UNA CHARLA CON OSCAR PEÑA
Óscar Peña concibe el diseño como una actividad comunicativa que debe transformar las dificultades en factores positivos. desde la academia y desde el ejercicio de la profesión, desarrolla su
creatividad como máxima capacidad de visualización.
E“El diseño no puede enseñarse. Hay que aprenderlo. Y se aprende haciendo. Hay que hacer, entender, ensuciarse las manos, tocar los materiales y cuestionarse. Hay que ver y hay que ser curioso. Creo que los mejores diseñadores del mundo son los que han visto más. Entre más vea, más puede madurar y ser mejor diseñador. Es muy difícil ser un buen diseñador, yo diría, sin haber visto muchas cosas”, asegura Óscar Peña Angarita a sus 61 años de edad.
Nació en Bucaramanga y pasó su niñez en Málaga, Santander. En las tardes acompañaba a su papá cuando trabajaba como técnico mecánico electricista y miraba con atención las instalaciones que hacía de plantas eléctricas. Al salir del colegio se iba a la fábrica de costales de fique que tenía su tío para ver cómo funcionaban los telares y los fines de semana, sin problema, podía pasar hasta más allá de la medianoche armando modelos Revell de aviones, carros, trenes y barcos.
Terminó el colegio en Pamplona, fue un gran deportista, perteneció a la selección de voleibol de Norte de Santander y cuando recibió su diploma de bachiller viajó de intercambio a Mineápolis a aprender inglés. Durante el año que estuvo en Minnesota pensó en regresar a Colombia a estudiar arquitectura. Le encantaron las obras de César Pelli y de Philip Johnson, pero un día alguien le habló de una nueva carrera que tenía conceptos de ergonomía y le pareció interesante diseñar productos. Entonces se matriculó en la Universidad Javeriana e hizo parte del grupo que inauguró la carrera de Diseño Industrial en 1977.
Ejerció su primer trabajo en Inravisión, estuvo detrás del tablero electrónico del programa de concurso GuerradeEstrellas, con Saúl García, y en 1982, con diploma en mano y los ahorros que tenía, se fue a estudiar Comunicación Visual en el Minneapolis College of Art and Design. En 1987 entró como diseñador industrial junior a Philips Design, en Eindhoven (Holanda), un año después, dentro de la compañía, presentó un concepto de computador para oficina que mezclaba computador y teléfono, y en el 89 creó el prototipo de un comunicador personal que permitía escanear, tomar fotos, hablar por teléfono, oír música, manejar las luces de la casa y portar documentos de viaje. En 1996 abrió la oficina de diseño de Philips Design en Milán y meses después lo llamaron de la Academia de Diseño de Eindhoven para nombrarlo director del departamento Hombre y Actividad. Se desempeñó en los dos cargos entre Italia y Holanda, en el 2000 se casó con la diseñadora británica Ilse Crawford y desde Londres, en el 2008, dirigió el área de iluminación de Philips durante ocho años. Hoy, reparte su tiempo entre la academia y Studioilse. Es la cabeza principal del área de diseño de producto de la firma que fundó con su esposa y, cuando viaja a Eindhoven, evalúa proyectos estudiantiles. “¿Por qué estoy metido en la educación? Porque estoy en contacto con gente joven y en la gente joven se mide el pulso del mundo”, asegura.
La curiosidad es fundamental en el diseño. Siempre me ha gustado saber cómo se hacen las cosas, cuál es el proceso para hacerlas, de dónde vienen los materiales, cómo se seleccionan y cómo se juntan para al final tener una cosa. Siempre hago una observación: la gente sabe poco de cómo se hacen las cosas. La gente cree, por lo general, que las cosas caen del cielo. Y se preguntan: “¿por qué debemos pagar tanto?”. En los noventa, cuando estaba en Holanda trabajando con Philips, diseñaba tostadoras. Muchos no tienen ni idea de todo el trabajo que hay que hacer, de la cantidad de prototipos. Había que probar el funcionamiento de la tostadora. Cada día, durante dos semanas, llegaba pan fresco de Francia y Alemania para las pruebas porque el gran éxito de una tostadora no es hacer una tostada, sino la repetición. Después de que se prende, la décima tostada debe ser igual a la primera. Si es para una familia de cinco, es importante mantener después de media hora la misma temperatura. Son cosas del proceso de hacer un producto: la seguridad, que todo funcione, el mantenimiento…
¿Qué lo impulsó a buscar campo en el exterior?
Cuando estaba haciendo la tesis, en la Universidad Javeriana, conocí a un profesor alemán que vino a dictar clases a la Tadeo. Él trabajaba en Estados Unidos y un día le pregunté qué chance tenía uno, como diseñador colombiano, de ir a trabajar allá. Me respondió que ninguno. Entonces se me convirtió en un reto.
