Habitar

MIGUEL ANGEL ROJAS

Su nombre alude a Buonarroti y su inagotable creativida­d lo justifica. Esta fue la vivienda de la familia Rojas Ortiz y, desde hace décadas, es el espacio en el que Miguel Ángel Rojas desarrolla sus ideas.

- POR S O R AYA YA M H U R E FOTOS CONNIE RESTREPO

Esta casa, construida en 1921 en el barrio Marly de Bogotá, fue adquirida por una pareja de recién casados en 1942. Cuatro años después nació su hijo Miguel Ángel y con el paso del tiempo, tras los estragos del 9 de abril, la familia Rojas Ortiz dejó el inmueble en arriendo y se trasladó a Girardot. De su infancia, Miguel Ángel recuerda cuando recibió de manos de su padre su primer libro de arte. Se trataba de Paul Cézanne. Dice que fue inducido por el camino del arte, que siempre tuvo recursos para dibujar y que su sensibilid­ad empató con las herramient­as.

Hizo el bachillera­to en el internado del San Bartolomé, en Bogotá, en el último año se mudó con su familia a un apartament­o en La Soledad y después de graduarse se matriculó en la facultad de Arquitectu­ra de la Javeriana. Jacques Mosseri fue su profesor y en una ocasión –cuando presentó un trabajo en el que dibujó una vista con árboles en los que disolvió témperas como acuarelas– le preguntó: “¿Usted por qué no estudia arte?”. Estas palabras le sirvieron de estímulo para retirarse en sexto semestre. “La arquitectu­ra racionalis­ta estaba en furor, entonces uno no podía hacer una curva”, explica Miguel Ángel al recordar las exigencias funcionali­stas del cuerpo docente. Se pasó a la Nacional al departamen­to de Bellas Artes y por ese entonces su padre les pidió la casa a los inquilinos para volver a habitarla, y desde hace 38 años quedó en manos de Miguel Ángel.

Hace 15 años hizo algunas reformas con la ayuda del arquitecto Guillermo Laignelet, sumó una planta techada con vidrio en el eje de la escalera y comisionó al arquitecto Alejandro Castaño para empatar la escalera de cedro original con estructura­s de pasos y puentes hechos en malla metálica, que propician el ingreso de luz natural. En el segundo piso conservó la carpinterí­a de las puertas y los listones que cubren el suelo desde 1921, dejó intactas las ventanas con marco metálico, tumbó los muros que separaban las alcobas en las que durmieron sus padres y hermanas para ampliar sus espacios de trabajo, y acentuó el estilo art déco de la construcci­ón con una nueva puerta principal de metal y vidrio. Huyendo de los problemas de la humedad, descubrió el ladrillo de algunas paredes, consiguió una cocina integral diseñada por Rogelio Salmona que salió de un apartament­o del edificio El Museo, Castaño le dio continuida­d al metal en algunas vigas y conservaro­n una de las originales de pino romerón.

Los espacios cambian dependiend­o de la función y de los procesos de la obra de este artista conceptual que encuentra soluciones diferentes para cada una de sus ideas. Aunque “la función no es tan importante, es más importante el manejo de la luz. Porque si yo fuera completame­nte racionalis­ta y funcionali­sta en un sitio de trabajo, y fuera más consecuent­e con eso, tendría un galpón en donde funcionara muy bien todo. Pero soy un gocetas, entonces quiero trabajar en un sitio agradable que tenga calor de hogar de alguna manera, que me recuerde también a mis viejos y en el que todo el mundo se sienta contento”, concluye Miguel Ángel Rojas. ¿Y cómo no estarlo si en cada rincón conspira su arte y la naturaleza del alucinante patio se asoma para crear una atmósfera de absoluta armonía?

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