alabados y aplaudidos por sus conquistas. El Jesús que entra a Jerusalén montado en un borrico (Marcos 11,1-10) y es proclamado rey por aquellos de la periferia que han peregrinad­o hasta la ciudad santa es un rey peculiar: está montado en un burro (Zacarías 9,9), no tiene una corte especial que aparte a la gente, no reclama ningún poder político para sí mismo. Creo que es una típica acción simbólica del autor del Evangelio. Quienes conocen el Antiguo Testamento encuentran las marcas que revelan el mensaje que se quiere transmitir (2 Reyes 9,13; Salmo 118,25-26; Génesis 49,11; 2 Samuel 7,12-13). Jesús es el Mesías, pero no el mesías político y poderoso que esperaban, sino uno que ha entendido que solo se puede liderar verdaderam­ente si se sirve, ama y ayuda solidariam­ente a los demás.

Esta sociedad no ha comprendid­o el mesianismo de Jesús. Las muestras de poder que exhiben los líderes religiosos de todas las denominaci­ones así lo confirman. El sentido de la vida no está en acumular y exhibir dinero, poder y fama, ni en someter a otros para que nos sirvan y nos declaren poderosos. El mesías Jesús quiere mostrarnos que es en el desapego de lo que esta sociedad considera absoluto, en la justicia que esta sociedad confunde con venganza, en la comunión de los diferentes y no en la uniformida­d, en el servicio desinteres­ado e inclusivo, donde está lo que Dios quiere de nosotros. Mientras creamos que hay una élite de humanos sagrados, lugares bendecidos por Dios y otros ignorados por él, que hay que darle lo mejor a Dios en piedras preciosas y dinero y no entregarle lo único que quiere, que es nuestro corazón, no habremos entendido el mesianismo de Jesús y volveremos a crucificar­lo.

Pero esto no ocurre solo en la comunidad de fe, también en los espacios políticos. Max Neef tenía razón: no importa quién tenga el poder si el poder sigue siendo lo mismo. La única posibilida­d de vivir de otra manera es entender que el poder es servicio y no sometimien­to. Mientras los líderes crean que el poder es para ser famosos, ser adulados, tener riquezas y vestir con lo mejor, todo seguirá igual, sin importar a qué partido pertenezca­n. Y, por supuesto, seguirán crucifican­do a Jesús, ya no al Hijo de María en su carne, sino en los niños pobres sin oportunida­des que mueren de hambre, en la gente que no tiene acceso a la salud y en todas las injusticia­s que existen.

No importa quién tenga el poder si el poder sigue siendo lo mismo. La única posibilida­d de vivir de otra manera es entenderqu­e el poderes servicio y no sometimien­to”.

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