Idiosincracia caleña
Foráneos deben amoldarse ala cultura local y no al revés.
Uno de los caracteres distintivos de los caleños es que cuando acordamos sacar adelante causas de interés general, lo conseguimos; próceres locales (1810) ofrendaron sus vidas como precursores independistas asegurando educación pública gratuita con la fundación del primer Colegio Republicano de Santa Librada (1823), próximo al bicentenario. Aportamos basamentos claves a la Carta Magna de 1886 concatenando ventajas geo-políticas para crear el Departamento del Valle (1910) que nos sacudió del Estado “Soberano” del Cauca, superando con creces a Buga y Popayán. La puesta en marcha del Ferrocarril División Pacífico (1915) permitió conectarnos con el país y el mundo. Estímulos tributarios (1955) a empresas nacionales y extranjeras incrementaron empleos estables y viviendas propias, originando nuestra clase media.
La triple mixtura étnica ancestral fue formando nuestra condición raizal de seres afables, francos, alegres, serviciales, solidarios, organizados,….. En 1967 convencimos en Winnipeg Canadá que una urbe subdesarrollada podía convertir a la Sultana Celeste en Capital Deportiva Continental; no hubo habitante que rechazase ser comedido durante los VI Juegos Panamericanos de 1971. Acuñamos “Caleño es el que vive en Cali” para generar sentido de pertenencia al siempre bienvenido.
Ese modo de ser especial que nos distinguía se ha venido diluyendo porque la orden perentoria que la Constitución vigente (1991) encomendó (art. 41) a todas las instituciones de enseñanza de impartir instrucción cívica, fomento a principios, valores y prácticas democráticas, no ha encontrado acogida entera en el sector público; para muestra, gran parte de educadores afiliados a Fecode prefieren el programa “gremial” de un Estado hegemónico, en contracorriente con nuestra democracia que es pluralista y participativa. Subsidiariamente, los jóvenes patrulleros policiales no ilustran pero sí chatean y los guardianes distritales solo acatan a sus padrinos, mientras por las calles se pavonean.
La administración debe planificar que migrantes y residentes incorporen en sus hábitos normas elementales de interacción social armónica, ya sea porque no las saben o no miden las consecuencias de sus comportamientos o no les importa respetar derechos individuales y/o colectivos; a veces nos sentimos extranjeros en patio propio con tanto indolente y desadaptado, no solo en barrios sino en cualquier lugar.
No es oposición al desplazamiento masivo que ha hinchado la Capital Mundial de la Salsa, es la ausencia de liderazgo oficial para que buenos modales y sanas conductas sigan siendo típicas en el nuevo Distrito. Deterioros morales y éticos deben erradicarse en menores, juventudes y ciudadanos.
Si el burgomaestre repitente dispuso recursos para cartillas sexuales infantiles de género en su primera ronda, editen el “Manual de Urbanidad Caleño”, adecuado a nuestras circunstancias, articulado con videos, intervenciones de pedagogos a padres de familia, educandos, líderes sociales, funcionarios, usuarios... No es una campaña. Es enlazar permanentemente el rescate con el afianzamiento de las índoles naturales y esenciales de la caleñidad. Convoquen abiertamente perfiles idóneos, no solo la rosca.