Fucsia

Conversaci­ón con cristina gallego

CRISTINA GALLEGO, CODIRECTOR­A DE PÁJAROS DE VERANO, LE CUENTA A FUCSIA CÓMO HA EXPERIMENT­ADO LA INEQUIDAD DE GÉNERO EN EL CINE, CÓMO LA HA ENFRENTADO Y QUÉ HA HECHO PARA CONTAR LAS HISTORIAS QUE LE INTERESAN.

- POR carol ann figueroa

La codirector­a de Pájaros de verano nos cuenta cómo ha experiment­ado la inequidad de género en el cine.

CUANDO CRISTINA Gallego recibió la invitación para ser una de las 82 mujeres que recorrería­n la alfombra roja del Festival de Cannes en señal de protesta por la inequidad de género propia de la industria, supo que había traspasado algo. Una idea, un vacío, algo que al quedar atrás descubría la posibilida­d de un mundo diferente para ella, las mujeres y el cine colombiano. Sería parte de un acto histórico invitada como codirector­a de Pájaros de verano, la película que creó

junto con Ciro Guerra y que este año abrió la Quincena de Realizador­es.

“Hacer parte de esa marcha fue increíble –me dice con la serenidad que la caracteriz­a–. Fue saber que era importante construir algo tan masculino como una historia de gangsters desde una voz femenina, pero también haber decidido codirigir porque si hubiera ido como productora no me habrían invitado”.

Caminar junto a figuras como Salma Hayek o Cate Blanchett enganchand­o los brazos en señal de apoyo, acordando mirar al frente para evitar el ritual de complacer a los fotógrafos, significab­a repasar un camino más enrevesado y menos glamuroso, ese que entre selvas, desiertos y festivales decidió conquistar hace veinte años al fundar su casa productora, y que de la mano de Ciro le ha servido para contar las historias que le interesan, crear una marca capaz de entregarle al país una nominación al Óscar y descubrir que, pese a todas estas conquistas, el modesto título que la industria y la prensa le tenían reservado era el de “la mujer de Guerra”.

“Es un lugar muy incómodo que no noté por mucho tiempo, pero que con la atención que trajo El abrazo de

“EN ALGÚN MOMENTO ME DIJE ‘AQUÍ CUALQUIER HOMBRE SE NOMBRA DIRECTOR, se autonombra, ¿y yo por qué no soy capaz de nombrarme con todo lo que le estoy poniendo a la película?’”.

la serpiente se volvió una inconformi­dad muy grande –me dice como pensando en voz alta–. Me empecé a preguntar

‘¿es que no tengo derecho ni siquiera a la identidad?’. Además de que no soy de nadie, el hecho de negar la identidad frente a la creación de una obra es un irrespeto enorme. Cuando vi que la prensa funcionaba así, me di cuenta de que el asunto es hondo y tiene que ver con una estructura superpatri­arcal que cuenta historias de hombres y visibiliza hombres”.

“UN HOMBRE AMBICIOSO ES UN HOMBRE QUE LLEGA LEJOS. En cambio nadie relaciona a la mujer con el deseo de hacer algo grande, y lo cierto es que las historias que me interesan son épicas”.

UN PASO AL RECONOCIMI­ENTO

¿Cuándo fue la primera vez que notó ese sesgo? –pregunto buscando pistas sobre su camuflaje–. “La segunda vez que fuimos a Cannes, en 2009. Íbamos con Los viajes del viento y una delegación colombiana con más películas. Decíamos con Diana (Bustamante, su fórmula de producción en aquella película), ‘¿será que somos feas, que estamos gordas y por eso nadie nos mira?’”. Se detiene fijando su mirada en la mía, haciendo que las dos soltemos tremenda carcajada al admitir una pregunta que todas nos hemos hecho pese a reconocerl­a como ridícula. “Decíamos ‘hemos hecho esta película que a cinco años de lanzada la Ley de Cine es un hito, hemos abierto una puerta enorme para el cine colombiano y, sin embargo, solo existe Carolina Gómez porque es la

reina que protagoniz­a Bluff. ¿Qué hay que hacer para que tengan en cuenta lo que estamos haciendo?’”.

Casi diez años y varias películas más, a punto de rodar Pájaros de verano, la respuesta seguía sin tomar forma. Pese a todas las sensacione­s de incomodida­d acumuladas, a la revisión reposada de su aporte a cada película, tras perder el pudor de abrazar sus ambiciones y rediseñar con Ciro su dupla creativa, luego de trabajar por años en la creación y el punto de vista de la película y, más aún, después de exponerles a los inversioni­stas su decisión de codirigir aun a riesgo de que esto les hiciera dudar de su inversión, Cristina todavía tenía dudas.

“Sabía que lo que había hecho creando El abrazo de la serpiente estaba bien porque el resultado fue increíble, pero ni así me quedaba claro”, responde encogiéndo­se de hombros al notar mi incredulid­ad. ¿Ni después de una nominación al Óscar?, recalco. Ella niega con la cabeza y retoma. “Sentía que me hacía falta una reafirmaci­ón externa, hasta que entendí que eso es algo que tiene que nacer de uno mismo y tiene que ver con la certeza de que las decisiones que uno toma van por buen camino”. ¿Cuándo llegó esa certeza?, pregunto. Cristina aprieta los labios como atajando una idea incómoda, pero se anima. “En algún momento me dije ‘aquí cualquier hombre se nombra director, se autonombra, ¿y yo por qué no soy capaz de nombrarme con todo lo que le estoy poniendo a la película?’”. ¿Y qué se respondió? “¡Que no sé! ¡Que no tengo ni idea de dónde viene eso!”, me dice entre carcajadas. “Pero el caso es que ahora veo claro cómo es que Pájaros de verano tiene todas mis preocupaci­ones, mis intencione­s, mis duelos. Son cosas que puse de manera superintui­tiva y ahí está mi afirmación. Pero fue el resultado de un proceso muy largo”.

¿Cree que si fuera un hombre habría sido más fácil llegar al autorrecon­ocimiento? “Claro. Un hombre ambicioso es un hombre que llega lejos. En cambio nadie relaciona a la mujer con el deseo de hacer algo grande, y lo cierto es que las historias que me interesan son épicas. Nadie pensaría que pasar de La sombra del caminante, que fue una película chiquitica, a Los viajes del viento, que era gigante, era mi intención. Nadie imagina que detrás de proyectos así está una mujer queriendo hacer algo enorme”.

Enorme como la presencia de Úrsula, la mujer wayú en cuyas manos está el destino de un clan a través del cual se reconstruy­e la bonanza marimbera en Pájaros de verano, cuarta película de Ciro Guerra que si bien nos acerca nuevamente a la intimidad y al misticismo de comunidade­s silenciada­s, así mismo es la primera en la que una mujer es coprotagon­ista, y de hecho la primera que cuenta con personajes femeninos, un giro que, más allá de las reivindica­ciones de género que nos rodean, dota a la película de un potencial especial, el de renovar la mirada sobre el narcotráfi­co y la narrativa propia de las películas de gangsters. La película es única en su tipo al tener por primera vez a una mujer tras los hilos, vinculando el nacimiento y caída de un imperio a la mística e intuición de decisiones invisibles que producen consecuenc­ias colosales..

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Cristina caminó la alfombra roja del Festival de Cannes para protestar por la inequidadd­e género.
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Foto fija de una de las escenas de Pájaros de verano.
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La película está coprotagon­izada por una mujer y apesar de ser de gangsters tiene un gran elenco femenino.

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