LUIS FERNANDO PELAEZ
Esta casa está pensada para que cada rincón sea un portal de luz natural y un contenedor de todas las cosas que mueven a su dueño: el arte, la calma y los sonidos de la naturaleza.
En la obra de Luis Fernando Peláez hay decenas de figuras de casas. Normalmente aparece la abstracción, el símbolo: un cubo con una pirámide encima como techo. Se presenta al lado de árboles, en madera, en hierro, sumergida en lagos opacos; siempre como algo que indica el adentro. Este artista, nacido en Jericó en 1945, comenzó a trabajar el concepto de la casa para una exposición sobre el hogar de la madre para el Museo de Arte Moderno de Medellín. No solamente no ha dejado de utilizarlo, sino que lo ha dejado rodar como una bola de nieve, y en el camino se le han unido la sombra, el viaje, el espacio público. Su casa, entonces, no fue pensada simplemente como un espacio para ser habitado, debía, como en su obra, significar el recogimiento, lo íntimo.
Aunque Peláez es arquitecto de profesión, la casa fue hecha por su hijo Juan Manuel hace veinte años y con ella obtuvo una mención en la XVI Bienal de Arquitectura Colombiana en 1998. No hubo ningún consejo ni petición, el artista le dio total libertad para su ópera prima. El resultado fue una casa con un diseño osado pero que logra una sobriedad absoluta gracias a la utilización respetuosa de los materiales. El terreno tiene un área plana, donde por lógica debía construirse la casa, y una en pendiente que termina en una quebrada. Pero Juan Manuel optó por construir sobre la pendiente, donde insertó dos volúmenes que se conectan por un puente. La decisión fue todo un reto, pero también permitió que la casa tuviera un contacto más próximo con la naturaleza que la rodea.
Uno de los intereses tanto de Juan Manuel como de Luis Fernando es que los materiales se expresen como son, por eso el concreto está expuesto o cubierto apenas por tonos neutrales y la madera se incorpora de formas muy orgánicas; el vidrio se usa opaco en algunas partes y transparente donde hay relación directa con el paisaje. Escuchar el golpe del agua de las pequeñas fuentes y el paso de la quebrada, ver los árboles, las flores y los pájaros que se acercan es una forma de vida que Luis Fernando siempre quiso. Se siente “campeche” y esta casa en El Retiro le permite vivir así.
Otra de las ventajas de vivir en el campo es que cuenta con el espacio para tener sus talleres cerca, pero no anexados a la casa. Los talleres son dos volúmenes con las mismas proporciones que un vagón de tren, hechos así porque generan el recogimiento necesario para desarrollar su obra. En ellos pone música, lee, piensa en cada pieza y cuando siente que nada fluye, tiene una puerta que le ayuda a activar la mente: la que abre la vista a la montaña y a la luz natural que parece no cesar del todo en esa casa.