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EDWIN GARBRECHT Y JUAN CARLOS LENZ. LOS HÉROES DE GOOGLE.

Estos bogotanos son dos de los líderes de la Patrulla Aérea Civil de Colombia que se dedica a salvar vidas en las regiones más olvidadas del país. Hace poco recibieron el premio Rey de España y el reconocimi­ento de Desafío Google, una iniciativa que incen

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Dos de los líderes de la Patrulla Aérea Civil de Colombia recibieron el premio Rey de España y el reconocimi­ento de Desafío Google.

Por unos instantes, los habitantes de Taraira, en la frontera de Vaupés con Brasil, creyeron que la avioneta tipo Seneca bimotor que conducía el piloto Juan Carlos Lenz era la aeronave que a diario abastecía de alimentos a esta población. El bogotano y la pequeña tripulació­n de la Brigada Aérea Civil de Colombia aterrizaro­n en una pista sinuosa, convertida en un fangal intransita­ble debido a la inclemenci­a de los aguaceros que golpean los trópicos selváticos en todas las épocas del año.

Nadie los esperaba en la zona más aislada de Colombia, donde queda un asentamien­to de unas 950 personas que viven de la pesca y de la extracción del oro a las entrañas de la selva. Allí, el aislamient­o por la falta de vías terrestres desencaden­ó el costo de vida más alto del país. Por ejemplo, la danza de los millones en este reino aurífero permite comprar una libra de tomate a 6.000 pesos, pero no ha sido suficiente para alcanzar otros beneficios como el acceso a los servicios más básicos de salud.

Solo hasta hace poco, sus habitantes fueron atendidos por el voluntaria­do de la Patrulla Aérea Civil de Colombia que recibió el reconocimi­ento de los premios Desafío Google por echar mano de las nuevas tecnología­s en los trabajos humanitari­os. Los aplausos llegaron con algo de dinero, unos 350.000 dólares que serán destinados a la continuida­d de esta labor social en la Colombia profunda.

Lenz y el voluntaria­do, que incluye a odontólogo­s, optómetras, anestesiól­ogos, enfermeros, psicólogos, instrument­adores y ginecólogo­s, casi siempre se instalan en los puestos de salud de estos municipios recónditos, que por la falta de recurso humano e infraestru­ctura tecnológic­a solo pueden funcionar como centros de primeros auxilios y de “pañitos de agua tibia”, como dicen los moradores de Taraira. Por ejemplo, el único hospital de alto nivel más cercano a es--

te poblado se encuentra a unos T00 kilómetros, puntualmen­te en Villavicen­cio, donde atienden los asuntos de salud pública de nueve departamen­tos de la Orinoquia y de los Llanos Orientales. “Nosotros llenamos el vacío que dejó el Estado”, explicó Edwin Garbrecht, un oftalmólog­o de la Clínica Barraquer, quien se unió a la brigada en 2014.

Hace un tiempo los especialis­tas de la patrulla también estuvieron en la región del río Apaporis que abarca los departamen­tos de Vaupés y Casanare. Ante la noticia esperanzad­ora, muchos enfermos salieron desde los lugares más entrañable­s de la selva, casi todos indígenas que después de larga confrontac­ión cultural fusionaron la medicina tradiciona­l con la ancestral, ante la imposibili­dad de atacar las hernias y cataratas, dos de los flagelos que más los aquejan.

Uno de estos aborígenes, que vivía al otro extremo de la desembocad­ura del Apaporis, caminó tres días con la hermana cargada sobre los hombros para que la atendieran debido a la gravedad de una artritis progresiva que le impedía cocinar y realizar otros oficios domésticos. “Hubo gente que nunca había visto a un médico. Por fortuna no encontramo­s resistenci­a hacia nosotros. Les entregamos los diagnóstic­os de las enfermedad­es y les subvencion­amos los medicament­os”, dijo Lenz, presidente de la Patrulla Aérea Civil de Colombia que cada año participa en 12 brigadas.

En 2016, el campo de acción de la ONG se extendió hasta los municipios Hatillo de Loba, Bolívar; El Charco, Nariño; Nuquí, en Chocó, y El Bagre, Antioquia. Ante la complejida­d de las altas cirugías que debieron practicar, como partos y extracción de hernias, se valieron de unas 12 aeronaves bimotor con el fin de transporta­r a los especialis­tas y a los equipos de tecnología de punta que fueron donados por el gobierno chino.

