Fucsia

LOS TESOROS BORDADOS de Helena Caballero

LA DISEÑADORA Y PINTORA DECIDIÓ RETOMAR UNA DE SUS GRANDES PASIONES PARA CUMPLIR UN SUEÑO: INICIAR UN TALLER QUE LES BRINDE MEJORES CONDICIONE­S DE VIDA A MUJERES CABEZA DE HOGAR DEDICADAS AL NOBLE ARTE DE BORDAR.

- POR Juliana Villegas Arias

EN EL SEGUNDO piso de su tienda de decoración y artículos para el hogar en Quinta Camacho, Bogotá, y en medio de sofisticad­as mesas montadas con lujosas vajillas Richard Ginori, cristalerí­a Egizia y mantelería Le Jacquard Français, Helena Caballero dispuso un espacio con sus más grandes tesoros. No son cubiertos, bandejas, ni fuentes de plata; se trata de chaquetas de terciopelo delicadame­nte bordadas con encajes, perlas de agua, pedrería checa y japonesa, hilos de distintos tipos, y retazos de telas que ha adquirido a lo largo de su vida, pues es una coleccioni­sta de texturas.

Diseñadora de profesión y artista por vocación, ha visto en silencio cómo importante­s personajes públicos, de la talla de las ex primeras damas Michelle Obama y María Clemencia Rodríguez de Santos, han llevado sus creaciones sin que se les otorgara crédito alguno en los medios de comunicaci­ón que alababan sus vestimenta­s. Hace algunos años no lo necesitaba, “lo hacía como un metier de amor; como pintar un cuadro”, dice.

Pero con el auge de la economía naranja, el apoyo a las minorías y a las campañas por la equidad de género, supo que tenía que sacar este trabajo adelante: “Por mí, que soy cabeza de hogar, y por las mujeres que están trabajando conmigo, para que nos dé a todas un modus vivendi digno y amable”. Por eso decidió hacer realidad la idea que le rondaba en la cabeza desde hacía mucho tiempo: “Un sitio donde se sientan valoradas, donde puedan ser creativas, donde se ayuden a mejorar y a crecer entre sí, y que realmente tengan apoyo... Es que un buen grupo de amigas es lo mejor que a uno le puede pasar en la vida”.

MANOS BORDADORAS

Ese espacio soñado por ella es un taller de bordado. En él quiere darle vida a las prendas que tanto admiran sus amigas y clientas: zapatos, carteras, chales, capas, abrigos, blusas, pantalones, faldas y, lo más vendido, chaquetas. Si bien aún le queda mucho para conseguirl­o, Helena se dio a la tarea de crear coleccione­s cápsula para ofrecerles trabajo a las bordadoras que ha descubiert­o con el paso de los años, como María Helena Riaño, quien la ha acompañado durante más de una década y que aprendió la técnica en el colegio de monjas donde estudió y más recienteme­nte a las de la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo.

“Me di cuenta de lo difícil que es para una mujer, y sobre todo después de cierta edad, emprender o ganarse el sustento. Siempre tuve el deseo de ayudar a otras, de crear un escenario para la sororidad, para apoyarnos y lograr grandes cosas”, cuenta. Con Helena, las

bordadoras pueden trabajar desde casa; además, reciben el pago justo por lo que hacen y ven su oficio reflejado en piezas de gran factura. “También es una alternativ­a de moda lenta y sostenible que surge en medio de toda esta polución y de un mundo materialis­ta que invita siempre al consumismo extremo. Es arte portable y lo vas a querer heredar”.

Su dinámica de trabajo es colaborati­va. Todo inicia cuando a la diseñadora se le ocurre el bordado sobre una prenda y busca la tela para confeccion­arlo. Su mayor fuente de inspiració­n es el mundo del arte y puede encontrar material en la obra del pintor italiano Filippo Lippi o detallando un cuadro cubista. Una vez tiene la imagen en la cabeza y la prenda en sus manos, se reúne con la bordadora y le muestra la maqueta, el pespunte o el bosquejo en tiza o pedazos de papel. Después, le da los insumos y las pautas de color, y le dice qué puntadas quiere que use y en qué partes específica­s. Días después, ambas se reúnen en casa de Helena para hacer cambios, correccion­es o nuevos bordados. “Es una obra en proceso hasta que la acabamos y cada pieza es única; no hago dos chaquetas iguales”.

La clave de que esta relación haya funcionado y permanezca intacta en la actualidad es el respeto, el cariño y la valoración tanto por el trabajo como por la persona. “Siempre busco que tengan un ingreso, así no haya producción. Ahora a lo que le estoy apuntando es a que se vuelva algo permanente, un proyecto sostenible en el tiempo”.

Helena está segura de conseguirl­o, pues ha puesto su alma en ello. “Lo más satisfacto­rio de haber emprendido esta idea es que me siento útil; no estoy haciendo las cosas solo por plata ni por el placer que me da el arte, sino porque puedo ayudar. Así, todo tiene un valor mil veces más grande. Pensar que puedo contribuir es una bendición”, concluye..

“ME DI CUENTA DE LO DIFÍCIL QUE ES PARA UNA MUJER, y sobre todo después de cierta edad,emprender o ganarse la vida. Siempre tuve el deseo de ayudar a otras, de crear un escenario para la sororidad, para apoyarnos y lograr grandes cosas”.

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