MODA SOSTENIBLE, ¿REALIDAD O CAMPAÑA PUBLICITARIA?
No podemos quedarnos con unos conceptos altruistas y dejar de actuar. La responsabilidad es de todos, y cada uno debe poner su grano de arena.
Vivimos una época de cambios profundos y contradictorios. Por un lado, los avances tecnológicos, de la economía, de la salud; por el otro, el surgimiento de nuevos problemas: cambio climático, sociedades más inequitativas y nacionalismos rabiosos.
Según recientes estudios, la moda causa una huella de carbono similar a la de los aviones. Esto significa que es una de las industrias que más contribuyen a la contaminación del medio ambiente. Muchas marcas han reaccionado a través de campañas de mercadeo sobre sostenibilidad o mediante colecciones cápsula con materiales reciclados. De hecho, está en auge la palabra “circularidad” para referirse a la moda sostenible, y toda la industria se quiere subir a ese bus. Esto implica generar productos que, después de un tiempo, se reciclen, se rehagan y se reutilicen.
En concreto, el 87 por ciento de las 53 millones toneladas de ropa que se fabrica en el mundo cada año, se incinera o se bota a los rellenos sanitarios. Ante estos hechos, grandes compañías se han comprometido, para el 2020, con establecer los protocolos para lograr una moda circular. Lo malo es que nadie ha dicho cómo lo van a hacer. Pues, entre otras, se requiere de cambios tecnológicos que están lejos de ser implementados por sus altos costos. Para otras marcas, la circularidad empieza y termina en campañas de mercadeo o en colecciones cápsulas con materiales reciclados. Esto no basta, pues es pertinente una transformación drástica tanto en la cadena de producción como en los consumidores.
Creo que la industria tiene que producir menos cantidad y más calidad, pues la llamada “pronta moda” tiende a desaparecer. H&M, por ejemplo, adoptó la sostenibilidad, y en 2012 inició la recolección de prendas para reciclar y ahora, en sus tiendas, hay unos receptáculos donde las personas depositan la ropa vieja, y luego reciben un bono para comprar algo nuevo. Por su parte, Zara está aliada con Cáritas –una fundación que trabaja en África–, para instalar cerca de dos mil contenedores en las principales ciudades españolas, y recolectar prendas de vestir. Además, Inditex está colaborando con Lenzing, una firma que produce una “refibra” a partir de telas recicladas.
Ahora nos toca a los consumidores cambiar el chip: adquirir prendas que cuidemos como joyas que pasen de mano en mano y duren muchos años. El cambio climático no da espera. No podemos seguir comprando una prenda porque sea barata o se vea linda, solo para usarla dos veces y luego botarla. Es preferible comprar más caro y usar muchas veces.
En otras épocas la ropa que los hermanos o primos dejaban de usar, pasaba a los menores. En mi infancia, pocas veces estrené vestimentas; en cambio, sí las heredaba de mi hermana mayor. A los 12 años, una prima me cedió un vestido beige de puntos negros de Christian Dior. Me sentí dichosa al tener la posibilidad de ponerme un traje de marca. Le di nueva vida y lo usé varios años, hasta que me quedó chiquito. .