El Heraldo (Colombia)

“El ciudadano debe saber que jueces, fiscales y los abogados se controlan”

El magistrado sabanalarg­uero, de 43 años, asegura que la alta instancia apunta a interactua­r más con las regiones.

- POR REDACCIÓN JUDICIAL/CNDJ @elheraldoc­o

El nuevo vicepresid­ente de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, el magistrado Mauricio Fernando Rodríguez Tamayo, es abogado de la Universida­d Libre de Colombia, especialis­ta en derecho disciplina­rio de la Universida­d Externado, magíster en derecho administra­tivo en su alma

mater, y doctor en derecho. Fue conjuez de las secciones Segunda y Tercera del Consejo de Estado, árbitro del Centro de Arbitraje y Conciliaci­ón de la Cámara de Comercio de Bogotá y del Centro de Conciliaci­ón y Arbitraje de la Cámara de Comercio de Barranquil­la y ha desempeñad­o la docencia. Autor, además, de varias obras sobre la rama judicial.

Es nacido en Sabanalarg­a, Atlántico, y con 43 años de vida con‰rma con cada palabra que lo suyo, desde muy niño, fue el derecho.

¿Desde cuándo comenzó su inclinació­n y pasión por el derecho? ¿Cuándo sintió que era lo suyo?

Desde muy temprana edad, en realidad yo diría que desde los 10, 11 años. Creo que desde el colegio y cuando estudiaba el bachillera­to tenía las conversaci­ones con los compañeros, en las discusione­s decían: “Mauricio, tú tienes alma de abogado”.

Entonces, a partir de esa experienci­a y tal vez hasta un deseo lejano de mi padre, que en paz descanse, in”uyó también en la posibilida­d de ser abogado. Mi papá siempre tuvo el deseo de ser abogado, pero no lo pudo lograr y siempre me impulsó a que yo lo hiciera.

Llega el grado del bachillera­to. ¿Cómo fue esa decisión de querer entrar a estudiar para ser abogado?

Sí, en realidad yo venía trabajando en esa idea. En el colegio San Francisco, de Barranquil­la, nos hicieron pruebas vocacional­es, en las que uno contestaba preguntas y al ‰nal arrojaba unos resultados. Primero, me decía que yo debía ser abogado; luego licenciado en sociales, estudiar ‰losoœía, y la última opción era estudiar comunicaci­ón social y periodismo.

¿No salió sacerdote, como el tío?

Durante alguna época de mi vida tuve como ese llamado, esa inclinació­n; creo que él guardó la esperanza de que eso se diera, pero no. Al ‰nal decidí ser padre, pero de familia.

Él era una persona muy querida en el pueblo —estamos hablando de una Sabanalarg­a en los 80, los 90—. Cuando terminaba su misa, se iba a las afueras de la casa cural y atendía a la gente que pedía su opinión y hablaba con todos. Y eso me hacía entender la manera como él se relacionab­a y escuchaba a las personas. Cumplía una función muy parecida a la del abogado, desde su punto de vista religioso, daba consejos, orientacio­nes.

Al ‰nal todos los abogados como jueces, servidores públicos, profesores, como litigantes, lo que tenemos que hacer es servir a la gente.

¿Cómo fue la vida universita­ria de Mauricio Rodríguez?

Muy grata, la verdad. La Universida­d Libre fue el escenario para conocer a grandes profesores a quienes les tengo una inmensa gratitud. Allí recibí los conocimien­tos necesarios para salir a la calle a ejercer mi profesión. Allí labré mis grandes amistades, mis dos grandes amigos de toda la vida.

Creo que disfruté mucho mi carrera universita­ria porque me entregué a prepararme. Por eso le digo a mis estudiante­s de derecho y lo escribo en mis redes sociales, y cuando piden consejos, que, “cuando se está en la universida­d y tienen la posibilida­d de estudiar sin la necesidad de trabajar, como a muchos les toca, pues su trabajo es ese: dedicarse a formarse, a preparar sus exámenes”.

No se trata tampoco de que cuando se trabaje no es que no se pueda estudiar. Se puede hacer, pero se tendrán mayores di‰cultades.

¿Por cuál área del derecho sintió inclinació­n?

Mi tendencia fue hacia el derecho público, al derecho administra­tivo. Siempre me gustó estar al lado del Estado. Y eso me llevó a transitar por varias partes: la contrataci­ón estatal, la defensa judicial ante la jurisdicci­ón contencios­o-administra­tiva. Y por ese recorrido terminé metido, afortunada­mente, porque como les dije no hay nada fortuito, en el derecho disciplina­rio. Comienzo a ver que hay un sistema de control, que es el disciplina­rio y a partir de allí me intereso por estudiarlo, me especializ­o en derecho disciplina­rio y termino haciendo una tesis doctoral en este campo. Eso me ha permitido hoy en día, por ese amor al derecho público, estar aquí en la magistratu­ra, como integrante, orgullosam­ente, de la jurisdicci­ón disciplina­ria.

¿Qué papel ha jugado la docencia en su vida?

Es muy importante para mí. La posibilida­d de poder enseñar es importante, de compartir informació­n y conocimien­to es esencial. Esa es la manera como uno puede ser mejor como juez. A través de las clases, escribir un libro, ir a las charlas, estudiar; eso forma y entre mejor formado puede estar un juez tendrá más insumos para desempeñar su labor y tomar decisiones.

¿Profesor cuchilla o relajado?

La academia exige rigor. Más que una calificaci­ón es que la gente aprenda. El abogado debe saber ubicarse en el contexto de su profesión. No se trata de que el abogado se sepa de memoria las leyes, artículos, números de las sentencias, sino que sepa de qué se le está hablando, que conozca dónde conseguir la informació­n que necesita para servirle a su cliente. El abogado tiene que estudiar no para ganarse el examen. El abogado tiene que estudiar para que su cliente no pierda la libertad, no se le vulneren sus derechos, ni pierda su vida. Esa es la gran responsabi­lidad que tenemos todos los abogados en una sociedad.

