LA FORTALEZA DE LA SOLEDAD
¿HASTA QUé PUNTO LAS COSAS QUE NOS RODEAN DETERMINAN NUESTRA VISIóN DEL MUNDO? El ganador del Pritzker, el arquitecto japonés Arata Isozaki, dice que su primera visión de la arquitectura, cuando era un niño de 14 años, fue el vacío: “Mi pueblo fue reducido a cenizas. Soltaron la bomba atómica de Hiroshima, justo al otro lado de la bahía, así que crecí junto a la devastación más absoluta. Todo estaba completamente en ruinas y no había arquitectura, ni edificios, ni siquiera ciudad. Lo único que me rodeaba eran barracas y refugios […]; fue entonces cuando empecé a pensar cómo podría la gente reconstruir sus hogares y sus ciudades”.
Ese vacío se reconstruyó en edificios públicos de Oita, su pueblo natal, y en obras emblemáticas en el resto del mundo como el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles o el Palau Sant Jordi, de Barcelona. Sin duda, lo que vemos cuando somos niños nos marca y nos convierte en los adultos que somos. Personalmente, puedo recordar la textura de algunos juguetes, puedo reconstruir el espacio de mi habitación y puedo recordar –incluso– el orden que tenían algunos libros de mi biblioteca. También recuerdo la envidia que sentía cuando llegaba a la casa de un amigo de colegio y su cuarto superaba con creces el espacio y los juguetes del mío. Los cuartos de los niños nacen como un proyecto paternal, pero en algún momento se convierten en parte de la personalidad de los pequeños, por eso hay marcas de balones en las paredes, peluches, héroes y villanos de Marvel o unicornios con el arco iris en la crin.
¿En qué momento nuestro cuarto se convierte en nuestro cuarto? ¿Cuándo comenzamos a darle un orden personal al espacio en el que dormimos y pasamos una parte de nuestras vidas? ¿Cuándo decidimos que hay que reemplazar un peluche por una figura de Thanos?, ¿Cuándo, como papás, no reconocemos ese pequeño castillo que armamos para ellos y vemos la personalidad de nuestros hijos? Sus cuartos no son un asunto menor. Esta edición está dedicada a ellos, pero sobre todo a los que viven la maravilla de ser papás y en cuanto cruzan las fronteras del mundo de los adultos vuelven a ser felices.