LAS CIUDADES DE ROBERTO LOMBANA.
El artista colombiano, quien acaba de exponer en Tokio, Japón, recibió una mención de honor por sus fotografías urbanas que se asemejan a un mandala. Gracias a su obra ha recorrido la mitad del mundo. El Living National Treasure Museum, de Yugawara, Japó
El artista colombiano acaba de exponer en Tokio y recibió una mención de honor por sus fotografías que parecen mandalas.
El fotógrafo bogotano Roberto Lombana prefiere divisar la vida desde los observatorios de las grandes ciudades, como el del Empire State, en Nueva York, o el del Edificio Colpatria, en Bogotá. Cuando está más cerca del cielo se imagina a las urbes menos frenéticas y congestionadas, pero es solo una percepción porque las partes más altas de las edificaciones son apenas la punta del iceberg de la efervescencia, el ruido y el caos que camina por las calles.
El artista ve el mundo a través de una lente ojo de pez con la que distorsiona los edificios que se tejen en el paisaje urbano y crea el efecto de un mandala, esa imagen que se entiende en el budismo como la representación espiritual de los espacios. “Con mi trabajo busco captar las energías de los lugares que visito. Venecia, París y Tokio son las de mejor vibra. Contrastan con las caóticas Nueva York o Hong Kong”, explica.
A Tokio la retrató por primera vez en 2013, cuando empezó a construir sus ‘mandalas arquitectónicas’; en ese mismo año volvió porque el Living National Treasure Museum, de Yugawara, iba a adquirir una de sus imágenes. Hace unas semanas regresó: fue invitado por The Art Festival Genten, que se realizó en The National Art Center de esta capital, para exponer tres de sus obras. Y fue gracias a una de ellas, intervenida digitalmente, que recibió una mención de honor por mejor artista debutante.
La esencia de su obra entraña una metáfora: la del Gran Hermano, ese que todo lo observa y controla y del que pocos se percatan.
Lombana es un trotamundos consumado. En su pasaporte está el registro de su paso por Buenos Aires, Moscú, Londres, San Francisco, Río de Janeiro y Ámsterdam, entre decenas de
ciudades. Hace un tiempo tomó el morral de siempre, en el que carga los equipos fotográficos y un pequeño trípode, y se internó en la Colombia profunda, donde captó el fotogénico Caño Cristales y la inmensidad de la Amazonía.
Procura viajar con la paciente novia que lo acompaña mientras dispara la cámara. Los dos participan en una especie de ritual de contemplación, el cual puede durar hasta medio día y solo termina cuando Lombana siente que por fin tomó la fotografía imaginada.