Diane Keaton
La bulimia mató el amor
Se empezaron a gustar en una audición en Broadway en 1969, pero el idilio se afianzó cuando protagonizaron Sueños de un seductor, estrenada en 1972. Mientras rodaban la cinta, vivieron juntos, pero luego cada cual se instaló bajo su propio techo. No por ello la relación dejó de ser como hecha a la medida de ambos. En sus memorias, Then again, la actriz recordó que le encantaban sus gafas gruesas y trajes geniales, así como sus bromas ridiculizándose a sí mismo. Woody, por su parte, gozaba con sus gracias de niña histérica y le ponía apodos como “Monstruo”. “Nos deleitaba torturarnos el uno al otro por nuestros fracasos. Sus opiniones sobre mí eran acertadas y –¡qué diablos!– muy chistosas. Lo tenía sujetado a mí como una cucaracha que no podía matar”.
Mientras que él veía inconcebible dejar Manhattan, ella suspiraba por instalarse en Hollywood, así que cuando le ofrecieron el papel de Kay en El padrino, se distanciaron. La estrella asegura que otro problema que dio al traste con sus amores fue su bulimia, que la hacía consumir 20.000 calorías al día. A menudo, cancelaba sus salidas con el director para quedarse en casa y hacer pedidos a Kentucky Fried Chicken. Cada pedido incluía: varias órdenes de papas fritas con queso azul y salsa de tomate, almendras cubiertas con chocolate, dos litros de 7UP, una libra de crocante de maní, varios paquetes de M&M’s, jugo de mango, un ponqué Sarah Lee de una libra y tres tartas de crema de banana. “Y eso era solo para la cena”, comentó Keaton.
Allen acaba de confesar que, después de terminar con Diane, tuvo breves devaneos con Robin y Dory, las hermanas de ella. De todos modos, siguen siendo grandes camaradas y han trabajado juntos en ocho producciones. “Extraño a Woody. Él se muere de escalofríos cuando oye lo mucho que me importa (…). Su trastorno límite de la personalidad hace que le dé repulsión la grotesca naturaleza de mi afecto. ¿Qué puedo hacer? Todavía lo amo”, concluyó la artista.