OLGA DE JIM AMARAL AMARAL
En el apartamento de Jim y Olga Amaral se respira pasión por la vida y por el arte, lo que en el caso de esta entrañable pareja de artistas, es la misma cosa. Las casas de las personas mayores son espacios fascinantes; cada rincón está cargado de vida, de historias grandes y pequeñas. Cada objeto es precioso, no solo por el valor monetario o estético que pueda poseer, sino porque contiene momentos y emociones que resultan invaluables y que componen los fragmentos de una existencia larga y decantada.
El apartamento de Jim y Olga Amaral es así. Es el hogar de dos figuras originalísimas, únicas y entrañables del arte colombiano que, además, conforman una pareja con más de 60 años de vida en común. En esta casa no se sabe dónde empieza Olga y termina Jim, o al contrario. Después de tantos años se encuentran fundidos, tanto como las porcelanas, los libros, los muebles, las esculturas y los cientos de objetos que habitan, junto con ellos, este hogar.
El apartamento se encuentra en un edificio de la década de 1940 construido por la firma Trujillo Gómez & Martínez Cárdenas, una joya arquitectónica con detalles preciosos en su arquitectura y acabados –pasillos amplísimos, apliques deco en latón, barandas en madera perfectamentepulidas–queademássirviócomohospedajeimprovisadoparalos delegados de la Conferencia Panamericana de 1948 cuando, por los efectos del Bogotazo, resultaba imposible quedarse en el centro de la ciudad.
Jim y Olga llegaron a este edificio después de vivir en diversas casas en Bogotá, de pasar dos años en Nueva York y otros diez en Francia. Fueron, literalmente, “ascendiendo”. En 1994 compraron un apartamento en el segundo piso, años después otro en el cuarto piso (Olga lo había vendido años atrás y se le presentó la oportunidad de volver a adquirirlo), para finalmente, en el 2007, comprar este en el séptimo, que desde entonces ha sido su morada y del que, dicen, no piensan salir.