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Ángela Cano: "la Selva me llamó"
LA ACTRIZ QUE ENCARNA A USHË, LA INDÍGENA QUE LE DA EL TONO SOBRENATURAL A LA SERIE DE NETFLIX FRONTERA VERDE, NO ESPERABA LA ABRUMADORA ACOGIDA DEL PÚBLICO A SU PERSONAJE. HOY, AUNQUE LA RONDEN LA FAMA Y EL RECONOCIMIENTO, SOLO ESPERA HACER REALIDAD SUS PEQUEÑOS SUEÑOS.
A LA ACTRIZ de teatro le place saber que su debut audiovisual ha sido bien recibido. Antes de encarnar a la indígena mananuc Ushë en la serie de Netflix Frontera Verde –dirigida por Ciro Guerra, Laura Mora y Jacques Toulemonde–, se conformaba con que al menos treinta personas asistieran a alguna de las obras en las que ha actuado o dirigido.
Con 26 años, esta paisa, que nació en El Carmen de Viboral, un pueblo al oriente de Antioquia, ha tenido un largo recorrido en las tablas, una pasión que le surgió a muy corta edad. “De niña pasé por muchos talleres: pintura, guitarra, piano, danza, patinaje artístico, pero todo lo hacía con teatro. Tocaba piano, pero actuaba; patinaba, pero dramatizaba”, cuenta.
Todos los años en esta población, famosa por sus vajillas de cerámica pintada, se realiza El Gesto Noble, un festival de artes escénicas. Este fue el ambiente en el que Ángela creció: primero, participó en algunas de sus comparsas; luego, fue organizadora; después, formó parte del grupo de teatro Tespys; y, finalmente, se trasladó a Medellín para profesionalizar su carrera en la Universidad de Antioquia.
Mientras se formaba en arte dramático, encontró trabajo con un grupo de amigos. Si bien en un principio solo estaba concentrada en su instrucción, luego de terminar el tercer semestre tuvo que independizarse, así que se vio obligada a estudiar y ganarse la vida a la par. “Mi escuela no solo fue la Universidad, también la calle, y lo agradezco. Uno no debería aprender sentado en un pupitre; hay que guerreársela. La academia es muy importante y hay que educarse, pero si no se ejerce, si no se practica, se sale cero kilómetros”.
Al terminar se unió a su amigo y “esposo artístico” Juan Mendoza, y junto con varios actores crearon un grupo de teatro independiente con el que lleva cinco años. Montaron La dolorosa, su ópera prima, y a través de ella ha continuado su construcción como actriz. En 2015, la agrupación se ganó una beca de la Alcaldía de Medellín con la obra Luna, escrita por Mendoza; luego, cada integrante se ha hecho cargo de la dirección y de la dramaturgia de diferentes montajes.
De este ejercicio nació Del agua o el cantar de las ballenas, de su compañero Sebastián Porras; y Escombrera, la primera coescrita y dirigida por ella, inspirada en la vida de su novio Freddy Morales, integrante de una banda punk y víctima de la Operación Orión en el año 2002. La obra se ganó la Convocatoria de Estímulo para el Arte y la Cultura de la ciudad en 2018.
SU SEGUNDO AMOR, EL BURLESQUE
Lo ama tanto como las tablas. Hace tres años esta expresión artística llegó a su vida a través de un grupo de teatro erótico llamado Divina Obscenidad, dirigido por Antonio Úsuga. “Allí conocí a Musa de la Luz, una bailarina burlesque que fue a dictar un taller, y a muchas nos picó el bichito”.
La actriz continuó como independiente, en busca de sus propios espacios. De hecho, dice que básicamente trabaja para pagar el vestuario de sus personajes, pues es costoso. “El burlesque no es hacer una tanga en una semana para quitársela en cinco segundos; es decir, no es el momento en la escena sino lo que pasa tras escena: ese gallinero de mujeres trabajando juntas, ese olor femenino, ese vernos todas como somos antes de vestirnos... Adoro esta parte de mi vida, pues me dio mucha seguridad, no solo como actriz, también en mi vida, con mi cuerpo, con mi pensamiento y con mi carácter”.
A través de esta faceta, la artista expresa su fuerza femenina interna, algo que va más allá de la sensualidad, la sexualidad y la corporalidad… Hizo que se empoderara de su vida y se conectara con el espíritu salvaje que la habita.
