ANTHONY HOPKINS. LA COLOMBIANA QUE LO SALVÓ.
El genial actor galés encontró en su esposa payanesa la dicha, pero a cambio tiene una atroz relación con su única hija, a quien no ve hace dos décadas, según reveló hace poco. Esta es la trágica historia de su familia. Sir Anthony Hopkins
El recordado protagonista de El silencio de los inocentes dijo que su esposa, Stella Arroyave, le ayudó a dejar atrás su vida decadente y atormentada.
En el mejor
momento de su carrera, Hopkins llevaba una vida decadente y atormentada, además de que era intratable con todo el mundo. Lo que casi no se sabe es que, como el mismo lo dice, si algo lo cambió fue casarse con Stella Arroyave, la colombiana que conoció un día de 2001 al entrar a su tienda de valiosas antigüedades de la avenida Swarthmore en Los Ángeles. Al ver al ídolo del cine, ganador del Óscar y casado aún con Jennifer Lynton, ella lo estrechó en sus brazos. “Es una latina y ellos son diferentes”, pensó él, abrumado y, a la vez, encantado con sus rasgos indígenas. Stella, por su parte, admiró su misterio, pero también intuyó las sombras que lo turbaban. “Vi en él a un hombre solo y triste, y pensé: ‘Yo puedo liberarlo’”, le contó a The Telegraph.
So pretexto de un sofá que Hopkins compró en el almacén, siguieron viéndose y todo terminó en una lucida boda en 2003, con invitados como Jodie Foster, Catherine Zeta-jones, Winona Ryder, Nicole Kidman y Steven Spielberg. Desde entonces, sus amigos dan fe del cambio que operó en él la mano de Stella, quien lo hizo disminuir su frenético ritmo de trabajo como actor. Al ver los dibujos que hacía mientras estudiaba
sus guiones, lo animó a pintar y hoy organiza sus exposiciones, en las que vende miles de dólares. Es, además, la mánager de su faceta como músico, en la cual lanzó un aplaudido álbum - Composer- con piezas sinfónicas de su autoría, interpretadas por la City of Birmingham Symphony Orchestra.
Stella, así mismo, logró que Hopkins suavizara su carácter cascarrabias y susceptible, que hacía de él una de las estrellas más difíciles de llevar en Hollywood. “Ya no tengo mal genio. Me impaciento, pero trato de no juzgar. Procuro vivir y dejar vivir. No peleo con nadie. No opino de nada y creo que cuando actúas así, la ira comienza a transformarse en energía”, le explicó a The Irish Times, de Dublín.
Pero algo de su ser atormentado permanece y se notó en la entrevista que le dio recientemente a Radio Times para promocionar El rey Lear, adaptación para televisión de la obra de Shakespeare, la cual protagonizó. Al explicar la tragedia de Lear como padre, acudió a su propia experiencia y relató que está distanciado de su hija Abigail. “Los hijos no gustan de sus padres. No tenemos que amarnos los unos a los otros”, dijo. Al ser interrogado si ella tiene hijos, contestó: “No tengo idea (...) No me importa. La relación es fría, porque la vida es fría”. El arrebato escandalizó y dio pie para desempolvar la saga de los Hopkins, novelesca y terrible como las cintas que le han dado renombre al artista.
Sir Philip Anthony Hopkins nació el 31 de diciembre de 1937 en un suburbio de Port Talbot, Gales, en el hogar de un padre, Richard, que era panadero, como su abuelo, y una madre, Annie, que alguna vez le dijo: “Sé el bastardo que siempre has sido”. En la infancia padeció por el bullying y la creencia
Hopkins, quien sufre del síndrome de Asperger, se tomaba una botella de tequila al día en los peores momentos de su alcoholismo.
de que era estúpido porque le iba mal en los estudios, cuando la verdad era que padecía del síndrome de Asperger. El depresivo Richard era un fuerte bebedor, tenía súbitos ataques de ira y al morir le dejó al actor la amarga sensación de que se fue molesto con él. “En mi juventud, los hombres eran hombres. No había nada cariñoso en nosotros y por eso no éramos buenos dando ni recibiendo afecto”, le contó a The Guardian. Todo eso configuró sus futuros traspiés emocionales, pues, según razona: “Era arrogante porque estaba herido”.
Su primer matrimonio, en 1966, con la actriz Petronella Barker, coincidió con su ascenso en el teatro, tras ser descubierto por el gran Laurence Olivier. La unión empezó mal y a él no le gustó la noticia de que iba a ser padre, así que descuidó el hogar y la afición a la bebida lo llevó a consumir una botella de tequila al día.
En 1973, cuando Abigail tenía año y medio, Hopkins abandonó a su madre por Jennifer Lynton, con quien se casó. Desde entonces, Hopkins solo veía una vez al año a su hija, cuyos amigos le contaron al Daily Mail que ella sigue muy ofendida con él y que nunca lo ha perdonado.
El actor dejó el alcohol y se fue a probar fortuna en Hollywood en 1975. Eso lo alejó más de Abigail, quien heredó los demonios de su padre. Para 1987, estaba entregada a la bebida y las anfetaminas y casi se suicida. Tres años más tarde, padre e hija intentaron restablecer su relación. Él, ya una estrella de renombre mundial, le consiguió pequeños papeles en dos de sus cintas, Lo que queda del día y Tierra de sombras, pero los resentimientos afloraron de nuevo. “Actuar con él marcó un vínculo afectivo y fue aleccionador, pero aun así cada uno se mantenía en su caparazón. Casi no hablábamos”, recordó Abigail.
Una violenta pelea volvió a enfriar el lazo hasta que dejaron de verse en 2002. Al poco tiempo, por sugerencia de Stella, el actor le mandó a decir a Abigail por radio que se pusiera en contacto, pero no le hizo caso. En ese momento y gracias a su amada colombiana, Hopkins empezaba a salir del crudo trance emocional que lo llevaba a emprender travesías sin rumbo en auto. Hoy afirma que ella, gracias a su ternura de mujer latina, que no encontró en sus esposas inglesas, lo hizo volver a nacer.
Abigail, por su parte, está dedicada a la música y al entrenamiento actoral y desdeña tanto a su padre que se cambió su apellido por Harris. Tras las dolorosas declaraciones del actor, el Daily Mail le informó que no tiene nietos y que su única hija sigue viviendo en Inglaterra.•
“Me tiene sin cuidado si no hablo con mi hija. La relación es fría porque la vida es fría”, declaró el actor.