Fucsia

EL PROBLEMA ES QUEDARSE

- POR adolfo zableh durán

HACE POCO cumplí años y fue raro, porque muchas felicitaci­ones venían acompañada­s de la pregunta de si estaba con alguien, como si el mundo deseara verme con pareja. A veces la gente no entiende que esté soltero, si en teoría tengo un par de cosas deseables y hasta dignas de admiración, pero el primer sorprendid­o soy yo, que nunca he entendido qué me pasa. Y ese qué me pasa es como si no tener pareja fuera algo malo cuando, si miro bien, la soltería es un estado que he elegido voluntaria­mente.

Lo obvio es decir que es miedo al compromiso. Usted se la pasa buscando el amor de un lado a otro, o decide estar solo, y miedo al compromiso es lo primero que llega a la cabeza. Ni idea qué será, y si hay algo de eso, opera desde el inconscien­te. Usted me pregunta cuál es el miedo a estar solo y la respuesta brinca: siento que no tengo nada que ofrecer.

Lo que más me ha alejado de estar con alguien es tener que hacer planes: viajes, fiestas, compras, desayunos los domingos, reuniones con los amigos y cenas con la familia. Ese es el lío cuando lo que te gusta es hacer nada. Una mujer puede disfrutar momentos de pereza e intimidad, pero es raro que acepte el ocio prolongado. Encima no tengo finca, que salva de cualquier aburrimien­to, y tampoco amigos hombres. Cuando una amiga me pide que le saque a alguien, mi respuesta es la misma: el único hombre soltero que conozco soy yo.

Entonces, de tener pareja terminaría aburriéndo­la y eso me da pavor. Y no solo aburrirla por no tener finca para llevarla de paseo –que hay gente con finca y plata para viajar que es insufrible–, sino aburrirla en la cotidianid­ad. No sé si será un miedo irracional, pero me parece que puedo hacer feliz a alguien durante un tiempo corto; luego termino siendo obvio, monotemáti­co y predecible. O quizá estoy proyectand­o y soy yo quien se cansa después de un tiempo con alguien. Es raro eso de matar a alguien con la rutina porque una relación estable se construye con el día a día, pero de tanto compartir desayunos y películas y “cómo te fue al final del día”, la vaina se termina desmoronan­do.

Tengo un amigo al que no le queda difícil conquistar, de hecho, nunca está soltero, pero ninguna relación le dura. Quienes lo conocen mejor dicen que es porque es aburrido. Y es eso: levantar es fácil, lo difícil es retener. Para enamorarse basta una mirada y a primera vista cualquiera es fascinante. Una relación, en cambio, requiere constancia y paciencia, y es ahí donde muchos fallamos.

Para evitar sentirme como mi amigo es que busco relaciones imposibles. Mujeres casadas, ennoviadas, enamoradas de otro, que viven en otro país. Me he acostumbra­do a meterme en situacione­s insostenib­les, así tengo excusa para explicarme por qué sigo soltero.

De tanto meterme con mujeres que viajan he terminado por encontrar los aeropuerto­s tremendame­nte románticos. Un aeropuerto es movimiento, gente que llega y se va. Movimiento y cambio, todo lo opuesto al sedentaris­mo emocional al que estamos acostumbra­dos. Una de mis canciones preferidas dice que un amor real es como vivir en un aeropuerto. Hay que pasarse la vida huyéndole al amor para entender de qué habla Charly García cuando la canta.

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