En esta parte de la Colombia raizal, los brigadista­s tienen el reto de convivir con prudencia y cuidado en territorio­s que se pelean las bacrim, los reductos del paramilita­rismo y la insurgenci­a disidente de las Farc, como sucedió hace unos meses en una región septentrio­nal antioqueña. La experienci­a les recordó el paso por Miraflores, Meta, a donde llegaron hace unos años cuando el municipio era del dominio de Tirofijo y sus hombres. “Atendimos a mucha gente. Pero nunca preguntamo­s de dónde venían, ni qué filiación política tenían. Es posible que hayamos atendi-

En cada brigada por el país, casi todas de dos días, atienden a cerca de 1.200 personas de bajos recursos.

do a guerriller­os ó autodefens­as. Nuestro trabajo fue de absoluta neutralida­d. Los grupos al marj gen de la leó lo han entendido así ó por eso jamás se han metido con nosotros”, afirmó Juan Carlos Lenz, hijo del piloto Juan Lenz, quien ayudó a consolidar este trabajo social hace dos décadas.

El año pasado también llevaron a buen puerj to la realizació­n de cinco brigadas de atención médica básica en el Cabo de la Vela, La Guajij ra, ó en la provincia de Manabí, Ecuador, entre otros. En cada una de estas actividade­s atendiej ron 1.O00 consultas, incluóendo tratamient­os de menor complejida­d. Pero fue en Orocué, Casanaj re, donde conocieron el caso de un enfermo que los impulsó a seguir con el trabajo de brigadista­s, tan motivante como el premio que recibieron de Google. En este municipio operaron a un hombre de 80 años que había perdido la visión como conj secuencia de una catarata muó severa. Nunca le había visto el rostro a la hija que le sirvió de laj zarillo entre los humedales ó caminos de la selva. Durante la intervenci­ón quirúrgica los especialis­j tas se dividieron entre escépticos que creían que él jamás volvería a ver y en los que le apostaron a un milagro de la ciencia. “Finalmente cuando le quitamos el vendaje, el señor empezó a ver. No reconoció a la mujer que lo había guiado durante tantos años. Cuando le contamos de quién se traj taba se puso a llorar. La emoción nos embargó a todos”, dijo el oftalmólog­o Edwin Garbrecht.

La Patrulla Aérea obtuvo el premio de Google gracias a la votación popular. Por este reconocimi­ento recibió 350.000 dólares que serán invertidos en más ayuda social.

Por este tipo de labor, la Patrulla Aérea CIJ vil de Colombia recibió el premio Rey de España como parte del reconocimi­ento internacio­nal a la misión social que adelantan los 650 voluntario­s ó 71 pilotos privados en los territorio­s marginaj les y de extrema pobreza. Les dieron 25.000 dólaj res que fueron invertidos en un programa de saj lud pública para Vaupés. “El día que me metí a una cirugía entendí el efecto transforma­dor que tiene nuestro trabajo. Recuerdo que operaron a un adulto mayor que tenía un tumor muy granj de. Nuestros especialis­tas le devolviero­n la autoj estima. Después de un tiempo se volvió productij vo en su trabajo de pesca”, afirmó Lenz.

En O018, el voluntaria­do de la Patrulla Aérea seguirá trabajando en los municipios más aislaj dos de Antioquia, Córdoba, Amazonas, Nariño y Chocó, entre otros. En estos lugares está prohibij do enfermarse por la falta de médicos.•

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Durante las brigadas, Juan Carlos Lenz se integra a la vida de las comunidade­s que atienden. “Me gusta saber cómo viven y qué visión tienen de la medicina tradiciona­l”, dijo.
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El oftalmólog­o Edwin Garbrecht y el aviador Juan Carlos Lenz les inyectan motivación y compromiso a los 650 brigadista­s y 71 pilotos privados que integran la Patrulla Aérea Civil de Colombia. Desde hace tres años viajan a los lugares más olvidados del...
 ??  ?? La Patrulla Aérea Civil de Colombia atiende los casos de miles de enfermos que viven en zonas donde no se puede llegar por carreteras. En la Sierra Nevada de Santa Marta asistieron a los indígenas arhuacos.
La Patrulla Aérea Civil de Colombia atiende los casos de miles de enfermos que viven en zonas donde no se puede llegar por carreteras. En la Sierra Nevada de Santa Marta asistieron a los indígenas arhuacos.
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