María José Arjona
CUANDO EN COLOMBIA EL PERFORMANCE ERA UN ARTE INCIPIENTE, LA ARTISTA EMPRENDIÓ UN CAMINO MUCHAS VECES CIEGO ALREDEDOR DE LAS ARTES DEL CUERPO. HOY, DESPUÉS DE MÁS DE 20 AÑOS DE TRAYECTORIA, SE HA CONSOLIDADO COMO LA PERFORMER MÁS IMPORTANTE DEL PAÍS.
MARÍA JOSÉ ARJONA llegó a su propio cuerpo por accidente. A los 16 años, después de una fractura de rodilla, tuvo que abandonar la danza y desembocó en la carrera de Artes Plásticas de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB). De allí la sedujo el espacio. Mejor: lo que ese espacio producía sobre ella. “La ASAB tenía un exceso de cuerpo: justo donde se encuentra ubicada están todos los prostíbulos; es vecina de El Cartucho. Eso me hizo entender dónde me situaba, cuál era el país que habitaba”. Cuando en Colombia la teoría del performance era incipiente, emprendió un camino muchas veces ciego alrededor de las artes del cuerpo. Y desde el juego en los límites de la danza, desde su imposibilidad misma, fue encontrando algo más.
Lo primero fue Ritmo 0, de la artista serbia Marina Abramović. Sus investigaciones la arrojaron a esa acción, una de las más emblemáticas de la historia del performance en la que Abramović, con quien trabajaría años después en Nueva York, dispuso 72 objetos (pintura azul, revólver, látigo, lápiz labial, hueso de cordero...) con los cuales los espectadores podían intervenir su cuerpo. “En ese momento dije: lo mío es por acá”, cuenta. En el año 2000, las pequeñas piezas que ejecutó durante sus estudios, transadas por el impulso de “darle corporeidad” a sus preguntas por el tiempo y la localización, la llevaron a conocer a Consuelo Pabón, filósofa y teórica del arte, quien la invitó a la curaduría ‘Actos de fabulación’. Allí ejecutó su primer performance: partiendo de un ejercicio de danza japonesa butoh, desplegó un juego de equilibrios en el que, durante doce horas, se dio a la tarea de parar 365 huevos.
En ese momento, dice, empezó a entender el límite entre el cuerpo del bailarín y el del performer. Desde entonces, su cuerpo, espigado y firme, ha avivado todas sus potencias: ha permanecido descalzo sobre vasos de vidrio llenos de agua y peces siameses (Affirmations), ha circulado, espectral, por debajo de toneladas de ropa usada (Las frecuencias que me hacen), ha soplado durante días burbujas de anilina roja contra una pared (Acuérdate de acordarte), se ha desvanecido bajo un cúmulo enorme de botellas vacías (Línea de vida). Se ha ido de Colombia y se ha erguido en museos y bienales de Venecia, Berna, París, Nueva York, y ha vuelto siguiendo, de norte a sur, a una bandada de aves migratorias (Avistamiento).
Hoy, casi 30 años después de ese primer accidente, del encuentro consigo misma, Arjona carga dentro de sí la historia viva de las artes performáticas en Colombia. Y aun así, reconoce, la pregunta visceral, la que continúa moviendo su cuerpo, sigue siendo la misma: “¿En dónde estás, María José?”..