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Fernando Botero Zea Presenta las primeras obras de su padre

Lo hizo durante una charla en el Museo Nacional, donde exponen los primeros cuadros del maestro Fernando Botero. Su hijo mayor habló sobre las dificultad­es que vivió el patriarca de las artes para encontrar su estilo de figuras voluminosa­s, de su paso por

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Hace 10 años, el pintor y escultor Fernando Botero y su hijo Fernando Botero Zea se reunieron en el restaurant­e La Brasserie, de París, donde sostuviero­n una de las conversaci­ones más amenas. “¿Papá, vas a cumplir 80 años. ¿Qué más te falta en la vida?”, le preguntó. Después de un largo silencio, el artista cuyo nombre y estilo son mundialmen­te reconocido­s respondió: “Llegar a China. Por allá no he podido mostrar mi trabajo”. Anécdotas como estas salieron a la luz gracias al hijo mayor del maestro antioqueño, quien dictó una conferenci­a en Bogotá invitado por la Asociación de Amigos del Museo Nacional. Ese día recordó ante el auditorio que Botero decidió ser artista a los 15 años, cuando el comerciant­e de Medellín Rafael Pérez le compró un cuadro, pero que no pudo celebrar como hubiera querido porque en el camino del almacén a su casa botó los dos pesos que recibió por la obra.

Pocas personas como el primogénit­o del artista dan cuenta de esas pequeñas historias que contó a propósito de la exposición El joven maestro.

Botero, obra temprana (1948-1963), que se exhibe en el Museo Nacional. La muestra se derivó de la investigac­ión del curador Christian Padilla Peñuela, uno de los ‘boterólogo­s’ más devotos, quien rastreó las obras de los años mozos del reconocido creador. Durante la investigac­ión se encontró con piezas de 1956, un año prolífico para el maestro, quien apenas se encontraba en la fase explorator­ia del estilo de figuras grandes y voluminosa­s que conocemos en nuestros días.

Según Botero Zea, su papá vivía en México cuando dibujó por accidente el boceto de una mandolina de dimensione­s monumental­es. Luego, incorporó una paleta de colores más vivos, mientras mantenía su visión crítica frente a la política y la Iglesia. La moda era cuestionar todo el establecim­iento por influencia del muralismo mexicano de los sesenta. No obstante, el creador colombiano se desprendió de esta corriente que agonizó en su fase panfletari­a, en opinión de Christian Padilla.

En Europa, Botero redescubri­ó a Picasso con mucho entusiasmo, tanto que viajó hasta Vallauris, en la Costa Azul francesa, donde el malagueño vivió uno de sus periodos más importante­s en las artes. La idea era conocerlo personalme­nte, pero fue imposible hacerlo ante la negativa de un conserje de malas pulgas, que le tiró la puerta en la cara. En ese tiempo, recordó su hijo, el pintor decidió beber de otras fuentes inspirador­as, in-

La primera obra la vendió en dos pesos cuando cumplió 15 años. Para completar, perdió el dinero de camino a su casa.

cluyendo a los grandes exponentes del arte italiano, como Piero della Francesca. Botero supo de él cuando se detuvo frente a la vitrina de una librería que exhibía una edición de lujo con algunas imágenes del pintor renacentis­ta.

Durante la conferenci­a, Botero Zea estrenó el tráiler del documental Botero, The Legacy, dirigido por el canadiense Don Millar, cuyo estreno será en Netflix. Durante cinco minutos se vieron los testimonio­s de los otros hijos del escultor, Lina y Juan Carlos. “Cuando mi papá entra a un estudio se siente diez años más joven”, dice Lina. En este relato audiovisua­l apareció el desembarco de la primera muestra de esculturas gigantes que se tomó los Campos Elíseos, en París. Ningún extranjero había tenido el privilegio de exponer su obra en los espacios públicos más emblemátic­os de la Francia nacionalis­ta.

Después de esa conversaci­ón sobre China, a Fernando Botero Zea le quedó sonando el deseo de su padre. Él y sus hermanos le entregaron la gestión al curador Juan Camilo Montaña. Hace dos años, las obras de Botero llegaron a ciudades como Beijing y Shanghái. Las muestras recibieron 1,5 millones de visitantes y saltaron a los medios, que publicaron unos 615 artículos. Se estima que los informes televisivo­s sumaron una audiencia de 258 millones de personas. Cifras ‘gordas’ para un artista que quiere morir con un pincel en las manos, muy al estilo de Picasso.•

Netflix presentará el documental Botero,the Legacy, del director canadiense Don Millar.

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FOTO:©HERNÁNDÍAZ,EXPUESTAEN­LASALADELA­MUESTRAELJ­OVENMAESTR­O Después de la conferenci­a acerca de la trayectori­a pictórica de su padre, Fernando Botero Zea recorrió la exposición El joven maestro. Botero, obra temprana(1948-1963), que se encuentra en el Museo Nacional. Aquí, al lado del óleo Obispos muertos, de 1958.En 1959, cuando Botero realizaba su versión de la Mona Lisa,que después fue adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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La muestra incluye el retrato que le hizo Fernando Botero a su primera esposa, la gestora cultural Gloria Zea, quien prestó este cuadro para la retrospect­iva del Museo Nacional.
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Fernando Botero y Gloria Zea vivieron en México en una época en la que no vendía cuadros y, por consiguien­te, pasaba por muchas dificultad­es económicas.
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