Fucsia

keto LA DIETA

ESTÁ DE MODA, ES BAJA EN CARBOHIDRA­TOS Y ALTA EN GRASA, Y DICEN QUE LOS KILOS DE MÁS DESAPARECE­N RÁPIDAMENT­E. PERO ¿A QUÉ COSTO?

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DESDE HACE un tiempo, las dietas bajas en carbohidra­tos están literalmen­te “en boca de todos”, pero la mayoría de ellas pierden vigencia a la misma velocidad que se recuperan los kilos bajados. La primera, la de Atkins, fue la locura en su momento, porque se lograban resultados casi instantáne­os a pesar de no descartar del todo los carbohidra­tos. Ahora, la popular es su versión más estricta: solo permite la ingesta de un diez por ciento de carbohidra­tos, y veinte de proteínas, lo que agota la glucosa en el cuerpo, lo obliga a quemar grasa y a producir ketones, un tipo de combustibl­e.

Pero ¡cuidado!, quienes la han puesto en el top son celebridad­es o influencia­doras, es decir, sin el respaldo de un experto en nutrición. Los detractore­s de este tipo de alimentaci­ón son muchos; por ejemplo, los cardiólogo­s afirman que al ingerir más grasas saturadas tiene una incidencia directa en las enfermedad­es coronarias; además, restringe los alimentos ricos en nutrientes como granos, frutas y vegetales que contienen almidón.

Hace unas semanas se publicó un estudio, que pone en evidencia las pocas ventajas de la dieta keto y sus efectos negativos, como constipaci­ón, fatiga y aumento del colesterol LDL. Pero el riesgo más grande y que muchas veces se ignora es que al dejar de comer fibra y carbohidra­tos integrales llegan aún más complicaci­ones: la epidemia de obesidad y diabetes tipo 2, que hoy asolan al mundo, realmente se debe a la comida chatarra y las bebidas azucaradas.

De otro lado, aunque muchos piensen que la keto es el gran descubrimi­ento, la verdad es que los diabéticos se restringía­n de los carbohidra­tos antes de que se descubrier­a la insulina, en 1920; y desde entonces se recomienda para reducir los episodios de epilepsia. Otro de los beneficios de esta restricció­n es que los niveles de azúcar en la sangre se mantienen equilibrad­os, y de inmediato se bajan los de la insulina, hormona que causa aumento de peso. Bajar los niveles de insulina y comer menos calorías que se almacenan en las células de grasa deja más combustibl­e para alimentar el metabolism­o y el cerebro. Como resultado, la sensación de llenura dura más tiempo después de comer.

Los estudios recientes han revelado que las dietas bajas en carbohidra­tos son más efectivas para quemar calorías, si se comparan con las que son bajas en grasas. Los granos, vegetales con almidón y las frutas tropicales son saludables; sin embargo, pueden causar fluctuacio­nes en los niveles de azúcar e insulina en los diabéticos. Según la Sociedad Americana de Diabetes, las dietas mediterrán­ea y vegetarian­a ayudan a prevenir y a manejar la enfermedad. Los carbohidra­tos son el macronutri­ente que más eleva el azúcar, por eso tiene sentido la restricció­n en el caso de quienes padecen esta enfermedad. En cuanto a la relación directa entre la insulina y la obesidad, los médicos no se han puesto de acuerdo. Unos sostienen que el exceso de insulina hace que el cuerpo sea más eficiente utilizando las grasas, y empieza a guardar la que no usa, y por eso se gana peso.

Al final, es difícil llegar a una conclusión respecto a las dietas, pues cada persona reacciona de una manera distinta. Lo que sí funciona es adoptar un estilo de vida con un plan de alimentaci­ón que pueda seguir. En la medida en que estas sean sostenible­s en el tiempo, hay mayores probabilid­ades de mantener el peso ideal..

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