JACQUELINE KENNEDY, RIVAL DE SU HERMANA.
Jacqueline Kennedy y la princesa Radziwill
La relación entre las Bouvier distaba mucho de sus retratos juntas y sonrientes. La tensión no era gratuita: la princesa de Radziwill fue amante de los dos esposos de Jackie.
Un nuevo libro revela la mezcla de amor y odio que la primera dama de Estados Unidos sentía por su hermana, quien fue amante de sus esposos, John F. Kennedy y Aristóteles Onassis.
El escritor Gore Vidal contó que un día su amiga Jackie Kennedy Onassis le preguntó: “¿Quién dijo que la venganza es más dulce que el amor?”. Años después, cuando la viuda del presidente John F. Kennedy y Aristóteles Onassis falleció, el literato entendió por qué se lo preguntaba y a quién le clavó el cuchillo de la revancha desde la tumba: a su única hermana, Lee, princesa Radziwill.
Según The Fabulous Bouvier Sisters, libro publicado hace poco por Sam Kashner y Nancy Schoenberger, Vidal no fue el único que lo comprendió, sino también la propia Lee, a quien Caroline Kennedy, hija de la exprimera dama, no le dio ningún papel durante el funeral de su madre, en 1994, porque no la acompañó mientras padecía el linfoma no Hodgkin que la mató. La humillación se agravó en la lectura del testamento, en el cual Jackie no le dejó nada, con el argumento de que le había dado dinero toda la vida.
Una razón para ello pudo ser que Jackie, dueña de 150 millones de dólares, pero siempre deseosa de más, no quedó conforme con un viejo lío de plata. Vidal fue más allá y afirmó que se fue brava con su hermana por algo peor, que le había contado por escrito Michael Canfield, el primer esposo de Lee, en estos términos: “A veces, Lee podía ir demasiado lejos. Hacía cosas como, por ejemplo, acostarse con ‘Jack’ (el presidente John F. Kennedy) en el cuarto contiguo al mío, en el sur de Francia, y luego alardear de ello”. Al parecer, Jackie no perdonó el desliz y este fue solo uno de los episodios que hicieron tan compleja la relación entre las Bouvier.
El contrapunto comenzó en la infancia, cuando se disputaban la preferencia de su padre, John Vernou Bouvier III, quien les explicaba así lo que era tener estilo: “Es un hábito de la mente que pone la calidad antes que la cantidad, la noble lucha antes que el logro, el honor antes que la opulencia. Eso es lo que eres; es lo que te hace una Bouvier”.
John, de raíces galas y apuesto como un actor de cine, era un bon vivant que proveyó una vida de reinas para su
“No le dejo nada a mi hermana Lee porque toda la vida le he dado plata”, dijo Jackie en su testamento.
esposa Janet y sus hijas en los años treinta, cuando descollaban entre las familias prestantes de la fatua alta sociedad de la costa este de Estados Unidos.
Jackie era la favorita de John, orgulloso de que se llamara como él (también le decían ‘Jack’) y se le pareciera mucho. Aun así, si algo unía a Jackie y a Lee eran los recuerdos de su idílica infancia, con sus veraneos en la finca Lasata, en East Hampton, Nueva York, donde montaban mucho a caballo, uno de sus gustos más queridos. Pero, siendo niñas, perdieron aquel paraíso para siempre, cuando sus padres se divorciaron, en 1940, y John vino a menos para no recuperarse nunca.
En la adolescencia, Jackie y Lee fueron las it girl del momento. Compartían el gusto por las artes y Life nombró a cada una como debutante del año, en 1947 y 1951, momento en que Lee empezó a resentir cómo su hermana se apropiaba de las cosas en las que ella tomaba la iniciativa. Para la muestra, Jackie sobresalió como un ícono de la moda; aunque lo cierto es que Lee fue la original, al ser la primera en forjar un estilo propio y usar alta costura de París, según el exeditor de Vogue, André Leon Talley.
A la vez, eran distintas: Lee, la bonita de la casa, amaba la fiesta, coqueteaba y buscaba atención, al tiempo que Jackie era intelectual, discreta y la seguía la fama pese a que le rehuía, al punto que casi toda su vida adulta fue la mujer más famosa del mundo. De otro lado, la primera dama se amoldó a las tradiciones, al paso que Lee se rebeló: fue ella quien le propuso matrimonio a Michael Canfield y la primera Bouvier en llevar un título de nobleza, por su boda con el príncipe Stanislaw Albrecht Radziwill, de un antiquísimo linaje polaco.
El libro cuenta que cuando Jackie se convirtió en primera dama, las hermanas se volvie-
Las Bouvier podían soportar infidelidades de sus maridos, pero no su falta de dinero.
ron más cómplices. Pero Lee, hoy de 85 años, admite que perdió el sentido de sí misma y detestaba la atención que recibía Jackie. Para colmo, los Kennedy le imponían conductas a su conveniencia, como cuando Bobby, hermano del presidente, calificó de traición a la familia su romance con Aristóteles Onassis, casada aún con Radziwill.
Los Kennedy odiaban a Onassis, mientras que a Lee la obnubiló su prestancia como el hombre más rico del planeta, en momentos en que su marido estaba mal financieramente. En fin, anota el texto, “las Bouvier podían soportar infidelidades, pero no la insolvencia”. Si Lee encontró en su liaison con el magnate un modo de superar a Jackie, al lado de un hombre tan influyente como su marido, Onassis vio una oportunidad para conjurar su lío con los Kennedy mediante un eventual matrimonio.
En agosto de 1963, Jackie sufrió la muerte de su bebé Patrick, a 39 horas de nacido y, para animarla, Lee le pidió a Onassis que la invitara a una travesía en su yate Christina. A bordo, ‘El griego de oro’ volcó toda su atención en la primera dama y desairó a Lee.
Tres meses después, la desgracia del asesinato de Kennedy reconcilió otra vez a las hermanas, pero eso duró poco. Un día de 1968, Lee quedó devastada al saber por la prensa que su hermana se casaba con Onassis. Este trató de romper el compromiso y la hipótesis de Reinaldo Herrera, marqués de Torre Casa, esposo de Carolina Herrera y amigo de la princesa, es que descubrió que podía ser más feliz con Lee. Sin embargo, Onassis no podía dejar a Jackie en ridículo ante el mundo y, tras la boda, las Bouvier vivieron una paz fría, amenazada siempre por
hermanas.• su eterno conflicto de