REFUGIOS
LA VIDA ES COSTOSA. CADA VEZ QUE REVISO EL PRECIO DEL METRO CUADRADO EN BOGOTá SOLO PUEDO ESCANDALIZARME. ¿Cómo es posible que una ciudad con tantas carencias les cobre tantos impuestos a sus ciudadanos, los explote, los humille y para colmo de males haga que sus precios de vivienda compitan con ciudades del primer mundo? Ridículo. Pero no hay nada que hacer, repito: los precios seguirán subiendo, la burbuja inmobiliaria continuará creciendo, el aire será cada vez peor y el recibo del agua será cada vez más parecido a una cuota inmobiliaria. ¿Por qué no escapar? Todos deberíamos tener derecho a unas cuanta horas de sol, aire puro y, sobre todo, silencio; nada de motos ni buses ruidosos: el canto de los pájaros y el ruido de las cascadas es posible. Colombia aún tiene un campo extenso y listo para explorar; cada vez hay más urbanizaciones campestres y más zonas con servicios públicos al alcance de la mano. Y los precios –en algunos lugares– todavía no son escandalosos.
Esta edición se la dedicamos a las casas de campo; esos lugares mágicos que ven el campo como un lugar zen, que tienen espacios generosos para poner mesas para doce personas, para tener una piscina y, sobre todo, tienen todo lo necesario para recargar energías. Presentamos una casa en Barichara, uno de los grandes tesoros arquitectónicos de Colombia, y una más en un sitio encantador: Guatapé. Las vistas al lago de esta casa los harán sentir en algún lugar de los Alpes suizos. Y como no todos podemos tener una casa, también les presentamos un hotel de diseño y sustentable en un destino que vale la pena descubrir: Jardín, Antioquia.
En fin… revisen sus cuentas, tal vez es hora de tener un refugio.