Julián HÓMEZ
23 años, estudiante de biología de la Universidad Nacional
yo no salí del clóset, me sacaron. Tenía 15 años y mi familia no sabía. Había un tipo detrás de mí, con quien nunca pasó nada, y fue quien contó. Fue un momento muy complicado en la casa porque en una discusión con una de mis hermanas hubo agresión física porque yo la estaba reteniendo para que no le dijera a mis papás. Pasó una patrulla de policía y, como yo era menor de edad, terminé en Bienestar Familiar durante un mes. Al volver, mi papá me dijo que no había ningún problema, que él seguía siendo mi papá. Mi mamá, en cambio, lo tomó bastante mal, lloraba todo el tiempo. Cuando uno sale del clóset es un duelo para la persona pero también para su familia. Para mí fue un cambio de chip, realmente me sentía libre y dejé de experimentar esa presión en el pecho.
”En ese entonces me describía a mí mismo como homosexual, a pesar de que me atraían las chicas, salía con ellas y disfrutaba del proceso de cortejo. Hace dos años, cuando entré a Gaeds UN, el grupo de apoyo y estudio de la diversidad de la sexualidad de la Universidad Nacional, fue cuando me reconocí como bisexual. Acababa de salir de una relación poliamorosa con dos chicos y estaba con mis mejores amigos haciendo un ejercicio de introspección. Ahí me di cuenta.
”Si ya definirse gay en este país es complicado, hacerlo como bisexual es mucho más difícil, porque la gente dice que no existimos, la visibilización es mínima y se cree que no somos monógamos y que tenemos muchísima más oportunidad en el mercado. Eso no es cierto. Todas las orientaciones están muy bien definidas, la bisexualidad no. Si estás con una chica, pasas como heterosexual, y si estás con un chico, como homosexual. La bisexualidad no es un punto medio, hay que entender eso, se trata de con quién tienes afinidad romántica y sentimental. Me gusta mucho la descripción que hace mi mamá: 'No fue salir del clóset para volverme a meter, sino dejar la puerta abierta; no cerrarla'.