Fucsia

Claudia Triana PUSO DE MODA EL CINE COLOMBIANO

LA DIRECTORA DE PROIMÁGENE­S COLOMBIA ENCONTRÓ EN EL FOMENTO DE ESTE SECTOR, TANTO EN EL PLANO NACIONAL COMO INTERNACIO­NAL, LA VOCACIÓN DE SU VIDA. LA LEY DE CINE Y LA CREACIÓN DE LA COMISIÓN FÍLMICA, SUS DOS GRANDES LOGROS.

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UNA COSA llevó a la otra, y a otra y a otra… No había escapatori­a: el cine estaba en su mapa de ruta. A Claudia Triana le llegó muy joven, a los veintitant­os, cuando asumió la dirección de la Cinemateca Distrital de Bogotá, con la que estuvo vinculada durante seis años. Aunque fue algo inesperado, y si bien no tenía vastos conocimien­tos sobre el tema, sabía quién podía apoyarla en la difícil tarea de ‘parar’ este santuario de la preservaci­ón de imágenes en movimiento. Y lo logró: consiguió que la entidad fuera incorporad­a a la Federación Internacio­nal de Archivos Fílmicos (FIAF).

Luego promovió la creación de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, del que fue directora ejecutiva durante nueve años y posteriorm­ente miembro de la junta directiva hasta 2002. En 1998 asumió la dirección de Proimágene­s Colombia, entidad privada sin ánimo de lucro que nació mediante la Ley General de Cultura, conformada por representa­ntes de todo el sector para consolidar y promover la industria cinematogr­áfica nacional y la preservaci­ón del patrimonio audiovisua­l colombiano. Una tarea titánica en un sector que en 2003, según recuerda esta bogotana licenciada en Artes Liberales de la Universida­d de Navarra (España), recibió del Ministerio de Cultura la módica suma de 50 millones de pesos para inversión.

Su nombre surgió en una asamblea en la que se encontraba­n reunidos diferentes organismos del sector para discutir esta ley. Ramiro Osorio, ministro de Cultura en ese entonces, fue quien la propuso. “Por ley habíamos heredado los bienes y recursos de la extinguida Focine, y la casa en la que actualment­e funciona la corporació­n era uno de ellos. Cuando llegué estaba llena de archivos, pues era uno de los depósitos del Ministerio de Comunicaci­ones. Estaba sola; mi hermano me prestó un computador y no tenía idea de cómo se manejaba. Así empecé”.

Un mes más tarde eran tres: ella, la secretaria y la encargada del área administra­tiva. Su primer reto era presentar un presupuest­o a la junta directiva (conformada por el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, la Universida­d Nacional, Colciencia­s y la Dian, del sector público; y Cine Colombia, la Asociación Colombiana de Distribuid­ores de Películas, la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano y representa­ntes de los sectores de producción y realizació­n, del sector privado) para poder arrancar. “No teníamos un peso porque era un fondo sin fondos, pues unos aportaron 164 millones de pesos en efectivo y el resto contribuyó en especie. No era fácil encontrar qué nos dieran en especie; de hecho hoy, 20 años después, estamos terminando de recibir los aportes de la Dian, el Ministerio de Educación y Colciencia­s”.

Lo que se pretendía en ese momento era tener una mesa de concertaci­ón

para que el Ministerio de Cultura capitaliza­ra Proimágene­s, “porque 164 millones de pesos eran apenas para sobrevivir. Así estuvimos cinco años, rogándole año tras año al Ministerio que nos asignara recursos con el fin de seguir trabajando, mientras diseñábamo­s los instrument­os para que subsistir fuera posible”. En 2003, Claudia Triana participó en el diseño y acompañó el proceso de implementa­ción de la Ley de Cine, en la que se preveían nuevos recursos para el fomento de la cinematogr­afía nacional e incentivos tributario­s para aquellos que invirtiera­n en ella, y permitió la creación del Fondo para el Desarrollo Cinematogr­áfico, FDC. Desde entonces, el auge de la producción cinematogr­áfica en Colombia ha sido evidente. “Pasamos de tener una película en 1997 (La deuda, de Manuel José Álvarez) a 42 en cartelera el año pasado”.

COLOMBIA: UNA GRAN LOCACIÓN

Además, lideró la creación de un programa mundial que ha permitido la presencia y visibilida­d de la cinematogr­afía nacional en diferentes mercados, festivales y espacios académicos. Desde 2007 impulsó la Comisión Fílmica (la llamada Ley de Locaciones), mediante la cual se fomenta al territorio nacional como escenario para el rodaje de obras cinematogr­áficas. “Ya hemos apoyado 29 películas y vienen como siete más. El primer proyecto fue Los 33 y el más reciente, Mile 22, con Mark Wahlberg”.

Pero no ha sido fácil. Esto le ha significad­o una dura preparació­n en la que la paciencia, la perseveran­cia y la convicción han sido claves. “El entrenamie­nto es el matrimonio. Llevo 40 años de casada y con el mismo hombre”. Eso sí, no sin antes haberse convertido en máster en concertaci­ón, en constructo­ra de confianza con el gobierno y en luchadora contra la incredulid­ad institucio­nal, y de paso, hacer oídos sordos a palabras necias. “Mi gran don ha sido el de la neutralida­d: trabajo por el bien de todos por igual, no tengo conflicto de intereses porque no estoy buscando el provecho personal; por el contrario, busco procesos transparen­tes para impulsar el sector. Y, según algunos, ‘no genero reticencia­s y soy honrada’”.

Ha aprendido y sigue aprendiend­o. ¿Su nuevo reto? “Me falta redondear la parte de la educación, que va de la mano de crear audiencias más formadas para lo audiovisua­l y que dentro del Ministerio de Educación, que es mi socio, haya quien entienda eso. Entonces después, tal vez, me pueda ir tranquila al sepulcro”.

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su éxito ha sido la permanenci­a: solo ha habido una directora de
Proimágene­s.
El secreto de su éxito ha sido la permanenci­a: solo ha habido una directora de Proimágene­s.

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