EXTERIOR
El Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, en Cáceres, España, es una muestra de cómo la arquitectura contemporánea dialoga con el entorno patrimonial.
Los arquitectos responsables del diseño del lograron insertar un EDIfiCIO MODERNO EN UN ENTORNO QUE respira pasado y conservación.
FFueron las edificaciones en piedra, las calles estrechas, las mansiones con arcos y las iglesias con agujas y gárgolas las que llevaron a que, en 1986, la ciudad vieja de Cáceres en Extremadura, España, fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Los muros defensivos habían hecho su trabajo desde el siglo XVI, preservando la atmósfera medieval y haciendo evidentes las huellas del paso del tiempo. Tal vez por eso construir cerca de esa potencia arquitectónica supone todo un reto, que sin embargo el equipo de arquitectos Mansilla + Tuñón cumplió con creces.
Helga de Alvear es una galerista y coleccionista que nació en Alemania, pero llegó a España a aprender el idioma y ya no se fue más. Se casó con el arquitecto Jaime de Alvear y ahora vive en Extremadura, donde en el 2006 creó una fundación que lleva su nombre y que se dedica a compartir su colección de arte además de investigar, difundir y educar sobre la creación visual contemporánea. El proyecto tuvo una acogida tal en Extremadura que, en el 2015, entre la fundación y el Gobierno local tomaron la decisión de construir un edificio para centralizar las exposiciones y los ejercicios de formación. El proyecto fue finalizado y abierto al público local y a turistas en el 2019.
Con mucho blanco, concreto a la vista y madera en tonos claros, los arquitectos partieron de una casa donde ya se alojaban algunas actividades de la fundación y construyeron un anexo espacioso y lleno de luz que se conoce como el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear. El edificio se alza en medio de construcciones patrimoniales de piedra y aún así no irrumpe en el paisaje. En cambio, el diseño arquitectónico de la edificación encuentra la forma de mostrar dos caras: la limpieza de lo moderno y el respeto por lo histórico, por lo que estuvo primero.
El museo se presenta al usuario como un laberinto repleto de caminos, escaleras y corredores que permiten que el interior y el exterior se mezclen en múltiples puntos. El resultado es un espacio que se presenta accesible y amable con el visitante y que se deja caminar por cualquiera que lo desee, cumpliendo el mismo objetivo que el proyecto que aloja: compartir y poner al servicio y disfrute de la comunidad el arte y la gracia de lo visual.