“UNA MODELO NO SE VENDE,
lo que se comercializa son los diseños. Tener esto claro detiene cualquier tipo de propuesta fuera de tono”.
C. C.: Eran una buena talla 8, saludables y con curvas. No se puede asociar esta profesión con los desórdenes alimenticios porque no es la generalidad. En este trabajo una modelo que sufre de anorexia no se ve sana y no la contratan. Está débil, con la piel pálida, se le empieza a caer el pelo y además tiene problemas psicológicos y emocionales.
I. W.: Yo era flaca. Las otras tres famosas de esa época también eran rubias, de labios carnosos y tetas grandes. Nunca me dijeron que me operara. Ahí está la decisión de cómo vas a manejar tu carrera. Te pones silicona y te vas por ese camino, o no caes en el juego. Esa es la diferencia. No hay ni buenos ni malos, simplemente es la elección de cada cual.
C. C.: Cuando volví de Francia me preguntaban mucho si me iba a aumentar el busto. Y en las entrevistas decían que había triunfado sin operarme. Me sorprendía, porque eso no era lo de resaltar.
I. W.: Vivimos en el país de “sin tetas no hay paraíso”.
C. C.: Eso ha cambiado, ahora hay una mentalidad más moderna y abierta. La globalización ha permitido que estemos menos lejos del resto del mundo, de los cánones de belleza, de la apertura a la diferencia. La definición de modelo no es: persona con cara bonita que posa en fotos. Es “ejemplo a seguir”. Uno tiene la responsabilidad de lo que proyecta, no solo en la parte física.
I. W.: El movimiento del #Metoo es una revolución. Hay unos casos más límite, sobre todo los de Estados Unidos. Hay otra opinión entre las francesas porque su manera de interactuar en esa sociedad es diferente. Alguien me dijo el otro día: “Bonita, pásame eso”. En Colombia esos términos se usan y estoy segura de que no es un abuso. En Estados Unidos alguien dice: “Hey, baby, come here” y le pueden meter una demanda.
C. C.: Me parece muy bien que se abra el debate y que las mujeres pierdan el miedo de enfrentarse y decir no. Es una oportunidad para que se enteren del poder que tenemos en la sociedad, con la sensualidad, el carisma y los encantos. Tampoco hay que caer en la mojigatería de que todas somos víctimas.
I. W.: Estamos educando mujeres y hombres, porque todos somos vulnerables. Formamos personas que puedan decir no, pero también que digan sí cuando quieran y que eso se respete. A veces uno quiere decir sí, y no está mal.