Más allá de la monogamia
TRES PAREJAS DIFERENTES COMPARTEN SUS EXPERIENCIAS EN RELACIONES ABIERTAS Y MONÓGAMAS. ¿FUIMOS HECHOS PARA AMAR A UNA SOLA PERSONA? ¿PODEMOS TENER VARIOS AMORES A LA VEZ SIN TRAICIONARNOS NI TRAICIONAR A NADIE?
Tres parejas comparten sus experiencias en relaciones abiertas y monógamas. Pros y contras.
HACE UNAS décadas, la oleada de experiencias swinger inundó la playa de las relaciones humanas. El intercambio de parejas se presentaba en los años ochenta como la última ‘innovación’ en materia de enlaces no monógamos y mientras revolcaba las sábanas de algunos, desafiaba el entendimiento de otros.
Después llegó el poliamor con sus vínculos afectivos entre más de dos personas; luego, las relaciones abiertas, las triejas, etcétera, etcétera. En realidad, se trata siempre de la llegada de nuevas formas de una antiquísima cuestión: ¿el ser humano está hecho para relacionarse de manera exclusiva con otra persona o su ‘diseño’ lo predispone a tener varios lazos románticos a la vez?
Ese ‘ser o no ser’ de las relaciones de pareja ha existido siempre, desde las comunidades matriarcales, pasando por sociedades polígamas patriarcales, hasta las comunas de los años sesenta en las que sus integrantes compartían no solo a sus compañeros sentimentales, sino también el cuidado y el afecto de los niños.
Pero a pesar de los siglos y las múltiples modalidades de relacionarse, el asunto continúa sin una respuesta universal. La psicóloga estadounidense Deborah Anapol, una de las fundadoras del movimiento poliamoroso y autora del célebre libro Amor sin límites, afirmaba que optar por la monogamia depende cada vez menos de imposiciones culturales de origen patriarcal como la necesidad que
tenían antiguamente los hombres de asegurar que sus bienes serían heredados por sus hijos, con lo cual debían garantizar la fidelidad de sus mujeres.
En ese sentido, estamos ante la ‘mayoría de edad’ del eterno debate entre monogamia y no monogamia como opciones de vida, ya que esta decisión depende cada vez menos de dogmas religiosos o de imposiciones culturales y cada vez más de decisiones individuales y más conscientes.
En una de sus últimas publicaciones antes de fallecer en 2015, Anapol explicó en Psychology Today algo que suena como al descubrimiento del agua tibia, pero que no deja de ser fundamental: que en últimas, lo que la mayoría de las personas buscan en una relación es sentirse respetadas y satisfacer sus necesidades. “Para algunos individuos, la monogamia es una mejor opción, para otros, el poliamor ofrecerá una mejor respuesta. Pero lo que sugiero es que la gente lo descubra antes de involucrarse en una relación comprometida, ya que la compatibilidad es lo más importante”, puntualizaba la teórica y empírica del poliamor.
VIVIR EL AMOR
Varias personas nos abrieron la puerta de sus relaciones para contarnos sobre sus experiencias monógamas o no monógamas; en el amor, como en todo lo que tiene que ver con los siete mil millones y medio de habitantes de este planeta, no hay dos historias iguales.
DIANA Y SERGIO
Diana Garcés nació en Sevilla, Valle, pero vive en España hace varios años; es blogger y coach en sexualidad y comparte su conocimiento y experiencias en el site www.hablandodesexo.com. Después de una unión monógama de 17 años, actualmente tiene una relación abierta con Sergio Melich, pedagogo y coach personal, cuyo trabajo está consignado en www.lavidaesfluir.com. Este vínculo nació hace dos años y se mantiene sólido, como la relación principal de ambos, pero no la única.
“Mi relación anterior de 17 años fue muy satisfactoria por mucho tiempo, pero en cierto momento ambos empezamos a sentir que las cosas estaban cambiando y decidimos abrirla. Funcionó muy bien un tiempo, pero luego él quiso seguir por sí solo su camino de autoconocimiento y terminamos. Yo continué mi sociedad con Sergio, con quien había empezado en ese periodo, y desde entonces ha sido un gran aprendizaje para mí”, expresa Diana.
Para ella, lo más importante en cualquier tipo de relación es no hacer nada de lo que no se esté plenamente convencido. “El error número uno es acceder a un tipo de unión que no te satisface solo por complacer al otro. Debes ser fiel a ti mismo. En mi caso, fui muy feliz en mi vínculo monógamo de 17 años; después, cuando accedí a tener una relación abierta como la que tengo con Sergio, lo hice con plena conciencia y también ha sido una experiencia muy satisfactoria”, dice.
Sergio, por su parte, ha tenido muchas relaciones abiertas. La hipocresía que veía en los vínculos de otros lo llevó a la conclusión de que es la mejor manera de relacionarse: desde adolescente veía cómo las personas usaban el compromiso monógamo como excusa para poder tener sexo y no ser juzgadas por la sociedad o, al contrario, observaba que sus parejas exigían exclusividad pero sin renunciar realmente a tener sexo con otros.
En esa búsqueda de respuestas concluyó que es mucho más lo que puede esperar de una relación abierta: “Hay una sensación de cero hipocresía y de total libertad. Es mucho más sencillo que funcione por el mero hecho de que tener carta blanca no significa que la quieras usar ni que, de hecho, la uses. El grado de comunicación es más estrecho de lo normal porque nadie da por sentado a nadie”.
Según ambos, para tener este tipo de nexo es fundamental que las normas queden claras desde un principio: que los dos sepan a qué atenerse y que haya absoluta honestidad en la comunicación de lo que ocurre y de lo que cada uno siente. “Para tener una relación abierta se requiere muchísimo autoconocimiento y amor propio y también mucho trabajo sobre el tema del apego, porque a veces vemos a las demás personas como propiedades. Solemos decir
‘es mío’, ‘no lo comparto’, entonces, trabajar la autoestima y la conciencia de que no somos dueños de nadie es una labor grande”, concluye Diana.
“EN UNA RELACIÓN ABIERTA HAY UNA SENSACIÓN DE CERO HIPOCRESÍA Y de total libertad. Es mucho más sencillo que funcione por el mero hecho de que tener carta blanca no significa que la quieras usar ni que de hecho la uses”.
SERGIO MELICH.