Especial Regional Revista Semana
Territorio con visión
Barranquilla y el Atlántico se proyectan frente a algunos de los temas más importantes hoy en el mundo.
Un cambio en el modelo económico, el mejoramiento en los indicadores de gobernabilidad y una alianza público-privada para proyectos de gran impacto. Así son hoy Barranquilla y el Atlántico.
Barranquilla y el Atlántico se perfilan como la capital del Gran Caribe. Un territorio en movimiento y con crecimiento que trabaja por convertirse en el núcleo energético de la región (offshore - energías renovables), en ser el destino ideal para el desarrollo de eventos e inversiones; y en fortalecer la innovación, el desarrollo de tecnologías y los nuevos negocios.
Teniendo en cuenta este escenario es oportuno analizar cómo ha sido el comportamiento de la capital del Atlántico en las últimas tres décadas, y cuáles son sus proyecciones futuras de acuerdo con los indicadores que le miden el pulso.
“Hace 30 años muy poca gente creía en Barranquilla; eso se reflejaba en los precios de la vivienda, por debajo de los de muchas ciudades. Hoy, la finca raíz se ha valorizado, incluso más que en Cartagena. Hace 30 años ni se pensaba a Barranquilla como destino turístico y eso ya es una realidad”, expresa Adolfo Meisel, economista, codirector del Banco de la República y próximo rector de la Universidad del Norte. Y agrega que la Puerta de Oro de Colombia fue, desde 1870, y hasta mediados de la década de 1940, la ciudad más próspera y de mayor crecimiento del país. Pero explica que entre los años cincuenta y ochenta se estancó.
“El río, que había sido el eje de las comunicaciones en Colombia, perdió protagonismo con la apertura de carreteras y el Canal de Panamá, lo que se reflejó en la desaceleración en el crecimiento y protagonismo que ocupaba la ciudad en la década de los cuarenta”, explica Meisel.
Para dinamizar la economía y acelerar el crecimiento fue necesario que confluyeran varios factores. Al cambio de modelo nacional de crecimiento económico y del proteccionismo que privilegiaba al centro del país, se sumó el hecho de que el café dejó de ser la base de las exportaciones colombianas; esa descentralización le sirvió a la ciudad porque ahora le llegan recursos públicos para impulsar otros sectores.
Hoy, se vive una nueva era. Rocío Mendoza, directora del programa Barranquilla Cómo Vamos, explica que la gobernabilidad ha sido un logro de las últimas administraciones, en cumplimiento de las metas establecidas en los planes de desarrollo y el aumento de la inversión pública. En el informe Barranquilla
Cómo Vamos 2008-2016, al comparar las inversiones se observa cómo el Distrito incrementó el monto destinado a educación y salud con recursos propios. En 2016 sobresalen las áreas de equipamiento, promoción del desarrollo, atención a grupos vulnerables y transporte, que en 2008 no tenían mayor participación. Los demás sectores, en esos ocho años, pasaron de representar el 1 por ciento del total del presupuesto al 11 por ciento.
“En términos globales, los principales indicadores sociales y económicos han progresado. La ciudad ha avanzado en la superación de la pobreza y ha mantenido la buena dinámica de su mercado laboral; la salud y la educación van encaminadas, con buenos resultados. Sin embargo, aún debe mejorar en movilidad y seguridad”,
sostiene Mendoza.
Otro factor clave ha sido el trabajo público-privado para sacar adelante proyectos de gran impacto económico. “El binomio empresa-estado ha traído beneficios, y podrían ser mayores si los diferentes grupos de la sociedad civil desempeñaran un papel más protagónico en la toma de decisiones de ciudad y la blindaran de los embates de malos gobiernos. Esto ya lo vivimos y fue nefasto”,
asegura la directora del programa.
Por su parte, Alberto Vives, gerente de la Asociación Nacional de Industriales (Andi) para Atlántico y Magdalena, asegura que Barranquilla, a 30 años, además de apuntarle a ser una capital energética desde la industria offshore y de energías renovables, busca transformarse en una smart city
donde la inversión social, las comunicaciones y la infraestructura confluyan con un desarrollo económico sostenible.
“El objetivo es que la ciudad sea un lugar agradable para el habitante y, a la vez, un territorio para que los extranjeros, turistas y empresarios vivan una experiencia atractiva, pero también productiva; tenemos que ser cada vez más rentables e incluyentes. En la medida en que tengamos más inversión gruesa, generaremos más empleos de calidad. Esa es la visión que tiene Álex Char desde la Alcaldía, y es una visión conjunta con el sector gremial y empresarial”, reconoce Vives.
El Atlántico tiene una economía en crecimiento. En 2016 el PIB departamental registró un crecimiento de 4,1 por ciento por encima del promedio nacional y de las principales ciudades.