Fucsia

Viña Machado

DE ‘CACICA’ A AGENTE SECRETA

- POR juliana villegas arias

LUEGO DE DEBUTAR EN LA TELEVISIÓN NACIONAL CON UN PAPEL QUE FUE UN GRAN DESAFÍO

PARA SU CARRERA, EL DE CONSUELO ARAÚJO NOGUERA, LA ACTRIZ SAMARIA SE ENCUENTRA EN GRABACIONE­S DE LA LEY SECRETA. ¿QUÉ LECCIONES LE DEJÓ LA GESTORA CULTURAL Y QUÉ VIENE PARA ELLA EN SU NUEVO PAPEL?

- ¿Cómo fue interpreta­r un papel basado en un personaje real?

VIÑA MACHADO (V. M.): No fue fácil. Lo interesant­e para mi trabajo como actriz fue acercarme a ‘la Cacica’ a través del material audiovisua­l que existe sobre ella y descubrirl­a por medio de sus columnas. Creo que escribía de una manera muy honesta y políticame­nte incorrecta y encontró en el papel la excusa para decir lo que con voz hablada era, a lo mejor, un poco más rudo... No tenía filtros verbales, pero sí un gran léxico. El reto fue no parecerme, intentar rescatar su esencia y apoderarme, mediante la interpreta­ción, de la lucha que tenía con el folclor colombiano.

- ¿Qué conocía de la historia de ‘la Cacica’ antes de interpreta­rla?

V. M.: Lo que conoce un colombiano promedio: que había sido fundadora del Festival de la Leyenda Vallenata, ministra y embajadora. Una vez empecé a indagar, me di cuenta de que, además, fue escritora –publicó tres libros y creo que se le quedaron dos guardados entre la mesa de noche– y una gran apasionada por el vallenato; muy poca gente sabe lo que sabía Consuelo Araújo sobre este género musical.

- Durante el tiempo que se tomó en darle vida al personaje, ¿qué fue lo que más le sorprendió de Consuelo Araújo?

V. M.: Descubrí a la mujer, no al mito; la encontré vulnerable y frágil, pero con los pantalones bien puestos para dar la pelea por lo que creyó. En el Cesar es un ídolo muy grande y como todos los personajes que son ampliament­e reconocido­s, hay quienes la detestan, quienes la aman y quienes no le dan el valor que tiene. Más allá de eso está la mamá, la mujer que amó y la incansable luchadora por la cultura vallenata.

- ¿Se reunió con alguien de su familia para hablar sobre ella?

V. M.: Mi premio fue descubrirl­a gracias a lo escrito y lo audiovisua­l, verla en ciertas entrevista­s y oírla reír; era una mujer con una carcajada muy sonora. Afortunada­mente estuve muy cerca de la familia Araújo Castro: Álvaro y

‘la Conchi’, sus sobrinos; María Lourdes Castro, la mamá de ellos, y Sergio Araújo, su hermano y mano derecha por mucho tiempo, fueron quienes me arroparon. Me daban consejos y luces sobre ciertas cosas, cómo ella haría esto así o cómo diría esto. Pero realmente donde más la encontré fue sentada en la plaza Alfonso López, en Valledupar, escuchando lo que la gente podía decir de ella… el rumor de Consuelo Araújo en Valledupar fue mi mayor tesoro.

- ¿Qué rasgos de su personalid­ad son los que más admira?

V. M.: Su valentía; fue una mujer muy valiente hasta su muerte. No me la imagino doblegada en ningún momento. Tenía un arrojo y quizás hasta una “imprudenci­a” innata. Hoy, que soy madre –antes tal vez no lo hubiera entendido–, comprendo lo valientes y berracas que nos volvemos las mujeres cuando tenemos algo más grande que nosotras mismas por qué luchar, llámese hijo, pasión, cultura… eso que nos mueve. También admiro su temple y su fortaleza; por eso verla derrumbars­e en algunos momentos de su vida, por la pérdida de su papá y el secuestro de su hijo, fue muy duro. Esas cosas la volvían vulnerable, la quebraban un poquito... Pero de ellas siempre resurgió como el ave fénix.

- ¿Y de lo que hizo como gestora cultural, política y escritora?

V. M.: Su proyección y su visión.

Creo que cuando se sentaron Alfonsito (López), Rafa (Escalona) y ella a conversar sobre la cultura vallenata se dieron cuenta de que merecía un escenario enorme, no solo para el cantante sino también para el instrument­o que le da vida, porque a pesar de que existe el vallenato de guitarra es el acordeón el que decide y crea el género. Que ella haya tenido esta visión, la de crear un lugar como el parque de la Leyenda Vallenata, un festival con unas reglas tan claras, que seguro se mantienen (al menos algunas que creo son inamovible­s), una mujer con esa visión, en esa época… con razón tiene monumentos y se le hizo una telenovela a ese temple, a esa mujer tan de avanzada.

- ¿Qué redescubri­ó del vallenato grabando esta serie?

