LA REBELIÓN DE MELANIA TRUMP.
La primera dama de Estados Unidos no le perdona al presidente Donald Trump las humillaciones que ha sufrido por sus infidelidades. Lo reta en público cada vez que puede y se rumora que está dispuesta a abandonarlo si no deja de ser tan atravesado.
La primera dama de Estados Unidos toma distancia de su esposo, Donald Trump, al parecer para cobrarle sus infidelidades. En un primer asalto, ella expresó su desencanto con algunas políticas del gobierno.
Maureen Dowd, columnista de The New York Times, la bautizó “la esfinge eslovena” por el modo misterioso y estoico con que ha preservado su dignidad ante los sucesivos escándalos de cama de su marido. Otro periodista, Tom Harnden, del diario londinense The Times, la llamó “la primera dama de la fortaleza” por la misma razón y asegura que sus duras expresiones, su silencio y otras señales sutiles han sido en realidad parte de una estrategia de imagen fríamente estudiada. Sin embargo, esa táctica de discreción parece haber dado un viraje. Como se recuerda, en año y medio de gobierno, el presidente ha sido acusado de abusos sexuales por unas 19 mujeres, ante lo cual Melania parecía resignada con el rol de pieza decorativa y esposa frustrada. Pero cuando en enero pasado The Wall Street Journal reveló que un abogado de Trump le pagó 130.000 dólares a la actriz de cine porno y stripper Stormy Daniels
por callar sobre una aventura que tuvo con el mandatario, la paciencia de Melania se agotó y no era para menos. Por esos días, la revista In Touch rescató una vieja entrevista en la que Stormy contó que se acostó con Trump en 2006, por la misma época en que ella acababa de dar a luz a Barron, su único hijo con Trump, con quien apenas llevaba un año de casada. Desde entonces, son cada vez más frecuentes los gestos de independencia y rebeldía de la primera dama. No acompañó al presidente a la reunión del G7 ni al Foro Económico de Davos. El día del tradicional Discurso del Estado de la Unión, en el Capitolio de Washington, llegó sola, vestida con un atuendo claro, lo que fue visto como un gesto de apoyo al grupo de senadoras del Partido Demócrata, opositor del presidente, que un año antes habían ido vestidas de blanco al recinto para protestar contra las políticas lesivas para las mujeres de Trump. El alboroto por el affaire Stormy se vio aumentado con la aparición de Karen Mcdougal, una conejita Playboy que también sostiene que tuvo un romance con Trump durante diez meses en 1998, año en que la pareja presidencial inició su relación. Dolida, Melania se negó a ir con
Melania es más poderosa de lo que parece. Tiene instinto político y le advierte a Trump cuando está siendo incoherente, según el libro The trump white House: Changing the Rules of the Game.
su esposo en el helicóptero Marine One a la base aérea Andrews, donde debían tomar un vuelo. Así mismo, empezó a rechazar aparecer tomada de la mano con él. Como lo escribió Tom Harnden en The Times, la opinión sobre la primera dama está dividida. Unos creen que se merece lo que vive por aceptar ser la esposa trofeo de un millonario mujeriego, 24 años mayor que ella, a cambio de una vida de lujos. Para otros, es una víctima, obligada a representar un papel que jamás deseó y tratada inicuamente por su marido. Como sea, los escándalos aumentaron su popularidad del 36 al 50 por ciento, según una encuesta de CNN. “Melania no finge y eso gusta”, aseguró Paris Match en un artículo en el que también anotó que desde el estallido de aquellos líos la señora Trump “es ella”. “La única certeza es que Melania no está contenta”, le declaró a la revista francesa una fuente que conoce muy bien a la pareja. Por su parte, medios locales hablan de una “guerra fría” entre los esposos, la cual tuvo su momento más dramático en junio pasado, durante la crisis por la separación de hijos de inmigrantes de sus padres en la frontera mexicana, dentro del marco de la política de cero tolerancia a la entrada de indocumentados al país.
Mientras que Trump ignoraba el rechazo mundial que causó la medida, su esposa asombró al romper su silencio y declarar a través de su portavoz: “En Estados Unidos se debe respetar la ley, pero el país también debe ser gobernado con corazón”. Así mismo, Melania expresó el desagrado que le causaba ver a los niños alejados de sus familias. Luego, visitó de sorpresa uno de los refugios donde eran retenidos los menores en Texas, en un gesto cargado de controversia. Por un lado, no consultó a su esposo al respecto y, por el otro, lució una chaqueta que llevaba estampada esta leyenda: “I really don’t care. Do U?” (En realidad no me importa. ¿A ti?). Su entorno le restó importancia al debate que encendieron las frases, pero otros opinaron que aquello no fue producto del azar. Dana Bash, una de las periodistas estrella de CNN y poco dada a ventilar chismes, afirmó: “Le lanzó una señal a su marido”. Acto seguido, Trump ordenó no separar más a las familias inmigrantes y la creencia general es que la presión de Melania fue su principal motivación. “En 24 horas, aquella que parecía sumisa hizo recular al presidente”, comentó Paris Match, para el cual la primera dama demostró que además de curvas y glamour, tiene la cabeza bien puesta sobre los hombros.
Hace poco, Melania volvió a retar a su esposo cuando él tildó de bruto al basquetbolista Lebron James. En respuesta, ella elogió la labor filantrópica del deportista y hasta expresó que quería visitar una de las escuelas que patrocina. Pero la inmigración es, sin duda, la gran manzana de la discordia entre la pareja después de la infidelidad. Como lo subrayó Paris Match, este seguirá siendo uno de los asuntos bandera en las elecciones legislativas de noviembre y la pregunta es si Trump se atreverá a imponer nuevas medidas de hierro después de que Melania expuso tan claramente su punto de vista al respecto y su política del corazón. Para muchos, conociendo su prepotencia, él la ignorará y seguirá adelante con sus planes, lo que pondría al matrimonio al borde de la separación. Melania, no obstante, tiene a Trump en sus manos, pues ella puede ser un activo muy importante en términos de popularidad de cara a una reelección en 2020. Así mismo, un tercer divorcio minaría el capital político del magnate, pues le merecería la reprobación de los evangélicos, gracias a los cuales, en gran medida, conquistó el poder de la mayor potencia del planeta.
Un divorcio de Melania le restaría al presidente el poderoso voto de los evangélicos.