KARL LAGERFELD
EL ÚLTIMO DE LOS GRANDES COSTUREROS
CON LA MUERTE DE ESTE ÍCONO DEL ARTE DE LA COSTURA Y PERSONAJE POLÍTICAMENTE INCORRECTO, SE CIERRA UNA ÉPOCA EN LA HISTORIA DE LA MODA. EL DISEÑADOR ALEMÁN SERÁ RECORDADO COMO EL MAGO QUE TRANSFORMÓ UNA MARCA QUE ESTABA A PUNTO DE DESAPARECER, EN LA CASA DE LUJO MÁS EXITOSA DEL MUNDO.
SE LE apodaba el Káiser, que significa “emperador”. A los 85 años desapareció de la escena mundial este personaje que no solo hizo historia en la moda, sino que por cuenta de su irreverencia se convirtió en un ícono pop universal.
La vida de Karl Lagerfeld es como una larga caminata que empezó en septiembre de 1933 o de 1935, nunca se supo con certeza, y acabó en un frío día de invierno de 2019. El misterio que rodeó el año en que nació no se ha podido resolver. No se sabe si era por orgullo o por miedo a envejecer, pero nunca aclaró la fecha. Evitaba hablar de su infancia, pero de vez en cuando contaba algunas anécdotas que hoy permiten armar el rompecabezas de su vida. Su padre, de origen sueco, se arruinó tres veces y finalmente hizo fortuna con la reconocida marca de leche condensada Gloria. Su madre era una especie de heroína elegante y fría que le dedicaba solo cuatro minutos al día a su único hijo. Ella era una amante de la alta costura y recorrió los salones parisinos de las grandes casas de su época: Piguet, Doucet y Vionnet. Allí nació la obsesión de Lagerfeld con la moda y el diseño.
“Recibí una educación que me permitió leer, escribir y hablar alemán, francés e inglés a los 6 años”, repetía
Karl, cuando hablaba de su infancia en Alemania. Niño consentido pero solitario, creció en una finca cerca de Hamburgo. Le encantaba refugiarse en el granero para devorar libros, descubrir revistas de moda e ilustraciones, cosa que enfurecía a su mamá, quien hubiera preferido escucharlo tocando el piano. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial vivió como en una burbuja, despreocupado de la tragedia que se desataba a su alrededor. Se dedicó a la literatura y amaba la prosa de Hermann Hesse. Después, apenas con 16 años decidió irse a vivir a París ya que en ese momento la ciudad había recobrado su esplendor.
En 1954 se ganó el concurso organizado por el Secretariado Internacional de la Lana en París y allí conoció a Yves Saint Laurent, su amigo y luego enemigo de toda la vida. Fueron inseparables y siempre se encontraban para almorzar en La Closerie des Lilas, en La Coupole o en el Boeuf sur le Toit, tres de los restaurantes parisinos más concurridos por artistas e intelectuales.
En ese momento a Lagerfeld se le abrieron las puertas de las grandes casas de moda como Pierre Balmain y, después, Patou. Pero comprendió que prefería trabajar free lance con varias marcas, pues eso le permitía afinar su cultura de moda. Se integró fácilmente a la Francia de la posguerra y dejó a
un lado su estigma de niño prodigio consentido para asumir el rol de trabajador compulsivo que nunca dejó. Pronto lo nombraron director artístico de Chloé y en 1965 se hizo cargo de Fendi, la marca italiana. En esos años Karl creó el concepto de prêt-à-porter, ropa lista para usar, una de las grandes revoluciones del mundo de la moda.
Los años 1960 transcurrieron para él entre París y Roma. En la costa Azul se reunía con su grupo de amigos, pero mientras ellos disfrutaban de las noches locas, él se iba a dormir. En el día tenía su propia rutina: se bronceaba, tomaba Coca-cola y se ejercitaba haciendo pesas para ganar músculo. El diseñador comentaba que los excesos de esa época los vio “detrás de un vidrio”: nunca tomaba alcohol, ni usaba drogas.
