DAMIEN HIRST, EL ARTISTA MÁS RICO DEL MUNDO.
Este hijo de un humilde mecánico inglés impactó el arte contemporáneo y amasó una fortuna que ronda los 400 millones de dólares, a punta de sus extravagantes obras con animales muertos, diamantes y desechos médicos.
La asombrosa historia de un controversial inglés que ha acumulado una inmensa riqueza por cuenta de sus creaciones con animales disecados y otros materiales extravagantes.
Desde su adolescencia estaba obsesionado con la muerte. Cuando Damien Hirst visitó una morgue, a comienzos de la década de 1980, no pudo evitar pedirle al amigo que lo acompañaba que le tomara una foto junto a una cabeza expuesta sobre una mesa metálica. Quién lo creyera, tres décadas más tarde, las copias de esas imágenes aparecerían en los catálogos de las casas de subasta con un precio de salida superior a los 30.000 dólares.
Su madre, Mary Brennan, aseguró que Damien se salió de control desde que su padre, un mecánico, los abandonó cuando él tenía 12 años. En su juventud fue arrestado dos veces por robar en tiendas y luego trabajó como obrero en Londres, hasta que fue aceptado en el Goldsmiths College.
Quien ahora es considerado el artista más acaudalado del planeta no sobresalió por su talento en su clase, pero siempre encontró cómo destacarse por su creatividad, que para muchos raya en la extravagancia. En 1988, cuando todavía estaba en la universidad, organizó con sus compañeros la exposición Freeze, en una vieja estación de bomberos. La muestra llamó la atención por sus piezas exóticas. Incluían bombillos que se encendían y se apagaban o una pila de metal retorcido. Pero, sobre todo, llamó la atención por el
trabajo de promoción y mercadeo de los participantes, encabezados por Hirst, quienes después se conocerían en el mundo del arte como la generación Young British Artists. Un año después, organizó su primera exhibición individual en un edificio abandonado de West London, en el que empotró pupas de mariposa en unos lienzos de gran formato. A lo largo de la muestra emergieron de sus capullos y volaron dentro de la sala.
Los trabajos de Hirst interesaron al magnate y galerista iraquí-británico Charles Saatchi, que en 1991 le ofreció financiar cualquier obra que quisiera hacer. El joven artista no desaprovechó la oportunidad, contrató a un pescador en Australia para que le enviara un tiburón tigre que luego conservó en formol y encajó en una vitrina. Su proyecto costó cerca de 50.000 libras y le dio el particular título de The physical impossibility of death in the mind of someone living (La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo), con el que pretendía que el espectador se enfrentara con la muerte y reflexionara sobre la relación entre el hombre y los animales. Saatchi la expuso en su galería, pero al poco tiempo el aterrador pez empezó a pudrirse y tuvo que limpiar la obra con lejía, afectando la versión original. En 2004, cuando Hirst se enteró de que el coleccionista Steven Cohen estaba interesado en adquirirla, propuso cambiar el tiburón e inyectarle más formol, una maniobra que le costó al comprador casi 100.000 dólares adicionales. El precio exacto de la transacción nunca se reveló, pero se ha calculado una cifra entre 8 y 12 millones de dólares.
“Más de un millón de animales e insectos han muerto en las tres décadas de carrera de Hirst”, aseguran los defensores de la fauna que critican al artista.
El año pasado decoró la Empathy Suite del Palms Casino Resort, en LasVegas, la más cara del planeta, a 100.000 dólares la noche.
Desde entonces, el método se convirtió casi en un sello personal de Hirst, que ha repetido su experimento con vacas, ovejas y cebras. Aunque sus obras han sido criticadas por grotescas y frívolas, lo cierto es que los compradores no dejan de invertir fortunas en ellas.
En 2008 llegó su momento de mayor éxito. La casa Sotheby’s organizó directamente con él una subasta con más de 200 obras nuevas, e invirtió en el catálogo 240.000 dólares para cerca de 1500 invitados, de quienes se esperaba obtener 120 millones de dólares. En su momento se consideró una traición al mercado de arte, pues lo usual es que el creador conciba las obras y sus dealers se encarguen de venderlas o exhibirlas. Muchos lo tomaron como una afrenta contra las galerías y agentes, quienes no vieron un solo centavo de los 200 millones de dólares que, en pleno estallido de la recesión económica, gastaron los participantes en animales en formol, botiquines médicos, pinturas giratorias y otras piezas que conformaban Beautiful inside my head forever, como tituló Hirst el remate, que marcó el récord como el más rentable por un solo artista.
El año pasado el Palms Casino Resort de Las Vegas lo contrató para diseñar la Empathy Suite. Hirst dio rienda suelta a su imaginación y portales especializados como Artsy calificaron el resultado de “obra maestra”: una vitrina con dos tiburones a la entrada, un botiquín lleno de diamantes, una barra de bebidas rellena con desechos médicos, conforman entre otros detalles la creación que los huéspedes pueden disfrutar por 100.000 dólares la noche.
Con un estilo irreverente y una fuerte campaña de autopromoción, Hirst ha logrado que sus obras adquieran precios astronómicos. La fortuna que ha amasado en las últimas décadas incluye una mansión en Londres, que compró en 2014 por 50 millones de dólares; y una colección de 2000 obras de arte con cuadros de Picasso, Francis Bacon, especímenes conservados en formol y animales disecados.
Hace poco, le reveló a The Guardian que el confinamiento por el coronavirus lo obligó a trabajar solo y en silencio en su nuevo proyecto de flores de cerezo, sin los asistentes que lo ayudan a mezclar las pinturas. La “nueva normalidad”, como dicen algunos, lo ha llevado a interactuar con sus fans en las redes sociales, cuyos comentarios premia con
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