Usted fue árbitro nacional de la Cámara de Comercio ¿Qué recuerda de ese paso laboral?

Es muy interesant­e. La vida me iba preparando para este cargo, así lo veo. Todo toma su curso desde 2019, cuando me eligen conjuez de la Sección Segunda del Consejo de Estado; árbitro de las cámaras de comercio de Bogotá y de Barranquil­la; y luego cuando soy conjuez de la Sección Tercera del Consejo de Estado.

Es la posibilida­d de que un particular, que no es una autoridad propiament­e pública, pueda resolver conflictos. Aprendí a conocer las posiciones de las partes desde otra óptica. Siempre fui hasta ese momento litigante, asesor, nunca me había tocado tomar decisiones en calidad de juez; allí las tomé. Y ese recorrido me preparó luego para el camino que hago en este momento. Igual como conjuez. Creo que fue enriqueced­or lo de ser árbitro y me permitió llegar a entender y a formar para el hoy.

¿Cómo se ha logrado ese respeto y ser referente en las altas cortes?

Pienso al final cómo la sociedad, la comunidad académica y los grupos de interés puedan ver el trabajo que realiza el funcionari­o judicial. Y pienso que son ellos quienes tienen la palabra frente a ello. Desde mi punto de vista lo importante es hacer las cosas bien, con mucha dedicación, estudiando a fondo los casos, siendo consciente de la gran responsabi­lidad que uno tiene. Esa es la principal labor que tenemos como jueces: tomar decisiones apegados a la ley, a la Constituci­ón, a la jurisprude­ncia. Y siempre estar en constante búsqueda, de aprender, de formación, de hacer el trabajo lo mejor posible. Tomar decisiones no es una labor sencilla, exige un compromiso muy importante de todos los involucrad­os en ella. El buen trabajo es importante y al final tener claro que como ma

Siempre aprovecho mucho de mis vacaciones y mi esposa, muy querida, me acompaña al igual que mis hijas”.

“El ciudadano debe saber que jueces, fiscales...”

gistrado las decisiones no son de uno, son de las corporacio­nes, como aquí en la Comisión Nacional de Defensa Judicial.

¿Cuál es el reto de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial para este 2024?

Creo que hay muchas cosas por hacer. Institucio­nalmente, desde el primer momento, la corporació­n y sus magistrado­s se han dado a la tarea de fortalecer la comisión, primero frente al ciudadano, que este sepa, conozca que hay una institució­n prevista para controlar la labor profesiona­l de los abogados, de los jueces, scales y empleados judiciales. Lo segundo, por supuesto, generar conanza. Nosotros como servidores públicos e institucio­nalidad debemos estar comprometi­dos con ello.

En cuanto a labores judiciales, la corporació­n ha venido trabajando en varias líneas, como la de construir un precedente judicial, una jurisprude­ncia sólida que dé certeza a los distintos magistrado­s de la jurisdicci­ón y a los sujetos disciplina­bles sobre la manera cómo se aplican las normas que regulan el ejercicio de la actividad profesiona­l del abogado, jueces, fiscales y empleados judiciales, y también fortalecer­la con los recursos humanos.

Este año nos encontramo­s como nuevos dignatario­s de la corporació­n. Conversand­o con nuestro presidente, doctor Alfonso Cajiao, él comparte algunas inquietude­s conmigo, como seguir teniendo esa interacció­n con las regiones, con la academia y con los grupos de interés de la jurisdicci­ón disciplina­ria. Y es un tema que estamos trabajando y que muy segurament­e tendremos un plan, que nuestro presidente está construyen­do, y él cuenta decididame­nte con mi apoyo y de todos los demás integrante­s de la Corporació­n.

¿Se es feliz en un cargo de estos? ¿Qué hace en su tiempo libre?

Lo de ser feliz siempre he aplicado la frase que “uno se hace su propia vida”.

Y depende de sus gustos y uno tiene que hacer lo que a uno lo hace sentir bien. Tengo el apoyo de mi familia, soy muy feliz con mi esposa, con mis hijas, y creo que todo eso ayuda para que uno tenga un necesario equilibrio, para poder cumplir su labor. Yo creo que uno, al nal, independie­ntemente de la labor que desempeñe, como abogado, como magistrado, como juez, como profesor, como litigante, debe cumplir una máxima: mi tío nos decía que “lo mejor que uno puede hacer en la vida es ser buena persona”. Entonces, mis raíces costeñas inŠuyen en que me gusta cantar, me gusta estar tomando del pelo, cuando la situación lo permite, por supuesto.

Me desestresa la música, me encanta. La escucho cuando voy en el carro, los nes de semana. Y cuando tengo alguna situación que me genera estrés lo que hago es cantar. No soy gran cantante, ni tengo gran voz, pero eso me ayuda y me mantiene, como digo yo, en mi momento, bien. Me gustan los clásicos vallenatos, las poesías vallenatas, como las llamo. A mi esposa le dediqué muchos y le sigo dedicando y el que más me gusta es Venceremos, de Miguel Herrera, que dice: “Nuestro amor es tan grande como el universo… que no encuentro palabras para describirl­o (…) Unidos ante el mundo, los dos venceremos… eso es a lo que tus padres les quiero decir… que es tan grande el amor que por ti yo siento…que hasta después de muerto volvería por ti…” Es una canción muy linda, poesía pura.

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/ Foto Cortesía Mauricio Rodríguez Tamayo, vicepresid­ente de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial.
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Uno de los libros escritos por el magistrado sabanalarg­uero.

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