En 1973 se encontró con el amor de su vida, Jacques de Bascher, un dandi noble de orígenes complicados, que adoraba la noche y seducía en los años setenta a todo París. Karl lo describía como un diablo con la cabeza de Greta Garbo. “Se
vestía como nadie, me divertía mucho. Era mi ser opuesto. También era un ser humano imposible, odioso. Era perfecto e inspiraba unos celos increíbles”. Bascher tuvo una corta relación con
Yves Saint Laurent, lo que provocó una ruptura entre los dos genios y las ganas de venganza de Pierre Bergé, el novio de Saint Laurent. Pero ellos continuaron juntos hasta la muerte de Jacques a causa del sida, y la vida sentimental de Karl paró en seco. Cuando le preguntaron en la revista Paris Match por qué no había
rehecho su vida amorosa, él contestó: “Porque no había nada que rehacer”. Pero su imagen cambió después de que conoció al maestro del arte pop Andy Warhol, a quien le copió el estilo del pelo blanco empolvado.
Los años 1980 marcaron un hito en su vida. En 1982 los hermanos Wertheimer, quienes le habían comprado la marca a Coco Chanel, le ofrecieron la dirección de la mítica casa. Él sería el encargado de modernizarla y convertirla en una de las más importantes del mundo, después
de Louis Vuitton. Y sí que lo logró. En junio pasado, por primera vez en 108 años, Chanel reveló sus estados financieros: ventas de 9,6 billones de dólares en 2017, un 11 por ciento más que el año anterior, y utilidades operativas de 2,69 billones de dólares.
En los noventa se dedicó a renovar el logo de Chanel y creó el concepto de las supermodelos cuando llevó a Claudia Schiffer para engrosar la lista de íconos de la marca de la que formaron parte Inès de la Fressange, Vanessa Paradis, Anna Mouglalis, Kristen Stewart y Cara Delevingne. Siempre inspirado por estas jovencitas que se cruzaron por su camino, observaba cómo se movían, sus deseos y anhelos para luego transformarlos en vestimentas de ensueño.
Más tarde se hizo amigo de Hedi Slimane, el director artístico de
Dior hombre, creador de la silueta longuilínea que Lagerfeld adoró y que lo animó a perder 43 kilos para poder usarla. En esos años, el personaje de Karl tomó forma: vestidos oscuros, camisas Hilditch & Key de cuello alto almidonado, guantes, anillo de plata, anteojos de sol y cola de caballo con su pelo blanco inmaculado.
Era un solitario. Fuera de la escena pública, Lagerfeld salía muy poco. Se pasaba el día trabajando en su casa de la rue de l’université, rodeado de su colección que se acerca a los 300.000 volúmenes de arte, literatura y diseño. “La soledad pesa si uno no está con buena salud, si uno no tiene plata. Yo lucho por estar solo. Nunca he compartido mi casa con alguien más. Eso es un atentado contra la libertad”, dijo. Pero tenía un círculo de amigos y colaboradores muy cercanos. “Ella es mi mano derecha y mi mano izquierda”; decía de Virginie Viard, su directora del estudio durante 25 años y quien lo va a reemplazar ahora como directora artística de la casa. También lo acompañaban Amanda Harlech, su consultora inglesa; Sebastián, el famoso guardaespaldas y modelo; Eric Pfrunder, su cómplice de 35 años y director de imagen de la casa; y el otro amor de su vida, Choupette, la gata blanca de Birmania.
Su mascota de siete años es capítulo aparte. Esta estrella mundial, portada de Vogue en Alemania y cuidada por dos nanas, Françoise y Marjorie, va a heredar una fortuna de cerca de 200 millones de dólares. Una vez dijo Lagerfeld que él hubiera querido casarse con ella, si la ley se lo hubiera permitido. Y no parecía ser una broma. Viajaba con ella en su jet privado, le regalaba collares de diamantes y le servía caviar en costosísimos platos de la marca Goyard. Como parte de su staff, Choupette tiene un guardaespaldas y un veterinario. “Ellos le juegan, tienen que cuidarle su bellísimo pelo blanco, hacerle el tratamiento de ojos y entretenerla”, explicaba el diseñador.
Infortunadamente, Lagerfeld no tenía siete vidas.