MYRIAM Y JACQUES CAMHI: UN AMOR INOLVIDABLE.
Hace seis meses la vida de Myriam Camhi, una de las pasteleras más exitosas de Colombia, cambió radicalmente. Su salud ya no le permite vivir en su apartamento en Bogotá. Para Jacques, su esposo, el reto puso a prueba su entrega por la mujer con quien se
Debido a los quebrantos de salud, la famosa repostera vive en un hogar para adultos mayores en Bogotá. Su historia tiene un lado positivo: la entrega incondicional de su esposo, quien se mudó con ella.
“A que no te atreves
a ir a Cali a hablar con mi papá”, con esa frase Myriam Alcalay se hizo a un socio y a un gran amor para toda la vida. Llevaba pocos meses saliendo con Jacques Camhi, a quien conoció apenas llegó a Bogotá para estudiar diseño. Sus padres eran originalmente de Israel, pero al migrar a Colombia se instalaron primero en Buga, donde ella nació y se crió, y posteriormente se fueron a Cali.
A los 19 años ella era, sin duda, una de las solteras más cotizadas del Valle. Y no solo por su belleza. Era fácil enamorarse de sus hermosos ojos azules y su sonrisa tímida, pero más allá de eso, Myriam llevaba la caña de azúcar en la sangre. Era una jovencita dulce, de carácter sencillo y llevadero. “No le di chance de mostrarse mucho, era demasiado divina”, cuenta Jacques, quien además recuerda el día en que ella lo retó a ir a Cali a pedirle su mano a su suegro, Max. Lo que lo enamoró no fue el desafío, sino la carcajada que le produjo oír esa frase de la boca de su novia. De esa niña callada y prudente no esperaba algo así. “¡Me los he comido más grandes y más crudos!”, le contestó. Todavía se ríe con el recuerdo de ese día, hace casi sesenta años. Entre chiste y chanza, una semana después, le cumplió el reto y seis meses más tarde estaban casados.
“Si me permiten les daré dos consejos para mantener viva la llama del matrimonio y una buena convivencia”, dice Jacques. “Uno, es reírse mucho. Y dos, no tener segundo round en las discusiones”. Su matrimonio tiene de ambos. Desde ese primer día que lo hizo reír, el humor ha sido parte de su relación. Lo de no retomar antiguas discusiones lo aprendieron siendo socios en la vida y en uno de los negocios de tortas más exitosos de Colombia: Myriam Camhi.
Recién casados, ella tenía ventaja sobre sus amigas bogotanas: sabía cocinar y tenía los libros de recetas de su mamá y de su suegra. Dos tesoros que a través de los años fue agrandando con
las recetas de otras mamás, de cocineros del mundo y con sus propias creaciones. Su pasatiempo favorito era hacerle tortas a todos. Al principio, a Jacques le parecía inofensivo el hobby, hasta que se dio cuenta de que estaban costeando antojos ajenos. “Un día se lo dije de frente”, recuerda. “Mija, a mí el presupuesto no me da para las nueces, las almendras y los pistachos de las tortas de tus amigas”. Pero Myriam era incapaz de cobrar... hasta que la situación económica de su marido, que por esos días tenía una imprenta, dejó de ser suficiente para mantenerlos a flote junto a sus tres hijos.
“Su primera clienta fue Sylvia Simhon Chehebar, en junio de 1982. Le vendió un merengón de chocolate para ocho personas y le cobró 3000 pesos”, cuenta Denise, la hija menor de Myriam y Jacques, quien maneja el mercadeo de la compañía. Su hermano mayor, León, se encarga de ventas. Y desde Miami, Alberto, el del medio, también está vinculado al negocio familiar. Entonces se regó la voz de que ya no hacía falta ser parte de la familia o de sus allegados para disfrutar de sus recetas. En el garaje de la casa instalaron dos hornos, contrataron a un ayudante y a un conductor. “Eso fue después. Al principio Nelly, mi abuela paterna, ayudaba a repartir los postres. Iba de guantes de cuero, se les atravesaba a los taxistas y los insultaba en inglés. Otras veces las repartíamos en el Renault 4 de mi hermano y más de una isla flotante quedó pegada al techo del carro”, recuerda, divertida, Denise.
Así permanecieron por siete años hasta que una llamada hizo que Jacques tomara dos decisiones definitivas. “Eran como las diez de la noche, ya
Lo mejor de su matrimonio siempre ha sido el buen humor. Jacques tiene una lista de chistes que Myriam siempre le celebraba así se los supiera de memoria.