De regreso a Downton Abbey
Detalles imperdibles sobre la versión para cine de la serie que atrapó a la audiencia mundial con sus fascinantes historias y personajes.
CUATRO AÑOS después de la emisión de la sexta y última temporada de Downton Abbey, los millones de televidentes que quedaron enganchados con los dramas y peripecias compartidos entre la familia de Lord Robert Crawley, conde de Grantham, y su fiel servidumbre llegan a la pantalla grande con todo ese baño de privilegio y recreación de época que hizo famoso al programa desde su lanzamiento en 2010.
Es el año de 1927 y la mansión ancestral que le da nombre a la cinta conserva su esplendor, pese a las vicisitudes que afronta la nobleza de Inglaterra, cuyo anticuado estilo de vida comienza a caducar. Mientras que a algunos personajes no les ha pasado mayor cosa, otros tienen mucho que contar. Lady Edith Crawley, hija menor de Lord Grantham y su esposa Cora, ya no es la desventurada madre soltera, sino que está felizmente casada y espera a su segundo hijo. Por su parte, Daisy, la dulce asistente de cocina, está prometida en matrimonio, y el señor Carson, el mayordomo con más ínfulas que los propios condes, disfruta de su retiro, pero pronto tendrá que dejarlo.
Al reparto, el mismo que enamoró en televisión, se le suman nuevos personajes, como Lady Bagshaw, una millonaria sin herederos, y su mucama, Miss Smith quien, todo parece indicar, se quedará con la jugosa fortuna. Enterada de ello, Lady Violet, la condesa viuda de Grantham, en pleno uso del humor cáustico que la distingue, hará todo lo posible por obtener una tajada de ese caudal para su familia.
La rutina de la residencia se interrumpe cuando el rey George V, abuelo de la actual reina Isabel II y quien estaba en el trono en aquellos años 1920, anuncia que pasará una noche allí con su reina, Mary, lo cual causa revuelo tanto en los patrones como en sus trabajadores, que viven armónicamente.
Julian Fellowes, creador de la serie, le contó a The Times, de Londres, que el argumento necesitaba de una premisa lo suficientemente suntuosa para satisfacer a los espectadores que por años esperaron el regreso de los Crawley. Cuando recordó haber leído sobre el viaje que el monarca hizo en 1912 a Yorkshire, condado donde se ubica Downton Abbey, encontró el motivo perfecto para el filme.
Para entenderlo, es preciso recordar que en la estratificada sociedad inglesa el peldaño más alto lo ocupa la realeza, seguida de aristócratas como los Crawley, que suelen codearse con el monarca de turno. Una familia noble podía gastarse años y millones de libras para que propiedades como Downton fueran dignas de una visita real, la cual se daba por iniciativa de reyes o príncipes y no se podía rehusar. Durante la estadía, la residencia se convertía en sede de la corte y ello exigía una serie de salones, antesalones y dormitorios para recrear el ceremonial de palacio. El lugar en que el monarca recibía, por ejemplo, dependía del rango social de la persona, de manera que los de mayor jerarquía eran acogidos en las estancias más privadas del monarca. Por lo demás, muchos quedaban al borde de la ruina tras el paso del séquito real y, con razón, Lord Grantham exclama en la cinta: “Esto no nos ayudará a economizar”, cuando se entera de las intenciones de George V.
Como de costumbre en Downton Abbey, la llegada de la realeza escala en drama. Los servidores de la casa son totalmente desplazados por los del rey y el conflicto no demora en estallar. El mayordomo y el chef reales son unos petardos, mientras que la vestuarista de la reina es una cleptómana, y cada uno recibirá su merecido.
Los Crawley terminan por impresionar a George y Mary, pero más que por la finura de sus atenciones, por un disparatado incidente en el que Lady Mary, hija del conde y uno de los personajes más populares de la serie, y su cuñado Tom, quedan como salvadores de la monarquía. Mientras esta debacle sucede en el palacio, afuera, Thomas Barrow, el valet homosexual, es detenido durante una redada en un bar gay. La identidad de quien intercede por su liberación es otra verdadera sorpresa.
La cinta recogió 31 millones de dólares en el fin de semana de su estreno en cines, por encima de Ad Astra, protagonizada por Brad Pitt; y Rambo: la última misión, con Sylvester
Stallone. Por otro lado, la crítica, en general, ha sido favorable, con 85 por ciento de aprobación en el portal de reseñas Rotten Tomatoes, por ejemplo. Pero no faltó quien dijera que era “más de lo mismo”.
Varios comentaristas consideran que lo interesante, tanto de la serie como de la cinta, es su refinada crítica al factor que ha marcado por siglos y sigue marcando a Gran Bretaña: la obsesión con la clase social. Julian Fellowes cuenta que el tema lo apasionó desde niño porque vivió en carne propia cuán cruel puede ser el rígido sistema de castas. Su madre, Olwen Mary Stuart-jones, nunca pudo poner un pie en casa de la familia de su padre, Peregrine Edward Launcelot Fellowes, la cual nunca tuvo el menor gesto amable con ella, porque era de un estrato menor. También recuerda que cuando los llevaba a él y a sus hermanos a ver a sus abuelos paternos, tenía que dejarlos en la puerta y volver a recogerlos cuando se lo ordenaran. Ahora, con esta aplaudida mezcla de comedia, elegancia y miseria humana, Fellowes puede decir que se ha sacado un poco la espinita..
LOS SERVIDORES DE DOWNTON ABBEY
se vengan de los desplantes del insoportable séquito de su majestad.