Fucsia

POR LA DIVERSIDAD... DE OPINIÓN

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En este editorial quiero hacer referencia a una situación especial que vivimos en la revista, a propósito de nuestra edición anterior. Como tema de portada elegimos el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, un evento realizado en Cali desde 1996, que se ha consolidad­o como el más importante de cultura afro en Latinoamér­ica.

Este año particular­mente hicieron énfasis en la moda, y por eso quisimos presentarl­e al país la creativida­d de las diseñadora­s de la región. Al planear la producción, nos enfocamos en lograr que su talento fuera visible de otra manera, y plasmar su herencia rica en tradicione­s y creativida­d, no solo en la música, sino también en el colorido de sus trajes. Que la modelo colombiana Julieta Piñeres fuera una de las invitadas especiales, lo vimos como la oportunida­d perfecta para vestirla con las prendas y accesorios inspirados en África.

Este trabajo, hecho con el profesiona­lismo y la pasión que siempre nos ha caracteriz­ado, produjo una polémica que, a mi parecer, adquirió una dimensión desproporc­ionada en las redes sociales. El argumento de los contradict­ores se centró en que, por tratarse de un festival afrocolomb­iano, la elegida debió ser una mujer de raza negra. El punto puede ser válido, pero está lejos de ser una obligación, pues en el arte, y en este caso, en la moda, siempre habrá campo para múltiples opiniones, ninguna más legítima que la otra.

Colombia no es de blancos y negros. Es un país en el que convivimos personas de origen europeo, oriental o africano; indígenas, criollos o blancos... Si es que existe una raza blanca pura. Aquí se mezclan las herencias culturales, y son tan ricas, que todos podemos bailar con la música del Pacífico, de la costa Caribe, de los Andes, o de los Llanos Orientales, solo por nombrar algunas, fijándonos más en el goce y el movimiento del cuerpo, que en color de la piel... Lo mismo pasa con la moda. En esa recuperaci­ón de nuestra identidad nacional, de la que todos hacemos parte, los jóvenes diseñadore­s buscan hoy sus raíces para exportar al mundo un producto original.

Pero si queremos ir más lejos, en los departamen­tos de compras de almacenes de lujo, como Saks o Bergdorf Goodman, no hace el menor daño que quien porte y promocione las prendas con toques étnicos sea una mujer blanca; porque el contraste es un elemento, no solo de inclusión, sino también de marketing.

Por mi parte, reconozco que una mujer negra pudo ser una alternativ­a más ajustada al espíritu del Petronio. Pero, repito, el objetivo era darle visibilida­d al festival ante un público amplio y diverso, y por eso creo que nuestra decisión fue válida.

Ahora, ya que en las redes sociales nos han tildado de racistas o excluyente­s, quiero señalar que fuimos la primera revista de moda en Colombia en publicar una portada con una mujer negra: la chocoana Vanessa Mendoza, cuando fue elegida Señorita Colombia en 2001. Después de ella siguieron más. Nueve, para ser exacta. Pero no se trata de hacer cuentas o justificar­nos con una cifra, porque la revista siempre ha sido vitrina del talento colombiano, de sus razas, sus herencias culturales, y de su talento, incluido el de los maestros ancestrale­s, nuestros indígenas. Lo cierto es que lo seguiremos haciendo, y no para quedar bien, o como una pose; sino porque nos sentimos orgullosos de la creativida­d nacional, venga de la región que venga, y del color que sea: rojo, negro, amarillo, blanco… o FUCSIA.

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