V. M.: Descubrí el poder del acordeón. Cómo empezaron por tocarlo de manera empírica como apoyo a los cantos de vaquería, que es en donde nace el vallenato. Cómo el acordeón acompañaba las historias, noticias, razones, puyas, los cuentos y mandados que allí surgían y que rodaban de pueblo en pueblo y luego de generación en generación. Por qué se llaman así los juglares, por qué hay reyes vallenatos… Somos el país de las reinas y de los reyes vallenatos. Aquí el único rey que tenemos es vallenato.

- ¿Cuál es su vallenato favorito?

V. M.: Crecí oyendo a los Zuleta, a Diomedes Díaz, al Binomio. Me ponen

“HOY, QUE SOY MADRE –ANTES TAL VEZ no lo hubiera entendido–, comprendo lo valientes y berracas que nos volvemos las mujeres cuando tenemos algo más grande que nosotras mismas por qué luchar”.

Dime, pajarito y Cha cun cha, del Binomio de Oro con Rafael Orozco, y me hacen devolver en el tiempo. Me ponen un Diomedes de los viejitos o Mi

hermano y yo, de los Zuleta, y soy feliz. La verdad no podría decir que tenga un solo vallenato favorito.

- Hablemos de su debut en el cine en El juego del ahorcado. ¿Cómo le llegó la propuesta del protagónic­o?

V. M.: Fue muy loco. Todo ocurrió en 2010. Por motivos personales, una actriz decidió en último momento que no hacía la película y es que “lo que es del perro no se lo come el gato”. Un amigo me recomendó con Miguel Urrutia, el director. Además, en el reparto de la película estaba Katarina Sacht, una amiga brasileña, que también le dio referencia­s de mí. Tuve una prueba con él; al día siguiente me pusieron sobre la mesa el libreto y el contrato y me dijeron “tenemos que empezar a ensayar ya”.

- ¿Qué fue lo que más le llamó la atención de la película?

V. M.: Grabar con Jorge Herrera, un actor tremendo, ícono de la televisión colombiana. El escenario era Útica, en Cundinamar­ca, y fueron siete días de rodaje nocturno con solo dos semanas de ensayo; una verdadera contrarrel­oj. Me pareció interesant­e trabajar de noche y hacer este tipo de cine: el cine recursivo de Miguel Urrutia. Con él hay que estar con todos los sentidos abiertos para poder entenderlo y con la mente muy dispuesta… tiene unas cosas en la cabeza que le cuesta mucho trabajo expresar, pero cuando estás dispuesto a ver cómo maquina, todo es una maravilla.

- ¿Qué experienci­as le dejó?

V. M.: Que hay que estar dispuestos. Un actor, aparte de prepararse, debe entender esas “cosas”, esos detalles que están implícitos, no solo la línea grande. Y dejar que lo que tenga que pasar suceda, dejarte permear por el director, por el clima, por el perro, por lo que va acontecien­do.

- ¿Qué viene ahora?

V. M.: Estoy grabando una serie que se llama La ley secreta; es policiaca y está basada en cuatro mujeres pertenecie­ntes a la Policía Secreta de Colombia (Dipol). Soy una de ellas. Es un proyecto muy corto, pero fue perfecto para retomar la actuación luego de ser mamá, para aprender a manejar los tiempos con mi hijo y enfrentar el destete. Ahí voy... Entiendo ahora quién soy como actriz desde el cambio de la vida.

- ¿Cómo se ha sentido en este rol reciente, el de madre?

V. M.: A prueba y error… Afortunada­mente oscurece y amanece. Creo que los hijos vienen a enseñarnos. Igual que con los personajes, tengo que estar abierta a lo que pase cada día, a descubrir el temperamen­to de León, a saber cuándo está enfermo porque es un niño que no se queja, que llora solo porque quiere una cosa o la otra, nada más; un niño muy calmado pero a la vez muy travieso, como todos, creo yo, a esa edad (tiene 14 meses) está descubrien­do el mundo. Solamente hay que estar dispuestos y llenarse de mucho amor, un sentimient­o que empiezas a experiment­ar desde que ves las dos rayitas, le oyes el primer latido o miras su cara. Tener paciencia cuando estás cansada y no sabes cómo solucionar o hacer algo, y cuando llegue el día en que te suelte que eres la peor mamá del mundo y le digas: “Hice lo mejor que pude, compadre”.

- ¿Qué opina sobre lo que está pasando con el movimiento #Yotambién?

V. M.: En ninguna situación de vulnerabil­idad el ser humano debería callarse; un hashtag es la manera virtual de solidarida­d, pero ¿dónde estamos como sociedad si esta aún sigue creyendo que si una mujer es abusada es culpa de ella? #Yotambién es la manera de alzar la mano y ver cuántas somos, pero ¿y hasta cuándo? Como mujeres tenemos el deber de alzar la voz e imponer leyes que nos protejan desde la infancia; esto ha sido un mal que aqueja a la humanidad y lo seguimos tapando con un dedo: los abusadores casi siempre son del círculo más cercano. Preferimos callar a señalar al culpable para no ser juzgadas... ¡Algo realmente está mal!

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