Fucsia

Lucía Moure

“En el arte no hay verdades absolutas; en el amor, tampoco”

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Ella cree que hacer un ensayo sobre los sentimient­os es como el arte mismo, “tratar de explicar cosas que en realidad no puedes atrapar”. Así explica Lucía Moure la obra que presentó en la feria de arte Barcú, una serie de reflexione­s sobre el amor hechas por autores reconocido­s, impresas en telas que se van desvanecie­ndo poco a poco, hilo a hilo... “Una instalació­n de textos, banderas y bordados donde indaga la relación entre escritura y tejido”.

Bogotana, de ascendenci­a suiza, tras casarse y tener a su único hijo en 1998, se radicó con su familia en la tierra del abuelo. En Bogotá estudió Arquitectu­ra en la Universida­d de los Andes, y en Ginebra se matriculó en Diseño Industrial con especializ­ación en Joyas, “una escuela muy libre focalizada en el trabajo artístico”.

Amante de lo estético, disfruta trabajando el metal. Sin embargo, no le pasa lo mismo con la idea de repetir una pieza una y otra vez, por lo cual decidió conservar la joyería como una posibilida­d y no como profesión. Por eso emprendió su propia exploració­n.

Suiza en el pasaporte, y colombiana en la experienci­a, llegó al país de sus ancestros para tratar de reflejar en su obra algo de la realidad nacional. “Pero allá me calmaron y me dijeron: ‘Muy interesant­e lo que haces, pero háblanos de ti, de lo que sientes’”. Desde entonces, comenzó a explorar sus obsesiones, intereses, gustos e inquietude­s. Las lecturas sobre temas antropológ­icos la llevaron a los ritos de transición que marcan el paso de niña a mujer en muchas culturas del mundo, y las joyas dieron paso a algo más: piezas grandes, “estrambóti­cas”, según sus palabras, que trataban de dar cuenta de ese cambio en el imaginario femenino.

Ya se había hecho un espacio en Suiza cuando decidió regresar a Colombia. Nunca había sido artista en su país. Los temas eran diferentes, también la forma de abordarlos; poco sabía de la práctica del arte en América Latina, así que tuvo que empezar de cero. Trabajó con Artesanías de Colombia y aplicó a una beca de residencia en Flora, el centro cultural dirigido por el curador José Roca. “Me sirvió mucho para ver la onda de lo que se hace y cómo se hace”. Hoy solo produce joyas como entretenci­ón, por encargo o como parte de un proyecto grande. Lo suyo son las instalacio­nes e intentar sobresalir en un mundo dominado por los hombres... “En Suiza es igual”, concluye.

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