DESDE EL BALCON
Observatorio que da hacia las copas de los árboles y el horizonte de los cerros, espacio para sembrar y cuidar la vida que brota de las macetas, el balcón media entre adentro y afuera.
El aspecto que más amo de mi hogar no cuesta nada y es para todo el mundo y, gracias a mi balcón, lo disfruto todos los días: es el sol. Para otros –para las familias venezolanas, por ejemplo, expulsadas contra la ley de sus precarias residencias, y que hoy pueblan la autopista Norte aquí en Bogotá, empujando carritos de compras con todas sus pertenencias rumbo a su país–, el sol será inclemente. Afortunada de mí, agradecida de mí, soy de las que tienen el sol cuando lo quieren, y la luna también, benévola y hermosa.
Los vecinos del edificio de al lado también tienen balcón, y veo que lo disfrutan en estos días de encierro tanto como yo el mío. Algunos han metido casi a la fuerza una mesita y un par de sillas plegables, otros han optado por una pequeña parrilla, unas campanas de viento y una guirnalda de luces, o incluso la bicicleta estacionaria. Normalmente, ellos y yo vivimos puertas adentro, pero ahora un balcón o una terraza nos ofrece el mundo. Vemos pasar a los perros y a sus dueños, a los vendedores de aguacate y fruta, a los novios, a los venezolanos. El otro día pasaron unos mariachis –buenísimos, por cierto– y vi cómo en todos los balcones se asomaron las familias o parejas, acodados en sus barandales, entregados a la música, y cómo aplaudieron como locos al final.
En cuanto a mí, he puesto matas en el mío, todas las que caben, y las cuido, pobres, como si fueran una finca entera. Quito una hoja seca aquí, riego composta de lombriz allá, veo con pánico que unos áfidos se han posesionado de una ramita y corro por el agua enjabonada. Siembro semillas y veo cómo brotan unas hojitas tímidas que se mueren en seguida, salto de dicha cuando una orquídea me ofrece sus flores. No sé cómo sobreviven a tantos cuidados. Adentro está el huevito que es mi hogar, el refugio luminoso lleno de recuerdos y colores que me protege. Afuera está mi otra casa, el sol, la luna y todo mi universo mientras estos tiempos duros duren, contenido en un pequeño espacio verde.