“ME ENCANTARÍA DESCRIBIR QUIÉN SOY
y que esa descripción fuera diferente todos los días. Hoy puedo decir que soy impulsiva, radical y absoluta, pero mañana quisiera decir otras cosas”.
EN LA “FRONTERA VERDE”
Por eso cuando Ushë –este ser místico y sobrenatural que es rescatado de las garras de los caucheros en el Amazonas– llegó a su vida, el encuentro fue mágico. “Siento que a mí la selva me llamó, y no me canso de decirlo.
Una semana antes de que empezara todo, cinco personas soñaron conmigo el mismo día. Freddy, mi novio, me vio rodeada de agua; y mi hermana, que vive en Canadá, describió una escena en la que las dos corríamos a encontrarnos en ‘la pavimentada’, una calle de El Carmen de Viboral. Yo llevaba una trusa amarilla y tenía una bandera de Colombia; me dijo que iba a representar al país en algo. Luego de contarme, me pidió que lo que pasara lo pusiera en manos de Dios y agradeciera”.
Dos días después la llamó Laura Mora, a quien había conocido en el rodaje de Matar a Jesús, película en la que Ángela sirvió de extra. Le pidió que le enviara un video y finalmente la llevaron al Amazonas a presentar el casting, bajo la guía de Jacques Toulemonde. “Eso pasó un mes antes de que iniciara el rodaje; fue muy rápido”.
Al principio se sintió confundida. Le abrumaba la idea de que su primer proyecto audiovisual llegara directamente a Netflix, fuente de las más influyentes series de los tiempos recientes. Además, sería dirigida por Ciro Guerra, cuyo trabajo había conocido y admirado luego de ver Los viajes del viento. “Lloré al escuchar la banda sonora”, recuerda.
También estaba Laura, a quien había visto trabajar en campo. “¿Cuándo será que uno puede tener el director ahí, para uno?”, se preguntaba mientras la observaba en grabaciones. Y se cumplió.
Cada momento de esta experiencia no lo cambia por nada. Mucho menos cuando su personaje le enseñó tantas cosas. “Aprendí de Ushë a conectarme de nuevo con el mundo, a recordar mi posición como ser humano en el planeta. Esta sociedad olvidó sentirse debido en parte a la mediatización y a la conectividad tecnológica. Aunque no tengo nada en contra de la globalización o de la evolución, es una realidad que nos tiene alejados de nosotros mismos y de lo que nos rodea”.
“MI FORMA DE VESTIR VA LIGADA A MIS EMOCIONES:
UNA MUJER, MUCHAS PIELES
Ángela describe a su personaje como una representación de la selva misma, de su fuerza. Por eso la construyó desde ahí. “La selva es cruel, pero también bondadosa; es esa madre que da vida, como las mujeres”.
Aunque en algún momento sintió el impulso de tener un hijo solo “para desarrollar esa brujería”, el acto de dar vida, tiene claro que eso no es para ella. Se define como una mujer radical, impulsiva y absoluta, si bien no le gusta encasillarse. “Me encantaría describir quién soy y que esa descripción fuera diferente todos los días. Sentirme diferente todos los días. Todo el tiempo me obligo a cambiar y me pregunto más por qué quiero ser o cómo quiero ser, que por quién soy”.
Tampoco quiere tomarse la vida muy en serio; para ella es, más bien, un campo de juego. “Uno sabe que se va a morir pero no cuándo; así que, ¿cómo
como me siento o como me quisiera sentir. Por ejemplo, si estoy deprimida, me pongo unos tacones para subirme el ánimo... Para estar triste, pero elegante”.
voy a ser seria con la vida si la vida no es seria conmigo? Ya elegí ser actriz, no me voy a pensionar, no voy a estar segura en un futuro, entonces no puedo pensar como una persona normal que trabaja ocho horas. Simplemente quiero seguir el juego”.
¿Tiene sueños? “Antes decía: ‘Hay que tenerlos’, pero hoy no. Cuando uno sueña pone un punto, una meta, y si no se cumple viene la frustración. Si digo: ‘Me quiero ganar un Óscar’, y pasa que no está dentro de mis posibilidades, entonces ¿qué voy a decir?, ¿que no logré nada en mi vida? Quiero que mis sueños se cumplan en el día a día... Me estoy encargando de eso..