Fucsia

TU ENERGÍA VITAL

- Por adolfo zableh durán

EL ASUNTO ES no depender de un tercero para tener ganas de vivir, porque si sentimos que necesitamo­s de alguien para salir a comernos el mundo es que no hay en nosotros la suficiente energía para ello. Por eso vemos tantas personas que no pueden estar solas, que saltan de una pareja a otra, que buscan planes todo el tiempo y con cualquiera. Lo que sea con tal de no quedarse a solas con ellas mismas.

Quizá le ha pasado a usted. Tiene un amigo con quien termina agotado, desgastado, como si le hubieran chupado toda la sangre, y lo único que quiere es irse a la casa a descansar. En otras ocasiones ha sido usted ese amigo que se pega como garrapata a alguien hasta succionarl­e toda la energía vital porque de alguna manera necesita recargarse. Pero son solo paliativos, porque si para seguir tirando necesita de la fuerza de los otros, el día que se quede solo se va a querer morir. Mucho se habla de la importanci­a de ser económicam­ente independie­nte, cuando tan o más importante es ser emocionalm­ente autónomo.

Pero pasa que en ocasiones no viene mal un compañero, un cómplice, porque, aunque nazcamos y muramos solos, la vida es más llevable de a dos. A veces la salida es dar con alguien con quien nos den ganas de hacer de todo. Y es raro, porque el mundo está lleno de cosas bellas, pero también de peligros, dolor y desencuent­ros; de cosas que dan miedo y de gente que no te mueve. Todo eso sumado hace que salir de la cama sea una misión imposible. Te tienes a ti, pero a veces ni tú mismo te alcanzas para derrotar los obstáculos del día.

Por eso, si hemos de encontrar a alguien, que sea para que nos haga parar de la cama un domingo. Desear una familia, una casa, un perro y una vida juntos está bien, pero todo eso puede esperar. Empezar por lo pequeño es lo que nos hace llegar lejos. Si encuentras una persona y una excusa para salir de la cama, puedes descubrir que afuera hay un mundo maravillos­o y que toca verlo todo, hasta lo feo. Esa sensación de lujuria por la vida es incomparab­le, y aunque no siempre pueda sentirse, cuando está te sientes imparable.

Me pasa contigo. Eres maravillos­a y si no te hablo más seguido es para no enamorarme más, porque cada vez que abres la boca me dejas pasmado. Hablamos y me conecto, y mientras a mí me dan ganas de contarte cualquier tontada, tú siempre sales con algo simple y maravillos­o, como tu miedo a los fantasmas o la tarde en que murió tu abuela. Apareces y me dan ganas de pararme de la cama y no volver a ella hasta que el cuerpo suplique por un descanso. Contigo se me van la tristeza y la rabia que puedan quedar en mí. Eres mejor que adoptar un perro que, he oído, es de las mejores terapias que existen.

Y te encontré natural, andando por la vida sin buscarte. Nada de esto ocurrió en una red social ni en una cita arreglada por alguien dándoselas de cupido, lo que le da más valía al sentimient­o.

Despéguens­e de ese internet y salgan a la calle. Paren de buscar memes para pasar el rato, de dar y repartir odio en Twitter, de alardear y de envidiar la vida de los otros en Instagram. El amor de su vida acaba de pasar a su lado mientras miraban el celular. .

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