Philips Daywave, primera luminaria de oficina con LED. Holanda, 2008. Philips Slimstyle, bombilla LED 10.5 W equivalente a 60 W. Primera bombilla LED con costo al público menor a $ 10 dls. República China, 2013. Tetera eléctrica para hervir agua Cuby, de Philips. Holanda, 2001.
Y regresó a Mineápolis, donde había estado de intercambio.
“Antes de empezar a trabajar quiero viajar”, pensé cuando acabé la carrera en la Javeriana. Mi papá me regaló un tiquete a Miami, me llevé los ahorros del trabajo en GuerradeEstrellas, saludé a la familia que me recibió en el intercambio y saqué la visa de estudiante para estudiar Comunicación Visual en el Minneapolis College of Art and Design. Fui monitor y profesor asistente y con eso me ahorré la matrícula. Uno de mis profesores me invitó a trabajar en su oficina, Seiz, Yamamoto & Moss, en la que estuve tres años en proyectos de comunicación visual, diseño gráfico, empaques, señalización y exhibiciones.
¿Cómo llegó a Philips Design?
Un día, leyendo la revista IDSA, me enteré de que buscaban diseñadores internacionales en Holanda. Apliqué y me contactaron a finales del 86. Fui a la entrevista en Chicago con el director de diseño de Philips Design y presenté mi portafolio en diapositivas y un libro de bocetos. En febrero del 87 me llegó un telegrama a Mineápolis, me mandaron el tiquete a Eindhoven y me contrataron por dos años en un cargo de diseñador industrial para el área de equipos profesionales, como cajeros automáticos y computadores. Llegué como junior y a los cuatro años me ascendieron a sénior.
¿Cómo conoció a Ilse Crawford?
En 1999. La recomendé en la Academia de Diseño de Eindhoven para el nuevo departamento Hombre y Bienestar. “Hay una persona que es editora de una revista, ElleDecoration, en Inglaterra que se llama Ilse Crawford, que me parece muy interesante”, les dije. Yo no la conocía. Sabía de la revista porque tenía una novia inglesa en ese tiempo a la que le encantaba, pero nunca había visto una foto de Ilse. Ese año, la academia tenía una muestra de proyectos de los estudiantes en Milán, hubo un evento de prensa y ahí finalmente la conocí, después de recomendarla. Ella aceptó el trabajo y en el 2000 decidimos casarnos.
¿Qué tal les va trabajando juntos?
Es muy rico porque es complementario, pero tiene sus grandes retos. Para eso contratamos un coach hace tres años. Nos encontramos seis veces al año, discutimos problemas y él nos ayuda a enfrentarlos para resolverlos.
Para usted, ¿de qué se trata el diseño?
Para mí, el diseño es hacer conexiones. Creo que todas las cosas ya están inventadas. Entonces para mí es cómo conectar, por ejemplo, madera con papel, ¿qué podemos hacer nuevo si unimos madera con papel?, ¿cómo hacer nuevas conexiones?, eso, para mí, es el papel del diseñador hoy. También podemos cumplir el rol de facilitadores, emprendedores, investigadores.
¿Cómo ve el diseño en Colombia?
Yo siempre he dicho que el diseño es una actividad optimista. Y nosotros como diseñadores podemos tener dos tipos de papeles: de espectador o participante, y siempre he buscado el de participante. El futuro no cae del cielo, lo hacemos nosotros. Entonces, hay que participar, hay que ser optimistas y hay que usar la dificultad. Colombia es un país con muchísimas dificultades, y hay que tratar de utilizarlas en algo positivo. Sé que aquí hay cosas muy difíciles comparadas con Europa. Aunque allá no es tan fácil; también tenemos clientes malísimos. Hay gente que no quiere pagar, que no es cumplida, que da briefs malísimos… eso también existe allá. Si miramos lo que nos ofrece el mundo digital encontramos herramientas muy fuertes que nos pueden ayudar a ser más efectivos. Es más importante ser efectivos que eficientes. Eficientes son los robots, que hacen la misma operación un millón de veces cada microsegundo. Nosotros no queremos hacer eso. Efectivo es hacer una operación que no necesita de más y producir el mismo resultado.
¿Y la industria?
Es difícil, pero hay gente nueva y la industria colombiana se está dando cada vez más cuenta de que para ser competitivos necesitamos creatividad. La creatividad es la capacidad de imaginar y visualizar, y es una herramienta poderosísima que tenemos. Para mí, la capacidad de dibujar es importantísima porque lo lleva a uno a ser buen observador, y cualquier persona, hasta un periodista, un médico, un abogado, un contador, cualquiera puede beneficiarse por ser buen observador. Y eso se logra a través del dibujo, que es como un músculo. Entre más practique uno, lo hace mejor, como si fuera un deporte. Al final, para mí, el diseño es imaginación y comunicación.