ARQUITECTURA
Proyecto Binario: un diálogo Bogotano
En el barrio de San Felipe, el edificio de Proyecto Binario, de Yemail Arquitectura, le hace un amoroso homenaje a la arquitectura bogotana desde una mirada contemporánea. Ahí conviven talleres y un salón de exhibición que responde a las necesidades del arte contemporáneo.
En el barrio de San Felipe de Bogotá no causa sorpresa la apertura de una nueva galería o espacio cultural, pues se ha ido consolidando como un importante sector artístico. Sus habitantes tradicionales –vecinos, talleres de manufactura, imprentas– se van habituando a convivir con creativos variopintos que le imprimen nuevos colores a la zona. Lo que sí sorprende es que aparezca una edificación que sobresalga por su propuesta arquitectónica. Sobre la Calle 72A con Carrera 22, entre una serie de casas idénticas, se levanta un edificio de ladrillo de tres pisos que se expresa con un lenguaje propio, cuidado y amoroso para hablar de arquitectura –de arquitectura bogotana y universal– puesta al servicio de su función: la de un centro cultural que busca proporcionar un espacio de exhibición adecuado para el arte contemporáneo, alojar talleres para artistas y creativos y, también, para dialogar con sus vecinos y el entorno urbano.
Proyecto Binario descansa sobre los hombros de la joven pareja de artistas y gestores culturales conformada por Alejandra Herrera y Andrés Felipe Pardo. Adquirieron una casa de los años 60 en la que Binario funcionó por un tiempo, pero que no se adecuaba a sus necesidades. Andrés puso un anuncio en Facebook: “Se busca arquitecto para San Felipe”. Alguien etiquetó a Antonio Yemail, él los contactó y el flechazo fue instantáneo. Juntos tomaron la decisión de demoler para crear un espacio nuevo, funcional, propositivo y estéticamente valioso que abrió sus puertas a finales de febrero.
Desde la fachada se anuncia que no estamos ante una edificación convencional. el ladrillo, en un impecable trabajo de patchwork que incluye celosías protagónicas, dialoga con el metal de la estructura expuesta, la escalera escultórica y la ornamentación, cuidadísima, que se encuentra por toda la edificación. el antejardín cobra una dimensión utilitaria y estética mientras distribuye los flujos de circulación hacia los talleres en el segundo piso o al foyer que ofrece resguardo antes de entrar al espacio expositivo.
En el interior, el salón principal ofrece una altura de 5,8 metros que permite colgar y exhibir obras de gran formato y llevar a cabo actos performativos, talleres o conferencias. ahí, la vista traspasa el espacio del vidrio de fondo y la celosía que invita al jardín posterior para recorrerlo y volver a entrar y apreciar la materialidad del espacio. las vigas de metal expuestas, el piso de granito pulido, los muros estucados, los cielos de madera, un mueble museográfico contundente y la baranda metálica perforada del mezanine. nada más alejado de la caja blanca de las galerías y museos convencionales. aquí, la materialidad les propone diálogos y desafíos a los artistas y curadores.
En un lote pequeño (380 metros cuadrados), la restricción se convirtió en motor para buscar luz. Yemail recurrió a tragaluces y claraboyas, puentes con malla metálica, ventanas perimetrales en altura. Distribuidos en el segundo y tercer pisos, todos los talleres son distintos en su tipología. Son espacios amables y funcionales, cálidos: madera, metal, ladrillo expuesto y celosías están puestos para favorecer el trabajo creativo. Caminar por la edificación es seguir un recorrido de luz, una invitación a tocar los materiales crudos, dejarse alegrar con los colores que irrumpen en puertas o barandas, detenerse para apreciar las múltiples expresiones del ladrillo –de demolición, moderno, calado–, sus tonalidades y disposición. Es también una ventana en la que uno se asoma y encuentra la pasión por la historia de la arquitectura que caracteriza a Antonio Yemail, quien siempre homenajea a sus ídolos poniéndolos en escena a través de sus obras. La casa de Gabriel Serrano (en la Carrera 9 con Calle 23, y que ahora es un burdel) fue fuente de inspiración, al igual que la casa experimental de Alvar Aalto en cuanto a su magistral uso del ladrillo, las puertas con claraboyas de Jean Prouvé y hasta la ornamentación vernácula de las rejas y las ventanas bogotanas. Se trata, entonces, de un afortunado ejercicio que busca anclarse en la tradición local y universal, sin violentar el paisaje urbano, para ofrecer funcionalidad y verdadero disfrute.